Sin centro de gravedad

Flashback ·

Cuando era pequeño, en mi casa se escuchaba mucha música italiana, pero poco de Battiato

Sábado, 22 de mayo 2021, 01:12

Cuentan que en el castillo que Franco Battiato reconocía como una de sus posesiones más preciadas, en Milo, Sicilia, junto a un volcán, se construyó ... en el sótano de 200 metros cuadrados una pista de baile con suelo de roble para danzar allí, como los zíngaros del desierto, con candelabros encima. El baile era una de sus grandes pasiones. Lejos, en la casa de campo que Francisco Brines tenía en Elca, cerca de Denia y con vistas a la montaña del Montgó; allí recibió a los amigos e hizo de ese espacio un universo a base de sobremesas. En esa casa conserva una imponente biblioteca a la que el poeta siempre regresaba y en la que escribió probablemente sus mejores versos. A los dos artistas les unieron las iniciales, F.B., y la idéntica semana de su muerte. Battiato con 76 años, afectado de Alzheimer y Brines, con 89 años y una salud que llevaba tiempo deteriorada, unos días después de recibir el premio Princesa de Asturias en una ceremonia íntima y doméstica. Hay dos extremos que han mantenido las visiones tan dispares de Battiato y de Brines. Uno es la consternación ante la realidad mutable. Y otro, entender la realidad como fiesta última de la existencia. La orientación hacia la belleza emprendida desde una postura extraña e inclasificable. Sin homologar.

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Cuando era pequeño, en mi casa se escuchaba mucha música italiana, pero poco de Battiato. Pensar en él y escuchar ahora algunas de sus canciones más clásicas, como 'La cura', que es mi favorita, me devuelve a la extrañeza que gobierna siempre la primera vez. Las letras rarísimas se mezclaban con un sonido que podía rendirse al rock progresivo, a la electrónica, al minimalismo o a las raíces étnicas hasta virar hacia el pop de consumo masivo. Battiato vendió millones de discos casi sin pretenderlo, y demostró que se puede ser superventas y mantenerse fiel a esa extrañeza, fiel a un significado que nunca queda del todo claro. Todo el universo obedece al amor. El silencio del rumor de la válvula a presión. Las letras se funden en los versos hondos del baile. La lucha inútil por la paz. El frágil encanto de la vida. El nomadismo de estilos y de géneros.

Con una biznaga en la chaqueta apareció Battiato en la plaza de toros de La Malagueta en un concierto que intercambió la sublimación con lo errático. Fue el 13 de julio de 2017, a una hora que resultó tardía para el cantante que dio muestras de debilidad en el último tramo de aquel recital que resultó sin embargo inolvidable. Allí supe que ya se encontraba en los comienzos de una enfermedad degenerativa que te deja sin memoria.

Francisco Brines descansa en su luz. Así, 'Yo descanso en la luz', se llama una antología de sus poemas publicada por Visor y seleccionada por Luis García Montero, que en el prólogo hace alusión a la condición de 'radical' del poeta, de una voz «que busca por norma su raíz, su condición última, la ley de un corazón que ama la vida y asume la conciencia de sus límites, su final, su desembocadura en la nada».

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Al final es la obra la que permanece: canciones y poemas detenidos en el tiempo y en el espacio, que también se queda. La pista de baile de Franco Battiato y la biblioteca de Francisco Brines albergarán, quién sabe, nuevos pasos hacia un futuro donde lo hermoso, después de todo, prevalecerá.

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