Alberto Cortés y La Chachi estrenan en Madrid: «En Málaga no hay sitio para nosotros»

«Aquí no hay sitio para nuestro trabajo», coinciden ambos. Hablan por separado, pero el argumento es el mismo. En las últimas semanas, el dramaturgo e intérprete Alberto Cortés ha hecho una performance callejera en el Fira Mediterrania de Manresa y ha presentado en el festival de teatro y danza contemporánea BAD Bilbao su pieza 'El Ardor', que se estrenó en el Teatro Central de Sevilla y que le ha valido una nominación a a mejor autor en los Premios Escenarios de la capital hispalense. «No paro de trabajar fuera, pero donde las propuestas son imposibles de desarrollar son en mi propia ciudad», argumenta.

La coreógrafa y bailaora La Chachi y todo su equipo han preparado desde Málaga la obra que este sábado 13 de noviembre enseñarán en el Teatro Pradillo de Madrid y para la que, sin haberse presentado todavía, ya tienen cerradas otras fechas en la capital: «Pero en cambio no puedo compartirlo con mi gente», lamenta.

Los creadores independientes dedicados a las artes contemporáneas vivas y de vanguardia se sienten huérfanos de escenarios, una ausencia que les ha llevado a unirse en el colectivo Vergel para romper juntos este bloqueo (junto a Cortés y La Chachi están la poeta Violeta Niebla, la actriz Alessandra García, la bailarina Ximena Carnevale, la violinista Luz Prado, el director Cristian Alcaraz, el creador teatral Ramón Gázquez y la bailarina Rebeca Carrera).

La pandemia ha complicado su situación. Desde la crisis del coronavirus, el Teatro Cánovas ha dejado de gestionar la Sala Gades, el salón de actos del Conservatorio de Danza que en los últimos años se había convertido en un refugio para los nuevos lenguajes. Tampoco cuentan ya con la Sala B en el propio Cánovas, para creaciones alternativas de pequeño formato, por lo reducido del aforo. Y, al mismo tiempo, la apuesta por la creación local del Cervantes se concentra en su mayoría en Factoría Echegaray. El laboratorio escénico aúna a diferentes profesionales para sacar adelante nuevas producciones desde Málaga, pero no hay lugar para estas propuestas de compañías. «Las creadoras independientes dirigimos, interpretamos y llevamos un trabajo de investigación que no encaja aquí», analiza La Chachi.

Y la programación general de los teatros convencionales no tienen hueco para ellos. Un programador malagueño, por ejemplo, justificó el no contar con la obra de Alberto Cortés por ser demasiado «arriesgada» y «radical», aunque le gustara. Adjetivos que, para el dramaturgo, deberían entenderse como consustancial a la creación, como algo que suma.

Al menos ellos, como dice La Chachi, tienen «la suerte de poder estrenar fuera». 'Los inescalables Alpes, buscando a Currito' es una especie de «exorcismo rociero», una «purga» de todos los males. Con el himno de la Hermandad de Triana de la Virgen del Rocío camino de Ayamonte, La Chachi se mueve en una improvisación de 60 minutos, como un cuerpo «en constante peregrinación, que no para, que va al éxtasis para encontrarse». Se repite solo el estribillo una y otra vez, como un mantra que recita un coro rociero en el directo. «Empiezo tranquila, pero cuando me activo lo hago para no volver», explica.

Lo hace a través del flamenco y el krumping, un estilo de baile urbano popularizado en las calles de EE UU y caracterizado por un movimiento libre, expresivo, exagerado y muy enérgico. Amante de la electrónica, la 'bailaora callejera' prescinde de ella esta vez buscando el sonido más puro: «Me expongo mucho corporalmente, quería todo fuera sencillo y tradicional: guitarra percusión y canto».  

Alberto Cortés mostrará su propuesta en Réplika Teatro el 21 de noviembre. Aún inacabada, en esta performance de poesía y danza el malagueño se adentra «en el mundo nocturno de los bares y del amor marica». 'One night at the golden bar' habla desde una mirada queer de esas historias que se originan en estos lugares, de las identidades de género y de las múltiples manifestaciones del amor.

«Hay una especie de vacío en cómo nos relacionamos la comunidad marica desde la idea amorosa. Se pone mucha carga en un contenido muy sexualizado y se deja poco hueco para la declaración romántica y afectiva». Y en ese aspecto es donde la pieza ejerce de altavoz: «en lo emocional y no en lo sexual». Alberto Cortés lo afronta como un «ejercicio de reflexión y autocrítica» desde dentro de la propia comunidad LGTBI. «Sobre cómo nos estamos visibilizando o cómo nos visibilizan desde fuera. Es una declaración de amor en primera persona, y eso hace que se genere algo muy de tú a tú, como si fuese el espectador el objeto de mi amor». Cuerpo, palabra, canción y poesía se entremezclan en esta pieza «como si fueran uno».