Alcántara se salta el confinamiento para seguir contando gaviotas. Salvador Salas

20 de enero

Línea de Fuga ·

Ahora el tiempo parece una broma pesada, como buscar a tientas las palabras para escribir sobre alguien que clavaba la columna de una tacada

Domingo, 19 de abril 2020, 02:32

El 20 de enero escribió su última columna y la vida apenas le aguantó un trimestre. El 20 de enero es el día de San ... Sebastián y también el cumpleaños de José Luis Garci, que recuerda sin esfuerzo aparente detalles como ese. O que la última tarde con Manolo estaba viendo el Barcelona-Huesca en la televisión, que aquella madrugada cruzaban guantes Crolla y Lomachenko y que a Manolo le pareció muy tarde la retransmisión de madrugada y entonces supieron que algo se estaba apagando sin remedio, quizá sin que tampoco le importase demasiado al principal interesado en el asunto. «Esto de vivir se me ha pasado muy pronto», había dicho diez años antes en estas páginas, las mismas que coronó a diario durante casi tres décadas. A él, que tanto miraba por los aniversarios acabados en cero, le faltaron unas pocas vueltas al calendario para redondear los 30 años 'Aquí', como se tituló aquella primera columna en este diario aquel 1 de junio de 1989.

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Ahora ha pasado un año de su muerte como pasan la eternidad o un día, inexplicables en esta retahíla de domingos de guardia sin salir de casa. Y la coincidencia trae la nostalgia juguetona de pensar qué habría dicho, cómo habría escrito y descrito toda la extrañeza de esta irrealidad cotidiana y confinada. Cómo lo habría contado él, que cuando estaba en casa no quería salir y cuando estaba fuera no veía la hora de volver, que bautizó a los amigos como «la familia que uno elige», que antes de tener una vida larga quiso tenerla ancha, quizá para que tuvieran sitio las noches y los afectos. Las madrugadas con Garci en el pueblo donde eligió vivir, donde han colocado una estatua con vistas al mar para que siga contando gaviotas. Un recuerdo en bronce desde un pasaje ganado por una vez a la especulación y el ladrillo, muy cerquita de Hotel Rincón Sol, donde paraba Garci, lo mismo que Gloria Fuertes, con quien también se bebió la vida y el verano a tragos lentos y caladas sin mirar las ascuas del cigarrillo, como hacen los profesionales del disfrute a tiempo completo.

Y ahora el tiempo parece una broma pesada, como buscar a tientas las palabras para escribir sobre alguien que clavaba la columna de una tacada. El folio plantado en la máquina de escribir como la prensa en el cepo, darle a las teclas con el dedo índice de cada mano, sin levantar la vista hasta que la pieza está terminada, tirar de la hoja como el mago de las orejas del conejo en la chistera, leer y releer, apenas un par de correcciones a mano y meterlo todo en el fax. Saber que son las siete, siete y media quizá, cuando asoma el artículo en el fax de la Redacción, reservado desde hace años a ese ritual íntimo. Llamar entonces por teléfono. Don Manuel, Manolo, ya está aquí el artículo, hasta mañana. Pero no hubo mañana después de aquel 20 de enero, con la última columna para apuntalar el día siguiente. Se titulaba 'El rescate'. Como si lo viera venir.

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