Confesiones de un 'raphaelista'

FLASHBACK ·

Raphael vuelve a agotar entradas en el Auditorio Municipal en su enésima actuación en Málaga, y la octava de este cronista

Sábado, 24 de septiembre 2022, 00:02

Cuando uno va a su primer concierto de Raphael, y lo disfruta, que es lo que suele pasar, ya no puede decir que no al ... siguiente. Eso significa que ya se está atrapado en este influjo, ya está convertido tal y como lo estoy yo desde hace poco más de diez años, que quizá sea poco tiempo para los más de sesenta que lleva este señor en el escenario. Así que, para compensarlo, a cada uno de los ocho conciertos de Raphael que llevo cubriendo para este periódico, siempre me ha acompañado alguien distinto. Creo que en todas las ocasiones ha sido su primera vez, y en todas Raphael les ha cazado. Ellos han caído y yo he ido sumando adeptos a una religión que solo se entiende viviéndola, habiendo estado ahí, en un concierto como el de ahora, formando parte de varios miles de personas que están ahora en el Auditorio esperando estallar en fervor. Devolviéndole al artista vítores y aplausos, sabiendo que eso para él es droga dura, y que no la va a abandonar jamás, porque en sus conciertos no hay nadie que disfrute más que él. El público comulga durante más de dos horas con la escucha emocionada de 'En carne viva', 'No puedo arrancarte de mí', y de apropiaciones como 'Vivir así es morir de amor', 'Se nos rompió el amor' o 'Resistiré', que no son del todo necesarias dado su inmenso repertorio, pero que demuestran que las canciones las hace el que las canta. Y Raphael hace suyo todo lo que toca.

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Fotos: Migue FErnández

He ido encadenando conciertos suyos hasta llegar a este, el octavo, y en todas esas actuaciones he descubierto algún matiz nuevo, otro tono en el estribillo de 'Cierro mis ojos' («para que puedas hacer lo que quieras conmigo»), le da un sentido diferente a los mismos versos de Manuel Alejandro que he escuchado cien veces. Hace falta ser muy moderno para convertirse en un clásico, porque solo lo que perdura es capaz de despertar algo que va más allá de lo generacional, rompiendo cualquier etiqueta y renovándose con el tiempo. Los clásicos son los verdaderos modernos porque despiertan emociones diferentes a generaciones nuevas. Raphael va captando nuevo público a cada paso; lo hace todavía, cuando descubres que te has pirrado por uno de los artistas que más trabajan del mundo. Uno de los más queridos de Málaga, donde, si le dejan, no hay un año en el que no toque. La última fue en el Starlite de Marbella hace un mes y medio y ahí estaba yo, junto alguno más que hay aquí, sentado cerca, y a quien ya reconozco como uno de los míos. Me preguntaron si no me cansaba de verle y de escribir sobre él y contesté que la mejor vez que le he visto ha sido la última. Igual que ahora. Y que haya más. Que todo el mundo admire a este mito. Que no se acabe nunca.

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