'Buscadoras. Territorios de guerra': la otra cara de los desaparecidos
Una exposición de la fotógrafa e investigadora malagueña Panamá Díaz en el Ateneo pone rostro a las mujeres que buscan a sus familiares en Colombia
Rocío Nadales
Viernes, 11 de julio 2025, 00:52
Panamá Díaz llegó a Málaga con una maleta cargada de imágenes y memoria. No solo traía fotografías: traía historias, vínculos, ausencias y una carga de ... dignidad que no pesa pero duele. Las obras cruzaron protegidas el Atlántico como se cuida algo frágil y sagrado. 'Buscadoras. Territorios de guerra' es el resultado de una investigación visual y emocional sobre mujeres colombianas que buscan a sus familiares desaparecidos por la violencia armada. La exposición puede verse hasta el 25 de julio en la sala Frank Rebajes del Ateneo de Málaga.
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Panamá Díaz tiene 32 años. Es fotógrafa, investigadora en Estudios de Género, feminista desde muy joven, criada en Málaga y formada en Londres. Hace dos años, mientras cursaba un máster de Igualdad en la UMA, aceptó una beca de cooperación que la llevó a Colombia. Lo que encontró allí no fue un conflicto armado, fue una red de mujeres organizadas que, desde los márgenes, hacen el trabajo que el Estado no hace para buscar a sus familiares desaparecidos.
Conoció a estas mujeres en mitad de una exhumación. «Antes metían los cuerpos en bolsas de basura», le dijeron a Díaz. Desde hace poco, gracias al esfuerzo de estos colectivos, existen las llamadas «entregas responsables», en las que los restos son devueltos con respeto, con un nombre y un entierro. Algunas de esas mujeres son ahora sus amigas. Algunas la alojaron en sus casas. En la exposición, sus rostros se muestran tal como se ofrecieron: sin poses, sin segundas tomas. Cada retrato fue hecho con cámara analógica. Uno solo por persona. El resultado: una galería de mujeres que sostienen la mirada. O que eligen no hacerlo.
Las imágenes no buscan la compasión. No apelan a la lágrima fácil. Al contrario, exigen un tipo de atención que incomoda. La de quien sabe que lo que está viendo no es un símbolo, sino una vida. Y que esa vida podría haber sido la suya. Porque lo que separa a quien mira de quien es mirada no es la moral, ni el carácter. Es el contexto. Haber nacido en otro lugar.
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Díaz es consciente de su posición: «Yo tengo una visión muy occidental, muy eurocéntrica. He nacido en un país donde sé dónde está mi familia. Eso condiciona todo». Por eso, antes de exponer estas imágenes, pidió permiso. No como un gesto protocolario, sino como una forma de corresponsabilidad. La exposición no es solo suya. Es una obra compartida.
Muchas de las mujeres retratadas son víctimas del desplazamiento forzado. Algunas llevan décadas viviendo lejos de sus tierras. Deidania, una de las figuras clave del proyecto, dirigía una escuela de alfabetización en Villavicencio cuando la conoció. Esta mujer le recordó mucho a su madre. Su hermano había muerto en el terreno familiar. Durante dos décadas su cuerpo estuvo allí, bajo la tierra que les fue arrebatada. «A mí eso fue lo que me hizo conectar con el proyecto», confiesa Díaz.
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La mayoría de las mujeres que aparecen en la exposición buscan desde hace años. Algunas desde hace décadas. Buscan a hijos, hermanos, padres. Caminan por territorios hostiles donde aún actúan guerrillas y paramilitares. Donde la tierra es tan fértil como peligrosa. Donde encontrar un cuerpo puede ser también encontrarse a una misma. «Muchas de ellas se sienten bendecidas por Dios. Porque están vivas. Porque han podido enterrar». Porque en un país con más de 140.000 personas desaparecidas, encontrar cualquier resto es un milagro.
Audios con las historias
La muestra incluye un código QR que permite escuchar un audio de 25 minutos en el que algunas de las mujeres narran su historia. Voces que se entrelazan con los rostros, un puente entre lo visual y lo sonoro. Escuchar es, aquí, una forma de mirar más profunda. «Me gustaría que la gente que venga se conectara con esas realidades. Que sintiera que, aunque no les haya pasado, podría haberles pasado. Que se fueran de aquí con algo movido por dentro».
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Antes de exhibir la obra en Málaga, se expuso en Bogotá. Esta muestra nació gracias a la financiación de la Embajada Española en Colombia. A veces, le incomoda que su nombre esté al frente del proyecto. Sabe lo que implica ser una artista española hablando de Colombia. Ha leído, ha reflexionado, ha dudado. Ha consultado a compañeras, ha corregido el rumbo. Y Panamá Díaz sigue aprendiendo: «Lo que me guía no es el miedo a equivocarme. Es el deseo de hacerlo bien. Si la cago, que me lo digan. Para eso estoy».
«El trabajo artístico también es resistencia. Porque la resistencia pasa por hacer lo que no se hace desde las instituciones», explica Díaz. El proyecto no es una obra terminada. Es un proceso en evolución. La fotógrafa tiene pensado regresar a Colombia en septiembre para realizar otros seis meses de investigación, con la meta de crear una «biblioteca de la resistencia» que conecte a mujeres buscadoras. Y, mientras tanto, continúa compartiendo parte del proceso a través de su cuenta de Instagram, @panamadiaz.
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El dolor que atraviesa este proyecto no es ajeno, aunque ocurra lejos. Hay algo en estas historias que interpela a quien se detiene a escuchar. Panamá Díaz lo resume con una frase que puede hacer reflexionar: «Creo que rechazamos el dolor a nivel social porque no somos capaces de sostenerlo. Pero lo único que crea eso son sociedades enfermas».
Buscadoras no ofrece respuestas. Propone una pausa. Un lugar para mirar sin desviar la vista y para escuchar sin filtro. Porque cuando una mujer busca un cuerpo durante décadas, lo menos que se puede hacer es no mirar hacia otro lado.
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