La bruma
CRUCE DE VÍAS ·
La vida que hay en la nada, por ejemplo, la oigo latir mucho más clara desde que el mundo permanece en silencio, expectanteOigo hablar a la gente de temas que antes apenas surgían en las conversaciones. Me encuentro con Sebas por la calle y dice que desde ... que es obligatorio llevar mascarilla se le empañan los cristales de la gafas cuando sale de casa y tiene la sensación de estar envuelto en la bruma, igual que si viviera un sueño. «Algo irreal, una pesadilla», corrige para precisar esa sensación tan extraña que siente. «Hasta que regreso a casa y vuelve la normalidad», al acabar la frase suspira aliviado y las gafas se empañan de nuevo. Lo noto raro, como si yo también formara parte de ese sueño que vive a diario. Nos despedimos sin más, no preguntamos por la familia, los amigos comunes, ni siquiera nos interesamos por nosotros mismos. Llevábamos sin coincidir desde hacía tiempo, la última vez fue exactamente en esta precisa esquina; casualidades de la vida. Me pregunto si estamos ambos perdidos en la niebla como dos partículas diminutas de agua, pero esta duda no la expreso en voz alta para no complicar aún más las cosas. «Adiós», «adiós». Lo observo alejarse lentamente suspendido en la bruma, flotando en el aire, solo, sin echar cuenta a la gente, sin mirar los escaparates, sin creerse nada del mundo que le rodea. Tal vez se considera el protagonista de un cuento fantástico, el personaje de uno de sus cuadros.
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Sigo paseando por las calles del Centro sin dejar de prestar atención a las conversaciones de los transeúntes que caminan hacia ningún destino concreto. Oigo diálogos en los que sobresale un único tema, el resto carece de importancia; como un gran río y sus afluentes. «¿Cuándo acabara esta pesadilla?, ¿acaso nos iremos todos a Marte sin haber descubierto la Tierra?», pregunta una mujer. Hay tantas cosas que yo tampoco comprendo, tantos enigmas por despejar... La vida que hay en la nada, por ejemplo, la oigo latir mucho más clara desde que el mundo permanece en silencio, expectante, sin saber hacia dónde vamos. Somos máquinas y funcionamos como elementos móviles concebidos para realizar un trabajo específico. Cada parte del cuerpo humano tiene un nombre, como las piezas de un vehículo. Sin embargo, hay una zona del cuerpo que no está fabricada de ningún material tangible. Ahí reside precisamente el milagro de los sentimientos, ellos distinguen a los seres vivos de los objetos y son los únicos capaces de vencer al tiempo y el espacio.
De vuelta a casa, libero las emociones. Los sentimientos vuelan hacia adelante y hacia atrás por el túnel del tiempo; vuelan hacia destinos infinitamente lejanos sin necesidad de calentar motores ni cumplir protocolos; vuelan hacia lo más profundo del corazón, allí donde nadie llega; vuelan a través de la memoria y la imaginación; vuelan a todas horas, porque no hay toque de queda para los sentimientos. Vuelan hacia la eternidad.
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