Sr. García .

Casa de cristal

Cruce de vías ·

No sé lo que piensan los animales, pero sin duda viven el presente de una manera mucho más intensa que nosotros

El gato ha vuelto. Pasea por la terraza como un alma en pena. No le digo nada, me quedo mirándolo a través del cristal. Anda ... con la cabeza baja pensando en sus cosas. No sé lo que piensan los animales, pero sin duda viven el presente de una manera mucho más intensa que cualquiera de nosotros. Ellos sienten la vida más cerca a cada paso, a flor de piel. No tengo animales domésticos, sin embargo me visitan gatos y convivo con pájaros, reptiles e insectos. No molestan sino todo lo contrario, salvo los mosquitos que afortunadamente ya se han ido y no regresarán hasta el año que viene. Ojalá no volvieran nunca. Paso mucho tiempo al día hablando solo, ellos también. Nos prestamos atención y nos confiamos secretos. Nos desahogamos aunque ellos no comprendan el significado exacto de mis palabras ni yo tampoco el de sus sonidos. Nos pasa igual que a esos extranjeros que viajan por el mundo sin saber más que su propio idioma. Nos prestamos atención y poco a poco vamos aprendiendo a interpretar los sentimientos.

Publicidad

He llegado a la conclusión de que apenas existen diferencias entre todos nosotros. Los veo acicalarse por las mañanas, jugar, buscarse la vida, comer, dormir, hacer el amor, pelearse, criar a sus hijos, enseñarles a volar, hacerse viejos y un día volverse transparentes. La vida delante de mí sin salir de casa. Ellos, unos y otros, me hacen sentir por un lado la angustia, la incertidumbre, el miedo. Y por otro lado me transmiten el descubrimiento, la ilusión, el misterioso porvenir. Los dos extremos de una misma vida, como si se introdujeran en nuestra piel y fueran sacando a la luz los momentos más íntimos. Como si cada mañana dieran cuerda al reloj del tiempo que señala las horas más secretas y personales de nuestro pasado. Detalles que yo había olvidado o que no quisiera volver a recordar.

Cuando llega la noche apago las luces y todo queda en silencio. Alguna palabra en sueños, algún sonido lejano. El gato que vuelve a pasar por la terraza igual que si fuera un viejo sereno, se detiene de espaldas a mí y se queda mirando el infinito. Imagino que actúa disimuladamente y con precaución porque es un cronista de la vida cotidiana que espía las casas para desvelar los secretos insondables de las relaciones familiares. Lo vislumbro escuchando a escondidas, igual que hacen los pájaros, los insectos y los reptiles domésticos. Los que están al otro lado conocen mi vida mejor que nadie y eso les otorga seguridad y confianza. Ellos saben que las personas que vivimos en casas de cristal no debemos tirar nunca piedras contra nadie.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad