López, en la exposición de RARA en La Térmica. Migue Fernández
La Granizada

Antonio Javier López: «Al sector cultural le ha ido muy mal mirando a la gente por encima del hombro»

Director de La Térmica

Jueves, 14 de agosto 2025, 00:20

Algo teatral, comienza quejándose de las inusuales poses que le propone Migue Fernández, el fotógrafo. «No he dormido esta noche por los nervios», exagera. La ... sesión le incomoda menos de lo que parece pero más de lo que le gustaría, meticuloso como es. Porque las granizadas tienen un tono (y una imagen) más informal que las entrevistas habituales. Y él lo sabe, ha hecho más de una... pero desde el otro lado. Antonio Javier López, director de La Térmica desde 2023, fue redactor en SUR durante veinticinco años, las dos últimas décadas especializado en información cultural. Y se las conoce todas. «Ya estás grabando, ¿no? Lo sabía».

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–A ver si te suena esta pregunta... Cuando rellenas un formulario, ¿qué pones en la casilla de profesión?

–¡Qué buena pregunta! (Risas). ¿De quién es? Tuya no será...

–Es tuya.

–¿A quién se la hice?

A Alessandra García. En una granizada en el verano de 2020.

–¡Ostras! Sí, que se trajo un flotador y se metió en el agua de la playa de La Malagueta para la foto.

–¿Tú qué responderías?

–Periodista y gestor cultural.

–¿Estás más cómodo como entrevistado o como entrevistador?

–Como entrevistador, sin duda.

–¿Te has sacudido ya el síndrome del impostor?

–Fíjate, lo sufrí más cuando empecé en el periódico. Pero cuando llegué a La Térmica ya llevaba veinte años escribiendo del sector cultural, conociéndolo. Y luego tuvimos la experiencia del Aula de Cultura, que ayudó bastante.

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–¿Y cuántas veces has pensado: «¿Dónde me he metido?»?

–Algunas. Hay momentos exigentes, pero en general lo estoy disfrutando muchísimo.

–¿Desde qué barrera es más complicado lidiar con políticos?

–Desde el periodismo. El contrapeso que ejerce genera unas tensiones mucho más evidentes. En la gestión cultural, en ese sentido, estoy teniendo muy buena experiencia. Y no creo que La Térmica hubiera llegado donde ha llegado sin libertad e independencia.

–¿Le regalarías una de tus tote bags a Salado?

–Por supuesto. Es más, ya se la regalamos cuando cumplimos el décimo aniversario, que tuvimos dos modelos conmemorativos.

–Tú las usas mucho.

–Sí, sí. En verano me gusta ir con pantalones sueltecitos porque soy caluroso. Y necesito meter la cartera, las llaves, el móvil y las gafas en algún sitio, Además, como soy coqueto, ya lo sabes, necesito combinarlas con lo que llevo puesto. Así que tengo una colección de tote bags nada desdeñable. Soy la Imelda Marcos de las tote.

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–¿Cómo viste un moderno?

–Pues no tengo ni idea. Supongo que como le dé la gana. En realidad, cualquiera debería vestir como le dé la gana.

«Soy la Imelda Marcos de las tote bags. Me gusta combinarlas con lo que llevo puesto»

–¿Cuántas veces has escuchado eso de «Esto lo pinta mi niño»?

–Unas pocas, unas pocas. Creo que tiene que ver con cierto prejuicio hacia el sector cultural. Es una manera sesgada de acercarse a ella, quizá por desconocimiento. Pero es una reflexión que tiene poco recorrido, tan poco que a veces ni siquiera sé si entrar en esa discusión.

–¿Es una batalla perdida?

–No, en absoluto, pero hay días que te pilla con más fuelle que otros. Creo que hay que dar esa batalla, que siempre hay que hacer pedagogía. Pero sin subirte a ninguna parra. Al sector cultural le ha ido muy mal mirando a la gente por encima del hombro. Somos trabajadores de la cultura, o al menos así me considero yo. La altivez nunca le ha venido bien a la cultura. Tal vez a quien diga que esto lo pinta mi niño habría que preguntarle qué le lleva a decir eso, por qué lo piensa. Hay gente que ataca aquello que no entiende.

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–¿Recuerdas los siete pecados capitales?

–Más o menos...

–¿Caes en alguno?

–Me encantaría caer con más frecuencia en la lujuria (Risas), pero creo que peco de ser demasiado iracundo cuando no toca.

–¿Y cuál consideras más perdonable?

–La lujuria, la lujuria. (Risas).

–¿Te resulta más difícil la conciliación ahora que antes?

–La Térmica organiza más de 300 actividades al año, a las que hay que sumar las del Centro Cultural La Malagueta. Si quitas enero, que por tema presupuestario es prácticamente inhábil, y agosto, hay semanas que tenemos cinco o seis actividades por la tarde. No estoy presente en todas, pero me gusta estar en la mayoría. Conciliar siempre me ha resultado muy complicado. Porque el periodismo tiene una falta de previsión que forma parte de su naturaleza, de la adrenalina que genera y de su extraordinario encanto, pero que también la dificulta.

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–¿En la gestión cultural se hacen más amigos o enemigos?

–Tienes la suerte de tratar con gente que comparte tus intereses e inquietudes, aunque no necesariamente tu visión del mundo, pero no creo haber hecho nuevos amigos. Tengo pocos amigos, no es una palabra que use fácilmente. Mis amigos son los que ya tenía antes.

–¿Has aprendido a decir que no?

–Casi la mitad de mi trabajo consiste en decir que no.

–¿Y cómo lo llevas? Porque antes hablábamos del síndrome del impostor, pero hay otro pelgroso: el del agradador.

–Tengo claro que, cuando tienes una responsabilidad así, no puedes agradar ni caer bien a todo el mundo. La Térmica y La Malagueta tienen la suerte de recibir muchas propuestas de distintos ámbitos y a todos no les puedes decir que sí, sobre todo porque cada centro tiene su propia identidad y su propio discurso. Pero tengo la convicción de que se pueden decir las cosas claras sin decirlas mal. Y ese ejercicio de decir bien las cosas, desde la empatía y el respeto, creo que es muy necesario.

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–¿Cuál es tu plan favorito de verano?

–Levantarme pronto, leer en la terraza antes de que los niños se despierten, desayunar con ellos y con Maite en casa y bajar a la playa. Ver amanecer o atardecer en la playa es un lujo. También nos encanta ir a Genalguacil, que para nosotros es muy especial.

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