Carlos Álvarez: «Sin el Auditorio, Málaga nunca podrá presentarse como gran centro cultural»
El barítono muestra su faceta como sindicalista y como ciudadano comprometido en una charla de los Cursos de Verano de la UMA
Estaba sobre el escenario, pero esta vez no como barítono. O al menos, no solo en calidad de eso. En una reivindicativa charla en los ... Cursos de Verano de la UMA, Carlos Álvarez mostró su faceta como sindicalista en la defensa de los derechos de los trabajadores de la cultura y como ciudadano comprometido con Málaga. Insistió en la importancia de educar en cultura para sentirse parte de ella, exigió más mecanismos de protección para los 'obreros' del sector y animó a aumentar la capacidad asociativa para transformar la sociedad. En su reflexión sobre la ciudad, fue inevitable la referencia al Auditorio: «Sin su presencia, nuestra ciudad no tendrá nunca la posibilidad de presentarse como gran centro de atractivo cultural», declaró.
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En un encuentro en el Ateneo conducido por el director de SUR, Manolo Castillo, Carlos Álvarez lamentó la historia de «desencuentros y de penalidades por casualidades» que hay detrás de la ausencia de esta infraestructura. Llegó «un poco tarde» cuando se desarrollaron estos equipamientos en la mayoría del país y ahora –con el proyecto redactado desde hace años y el sitio ya reservado– el Ministerio de Cultura se desvincula de la propuesta, complicando enormemente su financiación.
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Recordó que Málaga es la única capital de provincia de más de 500.000 habitantes que no tiene un Auditorio. «Seguimos así y seguiremos así», vaticinó. Una realidad que deja a Málaga fuera del circuito de ciudades que se han especializado en la celebración de festivales musicales y líricos, «una línea de actuación que nos llevaría a ser un referente».
Desmitificó la idea preconcebida que existe sobre los cantantes líricos, como profesionales exitosos: «Hay gente que canta en compañías privadas que no están dadas de alta en la Seguridad Social, que cobran entre 50 y 100 euros por un papel principal y que no pueden hacer su trabajo porque las posibilidades en esta ciudad son menos». Para Álvarez, la Málaga de los museos ha llegado a su «punto culminante» y cree que es el momento de apostar por la creación en todas sus manifestaciones, por el sector secundario. En este contexto, aprovechó para lanzar una crítica: «Un millón de euros de la Consejería de Turismo para que La Esperanza y El Cachorro vayan a Roma no me parece bien».
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«Los centros de cultura tienen que estar abiertos a la población, porque nadie se enamora de algo que desconoce»
'Arte comprometido: un posicionamiento cívico de la cultura' era el título de la masterclass organizada por la universidad malagueña y FGUMA (Fundación General UMA) en el Ateneo. A preguntas de Castillo, Álvarez definió la cultura como «la demostración última de la humanidad» y distinguió entre la «buena cultura y la cultura a secas». Es decir, entre la que requiere estudios de especialización y está enfocada a la creación y la que tiene que ver con lo tradicional y aquello que se convierte en popular.
Consideró fundamental que las instituciones públicas faciliten el acceso a esa «buena cultura» de la ciudadanía. «Los centros de cultura tienen que estar abiertos a la población, porque nadie se enamora de algo que desconoce», dijo. Y aplaudió el modelo europeo frente al que domina EE UU, donde «solo el que tiene dinero se puede permitir acceder a la cultura» al estar el sector en manos privadas. Ahora bien, entre España y Europa hay diferencias considerables. Y relató un caso personal: cuando el mundo se paralizó en marzo de 2020 y todo se canceló, él recibió una indemnización de Viena y de Londres por los compromisos que no se iban a poder llevar a cabo. «En España eso ni se planteó. Se salvaron los bares, pero el mundo de la cultura se quedó desguarnecido porque todo el mundo piensa que puede ser prescindible».
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Esa situación extrema que vivieron muchos colegas le impulsó a hacerse sindicalista y a unirse al recién creado Sindicato de Artistas Líricos de España (ALE). Forma parte de su comisión ejecutiva y desde ahí demanda, por ejemplo, que España transponga las legislaciones europeas favorables al desarrollo de la cultura y la protección de sus trabajadores y reclama una Ley de Mecenazgo que realmente dinamice el sector. «Si planteas un evento de gran impacto mediático, vas a tener financiación pública y de esponsorización con un retorno fiscal de hasta el 80%. Hacer eso se convierte en agravio comparativo. Si pensamos que lo excepcional es lo único que mueve, seremos siempre una ciudad de eventos pero no ciudad donde un jueves a las siete de la tarde tengas una función de ópera», como sucede en otros lugares.
Para él es clave «hacer que la gente se enamore del hecho cultural». Porque hay quien paga más de cien euros por el concierto de un artista urbano y sigue considerando elitista la ópera. «Si la sociedad mirara al mundo de la cultura como algo que le pertenece, no pensaría que alguien que hace el trabajo que hago yo es excepcional. No, yo soy un mero intérprete». El reto es normalizar lo que ahora parece extraordinario.
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