Camilo en Starlite: una carta de amor al buen rollo
El artista colombiano ofrece el primero de sus dos conciertos, con lleno total y un público entregado a la cultura de la felicidad y el cante ligero
Lo que pasa después de finalizar las casi dos horas de concierto en la cantera de Nagüeles define muy bien lo que es Camilo o ... el efecto Camilo, no importa como se quiera llamar. Porque confirma una de las lecciones más valiosas que se pueden aprender en la vida: hay que escuchar al artista, no lo que sugieren de él los estereotipos que tenemos marcados en nuestra cabeza. Y da igual que llevara un pantalón con un estampado de flores difícil de describir o que algunos monólogos con el público parecieran sacados del cuaderno de un poeta fracasado.
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El cantante colombiano protagonizó este jueves el primero de sus dos conciertos que tiene programado en Starlite. Con el de este viernes se cierra ciclo, al menos para la temporada de verano. Por adelantar algo... El nombre de la actual gira de Camilo es 'Nuestro lugar feliz'. Allí, en medio de una cantera que nunca deja de sorprender como lugar de conciertos, entre griterío y cánticos colectivos de unas letras pegadizas, se logró una traslación sofisticada del concepto. O dicho de otra manera: las penas en un concierto de Camilo son menos.
Con el pequeño retraso de rigor, saltó al escenario sin concesiones de ningún tipo. Descalzo y con ese bigote puntiagudo que en otros pudiera parecer el resultado de problemas personales mal resueltos, pero que en Camilo ya se ha convertido en icónico.
La noche arrancó fuerte. Primero sonó 'Una vida pasada'. Le siguió 'Millones' y 'El mismo aire', tema que Camilo comparte con Pablo Alborán. Bastaban esas tres canciones para comprobar que no siempre se necesita droga para levitar hacia un estado en el que las preocupaciones se pudren y deshilachan, aunque sea por unos momentos.
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Sin más base científica de la que dice que la música también es un estado de ánimo, Camilo fue presentando sus temas más conocidos. Sonaban 'Favorito', 'Vida de rico' y 'Tutu'. Más tarde, ocurrió un hecho extraordinario. En una de sus canciones más reconocidas, Camilo canta lo siguiente: «Tú eres el cincuenta de mi cincuenta, ahora todo sabe y huele mejor». Los chillidos escalaban de nivel y la tentación de besar a la persona que tenías a tu lado iba en aumento. Un beso con cariño, un poco naíf, no de los de meterse la lengua hasta el fondo, pero sí de los que detienen el momento y el espacio e invalidan las leyes de la gravedad.
Porque el estilo Camilo también se define en estas cosas. Si el comunismo es parco en la exhibición de colores, un concierto del colombiano es una explosión sensorial y cromática, es sonido heterogéneo, alegría, arcoíris y un poco de sana ñoñería. Un placer para los que saben mover el esqueleto y un peligro para la estabilidad ósea de los menos dotados. Pero daba igual porque, a estas alturas, el concierto hace tiempo que estaba en lo más alto.
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Y en este punto apareció una de las grandes sorpresas de la noche. Mientras Camilo ideaba frases de adulación hacia Evaluna, su mujer, y le dedicaba algunas canciones, se apagaron los focos durante un instante. Cuando la luz volvió, ella apareció sobre el escenario y lo hizo como quien entra en tu vida sin esperar nada a cambio. Miradas intensas entre los dos. Brujería y un futuro juntos aún por describir.
En esta tónica de temblar como un flan, el concierto entró en su fase final. Hubo hasta una petición de matrimonio (¿qué necesidad?) y llegó a buen puerto. En los últimos compases de esta crónica también tiene que haber palabras para la banda que acompañó a Camilo. Extraordinaria. Canela fina. Constante y en armonía, cuasi perfecta, hasta el punto de no dejar indiferente a nadie.
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La última de la noche fue 'Índigo'. Con las luces apagándose, el estribillo aún resonaba en la cantera de Nagüeles dejando una conclusión final. Es bueno respirar y sentir que te late el corazón.
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