Cumples
Cruce de vías ·
Mis héroes de la adolescencia siguen vivos, igual de jóvenes, audaces y divertidos que entoncesDice que hoy sábado ha reservado la mañana para ir a comprar regalos. Medio mundo cumple años en septiembre. Piensa en los gustos de cada ... uno de los familiares con los que tiene que cumplir. No siempre es fácil acertar, coincidir, dar en el clavo. Además el círculo se expande. No importa que ella no tenga hijos, hay toda clase de grados sanguíneos, ramas y raíces que crean el árbol genealógico. Ninguno de ellos tiene las mismas aficiones que ella, o sea que ha de transformarse y meterse en la piel de cada uno de los que celebran el aniversario. Lo han repetido muchas veces: tenemos de todo, o sea que nos reunimos a festejarlo y ya está. Pero después todos cumplen con la tradición.
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Hace tiempo que decidió regalar a los mayores alimentos y bebidas que sabe que les gusta y lo van a consumir. Los niños son otra cosa. La acompaño. Entro con ella en otros mundos. De pronto, me encuentro con un mundo de juguetes que desconozco. Mientras ella elige los regalos, yo viajo por el túnel del tiempo hasta la infancia. Recupero el mecano; el cañón antiaéreo que lanzaba bombas plateadas al avión que sobrevolaba en círculos el campo de operaciones; los indios que rodeaban con sus caballos el fuerte norteamericano del Séptimo de Caballería; los cowboys que galopaban por el suelo del comedor; el juego de magia; los juegos reunidos.
Salimos de la tienda y le digo que a mí me gusta celebrar los cumpleaños en el extranjero. Ese es mi regalo favorito que casi nunca consigo realizar. No cumplir años, estar fuera, ausente, desconectado. Sigo hablando y ella escucha con la sonrisa de quien conoce el discurso que está oyendo. Afirmo que el mejor regalo es cumplir años con buena salud, sin problemas, una verdadera fortuna que millones de personas sueñan y nunca consiguen alcanzar. Sé que todo lo que digo es un viejo discurso. Me lo contaban de pequeño y hoy volveré a recordarlo cuando llegue a casa y encienda la tele para ver las malas noticias. No hay regalos. Nadie regala nada. La gente se cruza con nosotros por las calles del centro. Llevan paquetes, parecen felices, luce el sol del mediodía en la calle de las franquicias.
Ahora entramos en el mundo de los cómics. Una parte del pasado permanece expuesta delante de nosotros. Mis héroes de la adolescencia siguen vivos, igual de jóvenes, audaces y divertidos que entonces. El tiempo no pasa por ellos. Ella ojea cuentos y novelas. Elige bien. Salimos a la calle. Sólo queda por comprar las botellas de alcohol entre once y catorce grados y alimentos selectos con fecha de caducidad. Paseamos con las bolsas llenas de objetos envueltos para regalo. Hay días que la vida es el mejor obsequio y no nos damos cuenta.
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