Dulce aburrimiento
¿Acaso hay algo mejor que no hacer nada ni tener nada que hacer? Ni siquiera pensar, simplemente pasar el tiempo inmóvil
No acabo de comprender a las personas que consideran insoportable el aburrimiento. ¿Acaso hay algo mejor que no hacer nada ni tener nada que hacer? ... Ni siquiera pensar, simplemente pasar el tiempo inmóvil con la mente en blanco en el lugar idóneo como un objeto delicado. Y así contemplar cómo se suceden los días, uno tras otro, mientras permanezco en un estado de letargo tan cómodo que no me importaría hibernar las cuatro estaciones del año. Me siento tan bien cuando estoy aburrido que da pereza levantarse del sofá incluso para ir a la cama. El aburrimiento es un estado de gracia, un placer de dioses. El único aspecto injusto del aburrimiento es que se trata de un lujo que no está al alcance de cualquiera. Hay quienes confunden el hecho de estar aburrido con perder el tiempo y entonces comienzan a realizar actividades que no les reportan ningún beneficio, al contrario. La actividad frenética produce un cansancio mental que impide gozar de la vida.
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Por supuesto que existen individuos para todos los gustos. Los hay que aspiran a llegar cada día más lejos o más alto sin darse cuenta que están alejándose de sí mismos hasta llegar a perder la orientación y el sentido del equilibrio. Otros pasan media vida obstinados en crear un ego fuerte y la otra media intentando deshacerse de él. Y quienes persiguen el lado tenebroso y son incapaces de vivir tranquilos sin provocar discusiones. Ninguno de ellos sabe aburrirse, ni quiere, porque tienen miedo a la nada, ese vacío infinito que nos envuelve y al que no pueden enfrentarse con gritos ni amenazas. Para todos ellos el hecho de estar parado contemplando la perfecta armonía del cosmos es una soberana tontería.
El significado de la palabra aburrimiento también se presta a equivocaciones porque la mayoría de la gente tiende a confundir a las personas que disfrutan aburriéndose con aquellas otras personas insulsas que resultan aburridas a los demás. Yo valoro el aburrimiento a solas o máximo en pareja, tres ya son multitud, y las multitudes suelen ser caprichosas y fácilmente influenciables.
Ahora mismo acabo de sorprenderme mirando a través de la ventana. He dejado de escribir y he vuelto la cabeza para ver lo que hay al otro lado del cristal. No sé el tiempo que ha transcurrido desde que escribí el último párrafo hasta que he vuelto a concentrarme en lo que estaba haciendo. Da igual, punto y seguido. La interrupción ha cortado el discurso, me surge la duda de si estaba cansado de escribir sobre el aburrimiento o ha sido el dulce aburrimiento el que me ha impulsado a desconectar y dejarme sin ideas. Lo cierto es que me sentía tan bien contemplando las cosas invisibles que hay al otro lado de la ventana que no me hubiera importado morir de aburrimiento.
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