La nube doble

'La canción', he ahí el dilema

Lunes, 12 de mayo 2025, 02:00

El malagueño Alejandro Marín ha dado otra muestra de su brillante y cada vez más sólida carrera audiovisual. Esta vez ha dirigido los tres deliciosos ... capítulos que componen 'La canción', serie original de Movistar+ que parte de una idea de los creadores Fran Araújo y Pepe Coira, responsables de 'Hierro' o 'Rapa'. Los tres episodios reconstruyen la victoria de Massiel en Eurovisión en 1968, con todos los intríngulis políticos que adobaron aquel triunfo y las sombras por el desplazamiento de Serrat, las supuestas influencias exteriores de la Dictadura y el contexto de falta de libertades en España. Una producción que en todo caso no es sesuda sino muy entretenida, muy cuidada. Se acude a los documentos históricos existentes sobre aquel año, como archivos televisivos o recortes de prensa, y a las memorias cruzadas y a veces contradictorias de los supervivientes. Y consigue entreverar en torno al suceso histórico televisivo un hálito de aquella España a través de su fotografía granulada y una narración amable y con aroma de comedia, pero nunca ñoña o desmemoriada.

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Marín tiene la suerte de contar con un reparto muy acertado, que no se arrastra por la caricatura, salvo quizá un pelín con Fraga. Carolina Yuste borda, vaya racha lleva, un acercamiento a Massiel que logra la transfiguración sin hacer una imitación. Àlex Brendemühl está hilarante con su encarnación de Artur Kaps, mito de nuestra prehistoria televisiva. Y el personaje hilo, trasunto ficticio de un joven burócrata franquista, es protagonizado por un inspirado Patrick Criado, sobre quien descansa casi toda la trama y la narración sutil de las represiones íntimas del franquismo. Estrenada en el previo a la semana grande de Eurovisión (hoy Melody vela extensiones en Basilea, ah, para la primera semifinal de mañana), el capítulo final de la serie reproduce la gala de enfrentamiento entre el 'Congratulations' de Cliff Richard y nuestro 'La, La, La'. Dos canciones que, más allá de politiqueos, han sobrevivido a la espuma de los tiempos. La clave, ay, siempre está en la copla.

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