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Enrique Salvo Tierra, agachado, excava con compañeros en la finca donde se lleva a cabo esta iniciativa. Crónica

Árboles para secuestrar el CO2

Proyecto. La Cátedra FYM de Cambio Climático contará con la ayuda de los universitarios para plantar flora contra los gases de efecto invernadero

SANTIAGO GÓMEZ

Martes, 18 de mayo 2021, 10:03

La Universidad de Málaga y la empresa FYM Hedelberg-Cement Group unieron sus fuerzas a finales del 2020 para crear la Cátedra FYM de Cambio Climático. Ahora esta iniciativa ha creado un programa experimental con el objetivo de reducir algunos gases contaminantes como el CO2. Los alumnos de la UMA podrán participar cultivando algarrobos, mirtos y otras especies autóctonas.

El proyecto se encuentra dentro del programa del Cuerpo de Solidaridad de la Unión Europea. Se está llevando a cabo en un terreno cedido por la compañía cementera y localizado en La Araña, cerca de la sede de la corporación. Los estudiantes que aportan su grano de arena a esta actividad forman parte de la Asociación Juvenil 'Greenway'.

La idea de los organizadores es replicar, con algunas modificaciones, lo que ya se ha hecho en Japón: «Nosotros planteamos algo similar, lo que llamamos las islas de biodiversidad alboránicas», apunta Enrique Salvo Tierra, director de la cátedra.

Enrique Salvo Tierra: «Hemos empezado con la primera isla y veremos qué desarrollo tiene»

«Tiene que primar el verde antes que el ladrillo»

A lo que se refiere el doctor en Ciencias y Botánica es a los micro bosques: «Los micro bosques o bosques domésticos se componen de uno, dos, o incluso, tres árboles. Un siguiente estrato con arbustos alrededor. Y debajo una serie de plantas de menos tamaño», explica.

Lo que proponen desde la cátedra es poner un algarrobo en el centro «porque es una leguminosa y captura mucho CO2 y nitrógeno atmosférico». Después, alrededor durillo o madroño «que van a tener un servicio ecosistémico», básicamente proveer de frutos a roedores y de polen a agentes polinizadores en riesgo. La formación se culmina con una serie de plantas o matas aromáticas que «van a contribuir a atraer a polinizadores».

Las estructuras que sugieren los docentes tienen unos 30 metros de diámetro y se colocarán de manera estratégica. Aún están en fase experimental: «Hemos empezado con la primera isla y veremos qué desarrollo tiene», aclara Salvo Tierra, que afirma que analizar el transcurso de la primera anualidad es la mejor manera de ver con certeza cómo «empezar a tratar todo el entorno de la ciudad».

2050, clave

El profesor avisa de lo importante que es que salga bien este trabajo, «nos jugamos mucho», señala, y hace hincapié en los sectores a los que más afecta la crisis climática, «el turístico y el agrícola, que son, junto con la construcción, fundamentales en la economía de la provincia». Además, recuerda que la mayoría de las investigaciones ponen el año 2050 como el momento de un gran cambio y «30 años no son nada».

Málaga siempre ha apostado por la flora. Fue una de las primeras ciudades que celebró el Día del Árbol. A finales del siglo XIX, de mano de Antonio Cánovas del Castillo, sobrino del político, se llevó a cabo una plantación masiva para subsanar el bajo índice de árboles que había en la metrópoli: «Esa plantación de monocultivo vino bien porque se recuperaron muchos suelos que habían quedado estériles como consecuencia de la filoxera, pero lo que nosotros proponemos es mejor», desarrolló el trabajador de la UMA.

Aunque a Enrique Salvo le sabe a poco la implicación de la capital de la Costa del Sol: «Desde Gibralfaro vemos que la parte este de la ciudad está bien dotada de arbolado, pero si miramos hacia el oeste vemos que hay un déficit importante. Por eso hay que incidir en el reverdecimiento», apunta. «Tiene que primar el verde antes que el ladrillo», añade el profesor.

Por suerte, la provincia andaluza no tiene una huella ecológica muy grande, no cuenta con grandes fábricas, ni una central térmica de carbón. Además, alberga varios bosques en lugares como Istán u Ojén, alcornocales, pinsapares y quejigares que ya cumplen con la función de absorción que sigue este proyecto.

Pero el doctor por la Universidad de Málaga pide a la gente que no se relaje con el cambio climático: «Es un fenómeno global, hay que reducir el calentamiento, aunque no seamos los que lo producimos». El experto revela que la ciudad malacitana es destino de partículas de polvo en suspensión creado en otras localidades: «Cuando hay viento del norte se mete una corriente que llega del área metropolitana de Madrid, e introduce micropartículas. Se podría decir que Madrid nos contamina».

En parte por este tipo de acontecimientos y por la actividad energética que hay en todo el litoral del mar de Alborán, el investigador es partidario de crear un 'Green Belt'. El cinturón verde lo que busca es «potenciar la 'verdificación' y el arbolado urbano», según desarrolla el director de la cátedra, esta iniciativa abarcaría todo el litoral desde el Cabo de Gata hasta Orán, donde se acumula una población mayor de 12 millones de personas.

El docente, con más de tres décadas de experiencia, da un dato estremecedor: «Desde Nerja hasta Algeciras hay una línea continua de luces, es la más extensa de Europa. Esto genera una isla de calor urbano, básicamente es la energía o actividad que desprendemos».

A esto hay que sumar las consecuencias que tiene este exceso de energía y por lo tanto subida de temperatura, «los turistas ya sean residenciales o de pernoctación buscan unas condiciones de confort climático que no es lo que se van a encontrar», concluye.

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