Bobastro, el otro caminito del rey

Más que un reducto cristiano frente al emir Omeya de Córdoba, los últimos estudios muestran que la inexpugnable ciudad malagueña de Ibn Hafsún lideró una guerra civil al tratar de instaurar su propia dinastía. Su testimonio de poder espera aún a ser desenterrado

Domingo, 21 de junio 2020, 00:26

Es la misma carretera que conduce al Caminito del Rey. Pero antes de una curva cerrada de la MA-5403 se abre otra vía, más ... pequeña, con un indicador morado que invita a visitar Bobastro y llevar cámara. Tenemos intención de lo primero y no falta lo segundo, así que con el equipo adecuado y, tras una pronunciada bajada, comenzamos a subir unos cinco kilómetros en busca de ese destino milenario. Una subida que es en realidad otro caminito del rey, ya que conduce al imperio del cristiano Umar Ibn Hafsún, que amenazó el esplendor Omeya en Al-Andalus en los siglos IX y X hasta el punto de hacerlo tambalearse. Y mientras la carretera no deja de escalar la montaña se entiende muy bien por qué esta ciudad medieval fue una villa inexpugnable, que extendió una auténtica guerra civil por el territorio desde Algeciras hasta las puertas de la mismísima Córdoba. Aunque al llegar arriba, las lecturas históricas de esta ciudad como reducto cristiano frente al emirato se difuminan. Porque fue más que eso, un intento de crear su propio estado, su dinastía, pero no por motivos religiosos o patrióticos como la historiografía hispana ha divulgado de manera repetitiva, sino por la ambición política de un aprendiz de sastre, Ibn Hafsún, que, pese a lo mucho que se ha escrito sobre él, ahora comienza a destapar sus perfiles más allá del personaje. Muchos de sus secretos están enterrados en esta montaña del término de Ardales, aún por excavar. Una ciudad por descubrir. Una ciudad tan desconocida como su creador, el hombre que quiso reinar..

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«Bobastro es una excepción, ya que es el único lugar en el que la labor constructiva de unos rebeldes alcanza la categoría de una madina, una ciudad», expone el historiador e investigador Virgilio Martínez Enamorado, que lleva estudiando este yacimiento desde mediados de los noventa y fue el director de la última excavación realizada en el yacimiento en 2001, que sacó a la luz una iglesia de finales del siglo IX que fue la «catedral» que legitimó precisamente la conversión al cristianismo de Umar Ibn Hafsún, además de su poder. Y aunque lo de catedral suene excesivo si se mira este paraje montañoso y abandonado con los ojos de hoy, el experto nos transporta a aquel templo de hace algo más de mil años para descubrirnos que fue la «sede episcopal» de ese nuevo obispado que se extendía por los dominios hafsunís en Al-Andalus y situado junto al palacio de este aspirante a emir en una urbe que se extendía en una superficie de casi 60 hectáreas.

El asedio a Bobastro se dirigió desde la fortaleza de Talyayra, en Álora, donde en breve el historiador Virgilio Martínez realizará unas excavaciones que permitirán conocer mejor este episodio

Para hacerse una idea de las dimensiones de aquella gran ciudad de finales del siglo IX, solo hace falta ir desde esta seo aledaña al alcázar y al palacio hasta la basílica excavada en piedra que se encuentra más abajo, cuya monumentalidad la ha convertido en el principal icono de Bobastro. Un trayecto que es mejor hacerlo en coche, porque son unos dos kilómetros que dan idea de la gran madina que construyó Ibn Hafsún. El héroe cristiano, el señor feudal o el descendiente de la aristocracia visigoda que ha dibujado la tradición histórica, muy idealizado por lo religioso e incluso el patriotismo hispano, pero con los que rompe por completo las investigaciones del arabista Martínez Enamorado que sitúa en una novedosa coordenada su enfrentamiento a Córdoba. «Lo que realmente quiso crear es una 'dawla', una dinastía alternativa a la de los omeyas, pero tenía un problema de legitimidad porque no descendía de la familia del profeta, por lo que buscó esa legitimidad en su conversión al cristianismo y en sus alianzas con potencias extranjeras», sostiene el experto que deja claro que el creador de la estirpe hafsuní actuaba según los parámetros musulmanes y «su espejo son los omeyas porque en realidad quiere ser como ellos y ocupar su lugar».

Arriba, Francisco Marmolejo señala un muro del alcázar de Bobastro con un estilo constructivo precedente de Medina Azahara. Abajo, talla con el rostro del sublevado Ibn Hafsún y una cruz bajorrelieve en piedra en el yacimiento malagueño. Félix Palacios

Esa capacidad para jugar tanto en el terreno político como en el religioso es lo que confiere al sublevado Ibn Hafsún una condición excepcional que se refleja en Bobastro, la sede desde la que ejerció su control en Al-Andalus. Por eso, Virgilio Martínez utiliza a la vez dos perfiles que pueden ser contradictorios para definir al personaje como «fascinante» y «oportunista». «Es un hombre poliédrico, que nace musulmán, se hace cristiano y finalmente chií cuando entra en alianza con todas las potencias árabes que se oponen a los omeyas de Córdoba», resume el historiador y autor de la gran obra recopilatoria sobre Bobastro, 'Umar ibn Hafsún: de la rebeldía a la construcción de la Dawla', que rechaza de pleno esa visión decimonónica tan extendida del personaje como un protohéroe español y mártir cristiano.

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Antes de Medina Azahara

En esa línea de revisión de lo que conocemos del enclave malagueño se sitúa también la última investigación de Francisco Marmolejo, que analiza la arquitectura y la arqueología del que fue corazón del poder de Bobastro, el alcázar y los palacios intramuros, que hoy día se encuentran cubiertos por la maleza y sin señalización alguna –son terrenos privados– que adviertan que allí está el kilómetro cero del poder hafsuní. Partiendo de las excavaciones realizadas en los años 20 por Cayetano de Mergelina –las únicas realizadas en la fortificación pese a su importancia–, el especialista en historia del derecho y arqueología medieval ahonda en esa cultura musulmana de la que proviene Ibn Hafsún ya que «la arquitectura de los dos palacios que existen en el alcázar –primero el rebelde y después el omeya que se construye sobre las ruinas del anterior tras su derrota– son precursores de las edificaciones que se van desarrollar más tarde en Medina Azahara».

Una reciente investigación de Francisco Marmolejo identifica la arquitectura del alcázar de Bobastro como precedente de lo que se verá en Medina Azahara

Esta afirmación refuerza la visión de Bobastro como un espacio a imagen y semejanza musulmana, más que como reducto de la cristiandad. Marmolejo, que acaba de publicar 'El palacio fortificado de Ibn Hafsún y sus husun-abwab', incluido en la Conferencia Internacional de Fortificaciones de la Costa Mediterránea que organiza el CSIC, sostiene que «aquí se labran sillares, se esculpen mármoles, se pavimentan suelos, se decoran paredes y se canalizan aguas», los cuales son «obra de talleres omeyas procedentes de Córdoba». Así, Ibn Hafsún no solo compitió políticamente con el califato, sino también desafió su esplendor constructivo para legitimar su poder. Un estilo arquitectónico que el investigador muestra a pie de yacimiento, mostrando que la técnica de extracción de los sillares de las canteras en Bobastro también se verá en Medina Azahara, señalando la disposición de los muros a tizón o a soga, o la cerámica vidriada aparecida y cuyos mejores ejemplos se exhiben en el Museo Arqueológico Nacional o el de Málaga.

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Todos estos vestigios nos hablan de una ciudad imponente creada por el aspirante a emir Umar Ibn Hafsún en una zona montañosa, casi inaccesible y desde la que diseñó un escenario de operaciones que incluyó a media Andalucía e hizo tambalearse al emirato de Córdoba. Bobastro nunca cayó por las armas, sino por el asedio y el aislamiento. Abderramán III entró al fin en el 928 y arrasó el palacio hafsuní, símbolo del desafío de este estado alternativo que se mantuvo casi medio siglo. Fue entonces cuando pudo proclamarse califa, tras el cerco a la madina malagueña que dirigió desde la fortaleza de Talyayra, en la cercana Álora, donde en breve el historiador Virgilio Martínez Enamorado realizará unas excavaciones que permitirán conocer mejor este episodio.

Unos estudios a pie de yacimiento que el experto también reclama para la todavía desconocida Bobastro, donde no se interviene desde hace casi dos décadas. A lo que hay que añadir la construcción del embalse del Tajo de la Encantada en los años 70, que arrasó un 30% de este patrimonio único. «Pero todavía nos queda todo el resto por excavar, que es inmenso y un reto desde el punto de vista de la investigación, a la vez que se une su futuro por sus posibilidades turísticas», sostiene el arabista, que además destaca la importancia de la inclusión de Bobastro en la candidatura del Caminito del Rey a Patrimonio Mundial de la Unesco. Culminar esta declaración supondría salir del abandono para el yacimiento. Y que Ibn Hafsún volviera a reinar.

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