Días de libros

CRUCE DE VÍAS ·

Incluso cuando la vida se detiene y un enemigo anónimo la transforma en algo triste y doloroso, la lectura nos acompaña

Desde que tengo memoria, el 23 de abril siempre ha sido un día especial. Durante un tiempo me gané la vida vendiendo rosas en las ... mismas calles de Barcelona que años después firmé libros. Las rosas y los libros siempre me han acompañado. La lectura me traslada a través del espacio y el tiempo. Antes de cumplir los 15 años ya había dado la vuelta al mundo en menos de ochenta días. Entonces tenía la sensación de ir montado en un zeppelín que sobrevolaba el planeta. Un mundo repleto de colores se desplegaba a mis pies, atractivo y misterioso como un atlas. Mapas que dibujaban la geografía física y humana con palabras que desvelaban el plano secreto de los sentimientos. Cuando la madrugada del 21 de julio de 1969 vi por televisión a los astronautas Neil Armstrong y Edwin Aldrin andando como los personajes de un sueño por la superficie lunar, no me produjo ninguna sorpresa porque yo había paseado por la Luna algunos años antes. La aventura formaba parte de mi vida cotidiana. Sin embargo, no daba la imagen del adolescente inquieto y revoltoso sino todo lo contrario; permanecía callado e inmóvil. Las aventuras más emocionantes transcurrían dentro de mi cabeza. El año 1970 leí 'Fahrenheit 451'. El escritor Ray Bradbury hablaba en la novela de un mundo sin libros y yo memoricé cada palabra de Ray Bradbury porque no imaginaba nada más triste en el mundo que vivir sin aquella novela y sin las novelas que me habían cautivado hasta entonces y las que me quedaban por leer. ¿Cómo íbamos a vivir sin conocer la isla del tesoro, los mares del sur, la ballena blanca, el lobo estepario, los misterios de la India, las opiniones de un payaso? La vida no podía convertirse en 20.000 leguas de viaje submarino, un viaje a través de la oscuridad. Desde entonces recibo la visita de toda clase de personajes que se van acomodando en los anaqueles de la biblioteca. A diario me sumerjo en la vida que late en el interior de todos ellos y viajamos juntos sin salir de casa para no saltarnos las normas del confinamiento. Me enfrento a dificultades que ni el más intrépido aventurero osaría imaginar. Ayer mismo tuve que protegerme la cabeza con la novela 'Butcher's Crossing' de John Williams para evitar que una estampida de búfalos la aplastara. Incluso cuando la vida se detiene y un enemigo anónimo la transforma en algo triste y doloroso, la lectura nos acompaña, nos consuela, nos devuelve la esperanza. Lo dijo Franz Kafka: «No es necesario que salgas de casa. Quédate a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate completamente solo y en silencio. El mundo llegará a ti para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se postrará estático a tus pies».

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