Ajedrez en la prisión de Archidona: «Cuando juegas no te sientes preso»
El tablero es como la vida y, de todos los movimientos posibles, ellos eligieron la peor jugada. Ahora gestionan sus impulsos y aprenden de sus errores frente a las 64 casillas
Carlos cumple 25 años de condena por asesinato en la prisión de Archidona. «Me comí el peón, tenía que haber pensado más», reflexiona. De todos ... los movimientos posibles, «elegí la peor jugada». A Marwan le cayeron seis años por dos robos. «Y este es mi tratamiento para tomar buenas decisiones y no volverme a equivocar», dice antes de ponerse a prueba ante las 64 casillas. Aurelio, en el ecuador de su pena por tráfico de drogas, solo piensa en salir de aquí y enseñarle a jugar a su hijo. Todos acaban de perder una partida de ajedrez, pero no dejan de sonreír. Porque en el momento en el que se sientan a la mesa, su realidad cambia: «Eres un jugador, no te sientes preso», «estás metido en la partida, no en la cárcel», coinciden.
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Durante unas horas, los presos de Archidona –donde ingresan quienes tienen condenas en firme– salieron mentalmente de su reclusión con una exhibición de ajedrez a cargo del gran maestro y número 20 del ránking nacional, Ernesto Fernández Romero. El malagueño jugó un partida a ciegas y compitió de forma simultánea con doce reclusos en una actividad organizada por el centro educativo Nelson Mandela, la escuela de la cárcel, en colaboración con el programa AulaDjaque de la Junta de Andalucía, coordinado por Manuel Azuaga.
No se trata de una iniciativa pensada para entretener. El objetivo es mucho más ambicioso: trasladar las herramientas que aporta el ajedrez a unas vidas desestructuradas y a unas personalidades complejas. El tablero les ayuda a «controlar la impulsividad», el comportamiento que a muchos les ha llevado a estar entre rejas. Aquí tienen que respetar los turnos, guardar silencio y analizar la jugada, explica el profesor del CEPER Nelson Mandela, Juan Ramos. «Pensar antes de actuar», apostilla Azuaga. Y si pierdes, «es porque tú has cometido un error y tienes que mejorar, no vale buscar excusas», aporta Fernández. Cada movimiento que ejecutes, «tiene unas consecuencias» sin posibilidad de marcha atrás.
Los reclusos se enfrentaron en partidas simultáneas al gran maestro Ernesto Fernández Romero
Hablan de algo universal, pero cuando estos argumentos se escuchan tras los barrotes todo cobra otro sentido. Los presos siguen atentos la intervención de Manuel Azuaga, socio fundador de Ajedrez Social de Andalucía, que les hace ver que este deporte les abre «un camino para el cambio». Ellos asienten con la cabeza, se ven reflejados en lo que cuenta. «¿Cuántos de aquí conocéis el mate pastor?», pregunta. Y un buen número levanta la mano, saben cómo es uno de los jaque mate más cortos que se conocen, con apenas cuatro movimientos. «Pues eso no es saber jugar al ajedrez», sentencia Azuaga. «Con los trucos no se va a ningún lado. Para hacer una buena partida hay que pensar». Y les lanza una advertencia: «Cuando os enfrentéis a Ernesto, queda prohibido el mate pastor».
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Y comienza el juego. Cada partida empieza y acaba con un apretón de manos, un detalle que puede parecer banal pero que gana potencia en un ambiente conflictivo. De repente, el alboroto de más de 30 hombres da paso a un absoluto silencio. El gran maestro lo reconocía tras la competición, le había «impresionado» el nivel de concentración de los participantes. Apenas levantaban la cabeza del tablero pensando en el siguiente movimiento. Alguno incluso se tapaba los oídos para abstraerse de todo. A lo sumo, se escuchaba algún que otro resoplido de quien veía que la jugada se complicaba. Y, por supuesto, sonaban de fondo los 'walkies' de los funcionarios, el recordatorio constante de que este no era un pabellón deportivo convencional.
Horas vacías
«He jugado con muchos aficionados que no tienen su nivel, tienen unos conocimientos básicos muy interesantes», decía sorprendido Ernesto Fernández. Es lo que pasa cuando hay tantas horas vacías un día tras otro. En el módulo se llenan de dos formas: con parchís o ajedrez. «Pero el parchís no me gusta. Es cuestión de suerte. Aquí gana tu inteligencia, es más estimulante», explica Aurelio. Desde hace cuatro años, desde que ingresó en prisión, se ha «reenganchado» a una afición que había abandonado durante los años en los que el dinero de la droga le tentó. «Me ha hecho comprender que siempre tienes que ver la siguiente jugada». Ahora enseña a sus compañeros, Marwan entre ellos. Solo lleva un año jugando: «¡Y ya me ha superado!».
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En un momento complicado de su vida en el que se sentía «perdido», descubrir el ajedrez le ayudó a «tomar decisiones difíciles». «Y esto ya lo voy a llevar conmigo toda la vida», asegura Marwan. Se ríe cuando reconoce que cada noche en su celda repasa mentalmente la partida que ha perdido un rato antes. Igual que Carlos, a quien se enfrenta habitualmente. «Sin ninguna duda te quita mucha cárcel. Incluso después de la partida, recapacitas sobre lo que has jugado», añade Carlos.
En una de las mesas de competición, otro preso argumenta su postura frente al tablero: «Si una persona me gana solo por mis fallos, no por sus méritos, entonces me cabreo». Afortunadamente, «este no es el caso»: Ernesto Fernández no le da tregua. «Gane o pierda, yo puedo decir que he jugado contra el número 20 de España». Y en cuestión de orgullo no existen rejas.
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