La encrucijada de la Málaga de los museos
Con el Ruso en mínimo de visitas, el cierre del CAC para su redefinición y la salida de Luna, es el momento de repensar un modelo cultural que cuesta a la ciudad más de 17 millones de euros al año
Pronto se cumplirán diez años del momento álgido de la cultura en Málaga, del acontecimiento que le valió el título de ciudad de los museos. ... Con apenas tres días de diferencia, en marzo de 2015, dos mastodontes del arte abrieron sus puertas. El Centre Pompidou Málaga y la Colección del Museo Ruso San Petersburgo venían a refrendar una estrategia cultural sustentada en grandes marcas y mediáticos artistas, un plan trazado tiempo atrás con el gancho de la cuna de Picasso, la potente apuesta por el arte contemporáneo del CAC y la llegada de la colección de la baronesa Thyssen. Pero casi una década después de aquello, la realidad es otra. El Ruso ha perdido su colección por la guerra de Putin contra Ucrania, el CAC ha cerrado temporalmente para su reconversión en MuCAC y José María Luna, quien dirigió desde los inicios la agencia municipal que gestiona los museos, ha sido apartado del cargo. Un momento de cambio que invita a repensar el modelo cultural de la ciudad.
A nivel de declaración institucional, la Málaga de los museos ha perdido fuelle poco a poco en los discursos del alcalde Francisco de la Torre en favor de la Málaga tecnológica y la educación. Pero sigue teniendo un peso evidente en los números. Las instituciones museísticas tienen este 2024 un gasto asignado en los presupuestos de 20.180.147 euros. Esto supone un 1,9% del gasto total de las arcas municipales. Hay que aclarar, no obstante, que de esa cantidad hay que descontar lo que se ingrese por venta de entradas (del Thyssen y la Agencia Pública) o por otras vías, que según la previsión de estos centros ascenderá a los 2,9 millones (1,6 millones el Thyssen y 1,2 millones la Agencia Pública). La factura para la ciudad -si se cumple la estimación- se quedará entonces en unos 17,2 millones de euros.
Su capacidad de atracción de público es incuestionable: más de 780.000 personas visitaron el año pasado alguno de los espacios culturales vinculados al Consistorio a través de la gestión directa o el canon. Nos referimos al Centre Pompidou, el Museo Ruso, la Casa Natal de Picasso, el Museo Carmen Thyssen, el CAC Málaga, el MUPAM y el Museo Revello de Toro.
La cifra de visitantes ha ido en aumento año tras año –con el paréntesis de la pandemia– de forma paralela a la llegada masiva de turistas a la ciudad. Salvo en dos centros: el Ruso y el MUPAM. Las salas de la antigua Tabacalera han pasado de recibir a 82.549 personas en 2019 a registrar solo 40.979 en 2023. Detrás de esa brutal caída está la indefinición de una pinacoteca sin colección tras la precipitada salida de las obras del Museo de San Petersburgo por la guerra de Putin. Se han hecho loables intentos por seguir colgando arte ruso de calidad en sus paredes sin recurrir a Moscú –y ahí están ahora los fondos de George Costakis, el chófer que reunió el mayor legado de arte prohibido por el Kremlin–, pero resulta evidente que no es suficiente para movilizar al visitante.
Por otro lado, el Museo del Patrimonio Municipal (MUPAM) no logra despuntar. Alcanzó su pico de entrada en 2015, el año de la explosión cultural, con 113.732 visitantes, pero en 2023 había bajado ya hasta los 53.152. En el horizonte está su reconversión en MuCAC junto con las Salas de la Coracha y el CAC, tras un estudio en detalle de la colección de arte contemporáneo –que se fue confeccionando con los criterios de la empresa que gestionaba Fernando Francés– y del conjunto del patrimonio municipal. El nuevo ente cultural se integrará junto al Pompidou, el Ruso y la Casa Natal en la agencia municipal que, tras la salida de Luna, dirige Luis Lafuente, con experiencia en distintos cargos vinculados con la cultura y el patrimonio en el Gobierno, la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid.
Pero no todo es cuestión de cantidad. A estas alturas nadie duda de la potencia económica y turística que ha supuesto esta abundancia de instituciones culturales, pero sí surgen muchas incógnitas sobre su aportación real al tejido cultural de la ciudad. Para Rogelio López Cuenca, artista y Premio Nacional de Artes Plásticas, el papel que tenían asignado «ya lo han cumplido»: «Hacer visible la ciudad como un lugar atractivo para visitantes y sobre todo para inversiones inmobiliarias». «Lo que llamamos museos, que yo siempre he puesto entre comillas porque uno de los más citados no tenía prácticamente dirección ni colección, constituyeron unos dispositivos indispensables en la construcción del imaginario cultural de Málaga, pero son infraestructuras turísticas, literalmente como el AVE, los aeropuertos y los hoteles», reflexiona López Cuenca.
«Existe la Málaga de los museos, pero no hay una conexión con Málaga», resume la galerista Eugenia Benedito. «Llama mucho la atención la oferta cultural institucional y la precariedad del sector que hay en la ciudad, muy en desventaja con Murcia, Santander, Sevilla y Valencia», añade el también galerista Javier Marín. En estos diez años, el boom de los museos no ha repercutido en la creación de un circuito alternativo de galerías privadas que acoja al enorme flujo de visitantes que llega a Málaga supuestamente atraído por el arte. Al contrario. «Esa relación no se potencia: los museos están por un lado y las galerías por otro. Y eso sorprende a los de fuera», apunta Benedito.
«Lo que llamamos museos son infraestructuras turísticas, como el AVE, los aeropuertos y los hoteles», mantiene López Cuenca
De las tradicionales, apenas quedan cuatro galerías (Javier Marín, Isabel Hurley, Gravura, Benedito), a las que se suman centros como La Casa Amarilla, que combinan el comisariado de exposiciones con la formación, y espacios autogestionados por artistas como Casa Sostoa, esenciales para la cultura de base. A veces surgen nuevas apuestas, como Art Gallery Nika, pero otros se van. Ignacio del Río cerró hace unos meses en el Soho para mudarse a Villanueva del Rosario. «Y me consta que de los pocos que quedamos, algunos estamos valorando el cierre o el traslado porque la situación es insostenible a nivel de coleccionismo y de apoyo al sector», añade Javier Marín. Salvo el CAC en su momento, los demás museos no coleccionan, y el tiempo de las grandes compras institucionales ya pasó. «Pero en una ciudad es importante que se haga una colección coherente con el contexto histórico y situacional. Con las inversiones de millones de euros que hay para los museos, 100.000 euros para comprar arte no es un esfuerzo tan grande. Es cuestión de voluntad, y eso repercute directamente en el tejido cultural, en las galerías, en los que editan catálogos, en los críticos de arte, en los comisarios…».
Es una realidad que la Málaga de los museos ha puesto a la ciudad en el mapa, «pero a los gestores independientes, activistas reales de la vida diaria, nunca nos ha influido ni positiva ni negativamente, nosotros seguimos haciendo y seguimos olvidados», señala David Burbano, artista, comisario y gestor cultural de la Casa Amarilla junto a Roy Laguna. Cierto es que ellos encadenan un proyecto tras otros buscándose las «habichuelas por más de un camino», pero echan en falta más «conexiones» a nivel institucional y una mayor atención al artista local. «El tejido local, tanto de empresas que se dedican a la industria cultural y creativa, como a la producción de arte, existe y está activo como nunca ha estado. Pero nos tenemos que ir fuera porque parece que aquí no cumplimos los 'ranking' establecidos», argumenta Burbano. «Los artistas andaluces no tienen espacio para exponer. No te puedes gastar buena parte del presupuesto de cultura en museos franquicias», coincide la gestora Tecla Lumbreras, que advierte de que esos espacios «lo mismo están que dejan de estar». «Y se tienen que currar más a los públicos de Málaga, a la gente joven», añade.
La ausencia de un ecosistema profesional fuerte es también una crítica común, con carencias en la formación de personal especializado en una ciudad plagada de espacios donde desarrollar esa labor. «¿Quién sale desde aquí a dirigir otros museos? Al contrario, importamos gestores», decía una fuente del sector cultural. «Faltan cursos de gestión cultural, de comisariado, talleres para artistas. Falta mucho», admite Tecla Lumbreras. De hecho, de los más de setenta másteres oficiales que oferta la Universidad de Málaga, solo uno está orientado a este perfil, el máster universitario en Desarrollos Sociales de la Cultura Artística.
El vicio del «paracaidismo»
Para López Cuenca, ese tejido productivo de la cultura ha estado lastrado por el vicio del «paracaidismo». Las instituciones museísticas han servido como «pista de aterrizaje de cosas que mandaban de fuera», que no se generaban desde aquí. Algunas de ellas, como el Ruso o el Pompidou, sin una dirección específica ni una colección propia, como se supone que debe tener un museo. De esta forma, solo se ha educado a la gente a ser «espectadores y consumidores». En algunos casos, a su juicio, con efectos perversos: «En el CAC ha habido 20 años de mala educación en ese sentido, 20 años de haber creado una percepción de que lo que vale es lo que vale dinero, de que el éxito comercial es el único baremo para legitimar una determinada práctica artística». «Un daño difícil de revertir», indica.
Por eso hay quien ve en estos últimos movimientos en el Área de Cultura que dirige Mariana Pineda, con nuevos fichajes como Salvador Nadales, del equipo del Reina Sofía, una «redefinición esperanzadora». «Estoy ilusionada con este cambio», declara la galerista Isabel Hurley, muy crítica con la anterior gestión del CAC. Aplaude que la dirección del nuevo MuCAC se vaya a decidir por concurso público con un jurado independiente, respetando el código de buenas prácticas, y resalta la importancia de dotar a ese ente, a través de su programación y de su colección, de una «identidad que no puede estar al margen de la realidad histórica actual de Málaga y de la Costa del Sol».
Desde el Instituto de Arte Contemporáneo (IAC) piden desde hace años dar un paso más: convocar un concurso público con una dirección artística para cada centro y museo municipal. No parece que la Casa Natal de Picasso y el Museo Ruso tengan muchos intereses en común. «Se puede gestionar desde una misma estructura pero la dirección artística debería ser independiente, por criterios de diferenciación de cada museo», mantiene Javier Marín. Por eso, defiende, este es el «momento ideal» para hacer una revisión del modelo, analizarlo en perspectiva, trazar un plan estratégico y «fortalecer realmente la cultura de base, los artistas de la ciudad, las galerías y todos los agentes implicados».
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