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Una experiencia de cooperación: dos meses que te cambian la vida

Estudiantes de la UMA animan a otros alumnos a participar en el programa de cooperación internacional contando sus experiencias en unas jornadas

VICTORIA BUSTAMANTE

Martes, 18 de diciembre 2018, 00:36

El voluntariado o la cooperación es algo que mucha gente se plantea pero que, por desgracia, pocos se atreven a hacer. Sin duda una aventura única que te marca la vida. En eso coinciden todos los estudiantes de la UMA que han compartido sus experiencias de voluntariado en las III Jornadas Malagueñas de Intercambio de Experiencias en Cooperación Internacional, que tuvieron lugar el pasado viernes en la Facultad de Filosofía y Letras. Unas jornadas que nacen para difundir las vivencias de los que ya han probado la aventura de residir dos meses en otro país ayudando mano a mano en un proyecto así como para presentar las conclusiones del trabajo realizado y mostrar la realidad de estos países.

Aplicar los conocimientos aprendidos durante la carrera y ayudar al mismo tiempo es una oportunidad que ofrece la UMA a sus alumnos desde el año 2010. Este curso se ofertan 120 plazas, frente a las 88 del pasado año, unas becas que podrán solicitarse a partir de enero.

Programas relacionados con la sanidad, educación, medio ambiente, economía local o tecnología son solo algunos de los que ofrece la UMA para participar en proyectos en distintos países de Latinoamérica además de Marruecos.

Para lanzarse a la aventura es importante entender que se va a estar en un contexto totalmente diferente. Que los nativos son los protagonistas y los cooperantes solo tienen una labor complementaria y hay que adaptarse a las circunstancias son algunas de las claves para vivir esta experiencia, según los alumnos. Además, todos ellos destacan que en la cooperación han puesto en práctica conocimientos que se dan en la universidad de manera teórica pero que difícilmente se pueden trabajar del modo en el que allí se hace.

Francisco José Duarte. Pedagogía, cooperante en Perú

«Solicité una Erasmus y no me la dieron; esto ha sido mucho mejor»

Francisco José Duarte llegó hace apenas dos semanas de su experiencia de cooperación en Puerto Maldonado, Perú. Tiene 24 años, estudia Pedagogía y ha participado en un proyecto de atención integral en una casa de acogida con menores en peligro de exclusión social de entre uno y 17 años . Su día a día iba desde hacer de comer hasta dar apoyo psicológico, tareas del colegio o entretenimiento. «La situación es bastante diferente, la cultura y el desarrollo son totalmente opuestos a lo que vivimos aquí; todo es mucho más simple y hay más aprovechamiento de los recursos», destaca reflexionando sobre las diferencias entre Perú y España.

«Vengo más comprensivo y consciente y creo que hasta soy mejor persona»

Dio con este proyecto gracias a que le rechazaron en un programa de intercambio: «Solicité una beca Erasmus y no me la dieron, me informé y esto ha sido muchísimo mejor». Al final se alegra de que las cosas hayan salido así: «Mi experiencia ha sido de 10, pensaba que iba a estar más incómodo o iba a tener más problemas, pero desde el principio estuve muy contento; al fin y al cabo, a pesar de las circunstancias, son niños y niñas y la energía que transmiten es muy buena», recuerda. Además, los menores, en su mayoría niñas, viven en una situación muy difícil: «Vienen de situaciones de abandono o han vivido violaciones». La convivencia durante 24 horas hizo una relación muy estrecha: «Residía con ellos y muchas noches me he quedado velando a los niños porque estaban enfermos», explica este joven de Ardales.

Su balance es sin duda positivo. «Ahora soy más comprensivo, consciente y creo que hasta mejor persona. Analizas el mundo en el que vivimos y a ti mismo, ves ese otro mundo, a mí me parecía que aquello era lo real y esto mentira», confiesa. «He cambiado mucho, me hubiera quedado allí, lo echo bastante de menos», recuerda, aclarando que la cooperación «es un granito de arena con el que te quedas satisfecho», concluye.

Livia Fernández Alumna de Biología, cooperante en Bolivia

«La mejor decisión que he podido tomar en mi vida es irme a Bolivia»

«Me quiero dedicar a trabajar en parques con animales en peligro de extinción». Ahora lo tiene claro, pero la estancia de cooperación ha sido para Livia Fernández la prueba definitiva para darse cuenta de lo que quiere hacer en el futuro.

Esta estudiante de Biología ha trabajado en la conservación del guacamayo barba azul, una especie de la que apenas quedan 120 ejemplares en todo el mundo. Para ello, afirma que «lo más importante es que los habitantes locales sepan lo que suponen sus costumbres, tienen muy interiorizado el cazar guacamayos», explica. «Ven que hay muchos loros en su zona y piensan que es igual en todo el mundo», por ello en la feria del pueblo desarrolló una serie de actividades para concienciar del problema. Además de eso, trabajó mano a mano alimentando a las aves y construyendo nuevas jaulas de reproducción, así como juguetes seguros y ecológicos para ellas.

«Cuando regresé a casa y me duché con agua caliente me puse a llorar de rabia»

Los loros protegidos residían en un rancho, donde Livia convivía con una familia. «Eso nos ha permitido sumergirnos en la cultura y en la forma de pensar que tienen, cuando he vuelto he sufrido un choque cultural», explica. «Cuando me duché con agua caliente me puse a llorar de la rabia que te da saber que esos niños pequeños vivían como yo lo hice solo dos meses. Yo volví y aquí tenía todas las comodidades», dice. Asume que la vuelta supone un golpe de realidad y asegura que no va a volver a ser la que era antes.

Ahora reconoce que le encantaría regresar al país y está buscando otros voluntariados relacionados con la conservación de la fauna. «Si me dicen lo genial que me lo iba a pasar y lo enriquecedor que iba a ser no me lo habría creído; la mejor decisión que he podido tomar en mi vida es irme a Bolivia», añade.

La cooperación, sin duda, marcará su carrera: «En mi grado solo hay una asignatura de conservación y gestión y es muy burocrática», indica. Llegar allí y trabajar con los loros ha sido una experiencia que nunca hubiera aprendido en una clase.

Paula Díaz. C. Ambientales, cooperante República Dominicana

«No somos tan diferentes cen cuanto a costumbres»

«Me parecía muy interesante vivir otra experiencia y además aportar lo que yo sé, aprendí un montón. Cosas que aquí como teoría las sabes pero que realmente nunca he llegado a aplicar». Esa inquietud que tenía Paula Díaz, de Alhaurín el Grande, se ha convertido en una experiencia de dos meses que difícilmente olvidará.

La capital de la República Dominicana está encima de un acuífero y toda esa agua, que es la que utiliza la población, está contaminada porque no tienen sistema de depuración. La misión de esta estudiante de Ciencias Ambientales ha sido coger muestras de diferentes pozos, comparar los parámetros hidrogeológicos y realizar mapas de las zonas más contaminadas. «Nos levantábamos e íbamos al Servicio Geológico Nacional, al principio nos explicaban su forma de trabajar. Salíamos por la mañana temprano a coger muestras y volvíamos por la tarde», explica, recordando cómo era el día a día.

«Se preocupan menos y son más felices, están todo el día bailando y cantando»

La población no es consciente del problema, «algunos nos decían: 'pues yo bebo agua del grifo y aquí estoy'», explica mencionando una ocasión en la que sin querer enjuagó una fruta en el grifo y se puso enferma. La decisión ha sido un acierto: «Conocimos un montón de gente, me di cuenta de que no somos tan diferentes», cuenta. «Me ha ayudado a darme cuenta de que no hacen falta tantas cosas, ellos se preocupan menos y son más felices, están todo el día bailando y cantando, aquí todo es una preocupación», recuerda.

Ismael Rueda. Estudiante de Medicina, cooperante en Honduras

«En Europa nos estamos convirtiendo en peores personas»

Prevención de enfermedades y educación en medidas sanitarias e higiene. Esa ha sido la labor durante dos meses de Ismael Rueda. Eso y «arrimar el hombro en todo lo que se necesitaba». Este estudiante de sexto de Medicina siempre ha tenido la inquietud de hacer un voluntariado y en Honduras encontró un lugar donde ayudar y aprender.

«Nos levantábamos a las cinco y media y echábamos una mano en la clínica de la escuela, luego pasábamos consulta. Sobre las 11.30 almorzábamos y aprovechábamos las tardes para dar clases de refuerzo. Además, hacíamos visitas a domicilio para las campañas de prevención». Así era un día en la experiencia de cooperación en un país con una situación sanitaria tan complicada como la de Honduras. «Hay muchos problemas con enfermedades tropicales y la utilización del agua, porque no es potable. Prevenir el dengue, la malaria... Hemos intentado trabajar también en medidas anticonceptivas porque hay un problema con la natalidad brutal», comenta. Estos son solo algunos de los desafíos que se encuentran los sanitarios en la zona. Porque, como apunta Rueda, «en una población que tiene la prioridad puesta en comer todos los días la salud queda más atrás», asume este jienense de 26 años.

«Es una zona peligrosa pero al ir a ayudar siempre nos han respetado»

Como experiencia personal, Rueda destaca la convivencia con los jóvenes de allí: «Ha sido una de las cosas más bonitas, nos han permitido convertirnos en uno más», destaca. «Casi no tienen para comer y comparten contigo su comida, es súper bonito», dice.

Ismael ha vivido y trabajado durante dos meses en una zona deprimida de Honduras, controlada por las maras, organizaciones criminales vinculadas al narcotráfico. Sin embargo habla de la seguridad y admite que nunca ha tenido ningún problema, ni él ni sus compañeras, y que haciendo caso de las recomendaciones de la organización no hay ningún peligro. «Es una zona peligrosa, pero al ir a ayudar siempre nos han respetado muchísimo, la organización siempre nos ha protegido», apunta

Haciendo balance, se lleva una gran enseñanza: «Tienen unos valores muy bonitos y humanos, en Europa nos estamos convirtiendo en peores personas. Me han recordado qué es de verdad lo que importa, el cuidarnos los unos a los otros», resume. Añade a este aprendizaje la voluntad de seguir ayudando. «Se ha plantado una semilla en mí. Ayuda necesita muchísima gente , siempre están dispuestos a aprender y a escuchar y lo que tú puedes aportar es mínimo, ellos te aportan más a ti que tú a ellos», termina.

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