'Aquí también los árboles son verdes': cuando a un ser querido le toca volar

'Aquí también los árboles son verdes' se centra en el duelo de una hija por su madre, en un adiós que se eterniza en el deseo, en la desaparición del cuerpo amado y las consecuencias de la ausencia de su amor.

El texto de Paz Palau, preciso y mordaz, nos invita a transitar, desde una perspectiva algo surrealista, el largo camino que nos supone asimilar la muerte de un ser querido. Los límites entre el amor más grande que podamos imaginar y, en contraposición, el odio más profundo. El cansancio. La despedida. La tragedia. La muerte. El silencio… 'Aquí también los árboles son verdes' nos plantea un ejercicio de toma de conciencia. Y es que el ansia de permanencia, a cualquier precio, nunca puede ser la mejor opción.

En esta obra, impregnada de humor negro, en la que una madre enferma vuelve de la muerte una y otra vez porque su hija no es capaz de despedirse, la dirección de Palau, prácticamente naturalista, evidencia, en contraste con el recorrido onírico de la palabra, que nos transitamos una fina línea entre la vida y la muerte, el cariño y el hastío, la realidad y la ficción. No estamos ante un trabajo exuberante sino discreto y sentido. 'Aquí también los árboles son verdes' nos invita a realizar un viaje íntimo y, al mismo tiempo, colectivo, atravesando aquello que trasluce tras la muerte. Un viaje de esperanza, ceguera y desesperación.

Ángela Vizán, en su debut profesional, llena de sentido y desgarro la impotencia de la hija «abandonada»; Asun Ayllón nos atrapa con el proceso de animalización y olvido por el que nos arrastra la madre enferma; y Federico Peralta, ágil y encantador como ese doctor que aparece de la nada frente a la pérdida inminente del amor, nos guía con ternura en nuestra incursión como voyeurs en medio de una despedida desconcertada.

Así como la interpretación del elenco es acertada, la dirección correcta y el espacio escénico adecuado, sin sobresalir unos sobre los otros por su coherencia y sobriedad, destacan sobre el resto el diseño de luces y la banda sonora del montaje. La música, expresamente compuesta por Jorge Gas para la ocasión, es un elemento fundamental para que la puesta en escena cobre un cariz misterioso, épico y sombrío cuando la situación lo requiere. La iluminación, creada por Jorge Colomer, es la protagonista por unanimidad. Es esencial destacar sus claroscuros, que logran transportarnos al más allá.

Como conclusión podemos decir que aplaudimos el trabajo que se ha llevado a cabo en 'Aquí también los árboles son verdes' y nos quedamos con el alma encogida tras reafirmar que, pase lo que pase, siempre es ausencia lo que permanece cuando a un ser querido le toca «volar».