Proyectos para concienciar al espectador a través de microdocumentales
Unos 135 alumnos de la Facultad de Comunicación participaron en esta iniciativa que intenta dar visibilidad a las asociaciones malagueñas
Cristina Jiménez
Martes, 13 de febrero 2024, 10:15
Es su primera edición y apunta maneras. Un festival que quiere recoger proyectos de alumnos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación para dar ... a conocer las labores que se llevan a cabo en las organizaciones existentes a día de hoy en Málaga. La Escuela de Ciudadanía y Convivencia es la organizadora de este Festival de microdocumentales en el que participaron 135 estudiantes; divididos en grupos, se crearon un total de 28 piezas visuales, en la que cada una de ellas mostró distintos proyectos sociales. Aprendieron cuál es el alcance e impacto social del Tercer Sector y vieron, que más allá de los nombres y títulos de las asociaciones, se esconden historias y testimonios que merecen ser escuchados, para así comprender mejor la realidad.
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Todos merecían estar premiados por el trabajo, el esfuerzo y la labor que llevaron a cabo, pero solo cinco de ellos obtuvieron la calificación estrella. Uno de ellos fue 'Tecnoadictos', donde trabajaron de primera mano con la Fundación para la Salud con Impacto Social. La temática de su documental y el protagonista estaban claros, a día de hoy concienciar sobre el exceso en el uso de la tecnología es todo un reto, y ellos se atrevieron con él. Jorge Solís se convirtió en el personaje principal de la historia, primero quedaron todos juntos para conocerse y para, como el mismo Solís explica. «romper el hielo». La diferencia de edad entre los estudiantes y Solís no iba a ser un problema, en este caso fue todo lo contrario, una oportunidad para «entender y ver cómo diferentes generaciones entendemos la tecnología», afirma Solís.
El tiempo y la distancia para trabajar se convirtieron en un gran desafío, pero nada que la tecnología no pudiera solucionar. «Lo que más me gustó de toda la experiencia fue que siempre hubo respeto por parte de los estudiantes hacia lo que iban a contar», recalca Solís. Era importante para poder obtener un buen resultado que siempre estuvieran en contacto, para que la visión final del documental fuera fiel a la Fundación para la Salud con Impacto Global.
Proyecto en marcha
Pero todo este proceso, como bien explica uno de los estudiantes, Adriano Ferrer, tuvo una fase previa de investigación. «Necesitábamos encontrar una asociación con la que trabajar y con la que pudiéramos entender el fondo social», explica Ferrer. Pero por qué este grupo se decantó por crear una historia basada en la tecnología fue una difícil decisión que tuvo una explicación. Mario Delgado admite que «la inmigración o la pobreza son temas con un toque más emotivo, pero la tecnología tiene un punto distinto, nos serviría para diferenciarnos del resto».
De esta forma, los cinco miembros intentarían conformar una narración audiovisual con muchas historias, para intentar mostrar de primera mano todo lo que ocurre en Málaga, ya que, tal y como explica Jorge Solís, «cuando hablamos sobre iniciativas de trabajo social siempre se piensa que es dar de comer a los pobres o a drogadictos, pero hay tantos trabajos diferentes que se pueden hacer por la comunidad y que no se están visibilizado», este proyecto se convirtió en la oportunidad ideal para mostrar las labores que se pueden llevar a cabo, y así lo hicieron.
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«Los jóvenes necesitan ver y oír lo que existe», argumenta Solís. Cámaras, micrófonos y todo en marcha para que empezaran las grabaciones. Reservaron una sala para hacer la entrevista con Jorge Solís en la que, como cuenta David Armario, «estuvimos muy cómodos, nos enseñó material que tenían y quedó una entrevista muy curiosa».
Cada uno tenía su función, la imagen, el sonido o el montaje, pero desempeñar un trabajo de estas características no es nada fácil. Ellos mismos cuentan que «cada uno tiene su vida, sus trabajos y contar con la disponibilidad de los cinco no era fácil». Tras un largo trabajo llegaron a la fase final, el montaje del microdocumental. «Durante el rodaje hubo varios problemas en las grabaciones de los planos, en postproducción se tuvo que editar», explica el encargado de edición, Adriano Ferrer.
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La imagen que querían relatar era muy representativa: «Vas en el metro, cada uno está con su móvil y no te das cuenta de que los demás también están con él, hasta que no miras más allá no eres consciente de que todo el mundo está igual que tú», explican los cinco.
Exposición final
El resultado final no estuvo expuesto en una sala gigante, pero fue premiado por su labor y repercusión, ya que, como explica el cámara Gabriel Álvarez, «profundiza en un tema que actualmente puede influir mucho en la sociedad». Partieron de la base de que «¿domos adictos a la tecnología?», con el trabajo que llevaron a cabo se dieron cuenta de la cruda realidad que se esconde detrás del uso de estas herramientas. «Piensas que no eres adicto a la tecnología, pero luego miras el tiempo que pasas con el móvil y ves que son más de seis horas diarias», cuenta Álvarez.
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Jorge Solís fue el protagonista del documental, contó su vida y su experiencia con la adición a la tecnología, sin su participación la repercusión no hubiera sido la misma, con su ejemplo consiguieron mostrar de manera diferente una realidad que está muy presente en las vidas de las personas. «Es un tema que puede influenciar más a la sociedad», recalca Álvarez.
Cada miembro que ha participado en el proyecto se ha quedado con una importante reflexión, la compañera Martina Cavali cuenta que «me ha ofrecido una comprensión más profunda, ahora tengo una perspectiva más acertada sobre los desafíos a los que se enfrentan las personas que tienen este tipo de adicción, y de los efectos psicológicos y sociales que tiene».
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Todos los microdocumentales tenían un objetivo claro, dar voz y concienciar de temas sociales que no tienen tanta repercusión a día de hoy. En Málaga existen muchas asociaciones que no tienen la atención que requieren, Bruno Molina formó parte del proyecto 'Stop Rumores', otro de los premiados, él mismo explica que «era una iniciativa que me llamaba mucho la atención, además de la oportunidad de participar por primera vez en un festival, le damos voz a estas asociaciones que no son tan conocidas».
Algo que empezó como un trabajo de clase se convirtió en un largo camino que llevó a Bruno Molina y su compañera Blanca Campos a encontrarse en la sede de Málaga Acoge para crear el documental 'Rumor y prejuicio'. Ángel Galán recibió a los cinco alumnos del grupo en la sede de la asociación para contarles en qué consistían las iniciativas que promueven y cómo trabajaban. «Lo más importante que nos contó fue que para que se produzca un cambio social es necesario que muchas instituciones se pongan de acuerdo», recalca Molina.
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La motivación de los estudiantes y todas las ideas que plantearon para elaborar el trabajo fueron bien recibidas por Ángel Galán, el nexo de unión con la asociación era él, pero como bien explica Galán «la frescura con la que trasladaron la lucha de la asociación les llevó a ser premiados, yo les di la información básica, el resto lo hicieron ellos».
El tema que escogieron fue la reinserción laboral de personas que se encuentran en prisión en tercer grado; para Blanca Campos fue «un tema que me llamó la atención porque hay muy poca información sobre él, teníamos la oportunidad de visibilizar e informar de este asunto», explica. La participación de alumnos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación para llevar a cabo todos estos microdocumentales fue de suma importancia, ya que como explica Galán «tienen mucha potencialidad y conocen muy bien cómo hacer el trabajo».
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Toda la atención se centró en los testimonios de los dos protagonistas, ellos se encargaron de guiar la narración para que el espectador en todo momento se sintiera parte de la historia. Experiencias personales y cómo les cambió la vida al entrar en la asociación sirvieron para armar un documental que, como la propia Campos explica, «daría información muy valiosa y atractiva para los espectadores».
Todos terminaron contentos y orgullosos del trabajo que habían llevado a cabo, una experiencia que les marcó y les enseñó que «hay muchas historias a nuestro alrededor que son interesantes», menciona Campos. Hablar de temas que son tan importantes para la sociedad, como son los prejuicios y estereotipos, a través de la vivencia de los protagonistas, ha hecho que disfruten de su trabajo, «todo el proceso ha sido muy gratificante», relata Molina.
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Valiosa experiencia
Todos los participantes de este primer festival animan a los estudiantes a hacer microdocumentales o trabajos relacionados con este tipo de iniciativas, ya que según Campos «tenemos asociados los documentales a cuestiones muy serias o aburridas, pero realmente se puede jugar con muchas herramientas para llegar a más gente».
Además de ser una gran oportunidad para denunciar problemas sociales y destapar realidades, contar con la presencia de estudiantes es muy significativo, ya que para ellos es una forma de poner en práctica conocimientos teóricos que se aprenden en las aulas, para ellos es una actividad dinámica y que les sirve de escaparate para que la gente conozca sus trabajos.
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