Cuando Juana conoció a José en el campo de concentración de Torremolinos
Ramón del Cid, 31 años concejal, peso pesado del PP, relata lo «poco que sabe» sobre cómo su padre y su madre se enamoraron en un lugar cuya existencia llegó a ser negada
Hay pruebas fehacientes de que José del Cid y Juana Santaella se vieron un día, se enamoraron, se casaron. Sus hijos, entre los que se ... cuenta Ramón, son una de ellas. Podría ser una perogrullada comentarlo, a no ser por las circunstancias que rodearon a este noviazgo, acaecido en un lugar cuya existencia llegó a ser cuestionada: el campo de concentración de Torremolinos. «Llámalo cómo quieras, pero existir, existió, claro que sí, mi padre y mi madre se conocieron allí», ratifica Ramón Del Cid Santaella. Abogado, político durante 31 años, en las filas del PP, muy conocido entre sus paisanos, es uno de los artífices de la autonomía de Torremolinos con respecto a la capital. Lograr este hito le hizo involucrarse en la «res pública», junto a Isabel Manoja o el que fuera alcalde, Pedro Fernández Montes, precisa.
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En un pleno de 2015, Fernández Montes, con el que compartió muchos años en el Ayuntamiento y en el partido Del Cid, llegó a cuestionar que en Torremolinos hubiese existido un campo de concentración. Argumentó que era de «internamiento, que no es lo mismo» y calificó de «tópico» exigir la condena de este episodio, en un intento de que así fuera de Izquierda Unida. En aquella sesión estaba Ramón, que, desde las mismas filas del que era regidor entonces, reconoció la relación directa de su familia con el penal; un centro operativo entre 1938 y 1939, por decisión del bando sublevado en la Guerra Civil.
«No era ni un descampado, sería peor», infiere el hijo de José y Juana, en el lugar de los hechos, la actual área recreativa Pinar de los Manantiales, un bosque frente al que se construyó un parque acuático, y que, en aquellos años, fue alambrado; poco más, los presos dormían al raso. La existencia documental del recinto, y detalles como estos, fueron probados por el historiador local Carlos Blanco, que aportó un informe de intendencia o una factura, entre otros papeles oficiales.
La tía Carmela
Lo poco que sabe de lo que ocurrió es por su tía Carmela, su madrina, que se casó con Manolo, hermano de su padre. Por eso, «interpreta, no afirma», hace mucho hincapié en ello, esta parte de la historia local que le toca en lo personal.
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Es insistente en dejar claro que su relato seguro que nada tiene que ver con el de los seres queridos de otras personas que estuvieran allí, en que solo sabe lo que ha leído y lo que le llegó por su madrina; nunca logró un testimonio directo de los protagonistas. «Jamás me cuentan nada, ni me hablaron de política. Cuándo yo me metí tampoco», aclara. Manolo y Carmela, le reconoció esta, fueron de los que huyeron despavoridos en la famosa «Desbandá» causada por la llegada de las tropas franquistas a Málaga. «Se escondieron en una cueva y, al final, los capturaron. A él, lo trajeron al campo, donde se encontró con mi padre y otro tío mío, Marcos. Tuvieron suerte, hubo muchísimos muertos», rememora. Este periplo no fue exclusivo de la pareja, tal y como se recoge, por ejemplo, en el catálogo editado sobre la exposición de la «Desbandá», que acogió la capital en 2022, por iniciativa del Ministerio de la Presidencia y Memoria Democrática, la UMA y Fundación Unicaja. «Era la única que, muy de vez en cuándo, hablaba de aquello», dice. Así se enteró que llevaba comida a su tío, y que, para que no fuera sola, la acompañaba la madre de Ramón, Juana. Luego la hermana de Juana, Isabel, se casó con Marcos, el hermano de su padre.
¿Y por qué terminó José del Cid en el campo? «Tenía 18 años y, en ese momento de la guerra, la República lo militarizó, como a otros, que eran casi chiquillos; lo hicieron guardia de asalto. Al llegar las tropas, se quitó el traje y se fue al campo, pero luego, lo apresaron. No volvió hasta el 41. Mi tía decía que estuvo en las obras del tren, en Barcelona», narra.
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No hablar
La edad del padre de Ramón del Cid coincide con la de la «Quinta del Biberón», la leva de tropas, que apenas alcanzada la mayoría de edad, fue movilizada en el territorio no ocupado y tuvo su bautismo de fuego en la cruenta batalla del Ebro. El silencio fue tónica general entre aquellos, tal y como recogen obras como el libro 'Nos robaron la juventud', de Víctor Amela. No hablar de lo ocurrido también fue decisión de José y Juana. Esta postura fue la de muchos y muchas de sus compatriotas.
David Tejeiro, veterano concejal de IU en Torremolinos, recuerda perfectamente el empeño del exalcalde Fernández Montes de callar también sobre el campo de concentración, aunque por motivos distintos. De ahí que considere crucial que, por fin, a la tercera, en una propuesta defendida por él, en 2019 (la primera fue en 2015 con la famosa «revisión de la historia» del regidor popular), se consiguiera el respaldo de la Corporación para colocar una placa conmemorativa; está en la calle Periodista Federico Alba, al píe de los carteles que indican por dónde se va a los complejos de diversión que allí se levantaron años después. «Es una vergüenza su existencia, pero no menos que, en democracia, se negara», reflexiona y considera que, además de ser un acto de desagravio a las víctimas, dar testimonio del campo es «balsámico» para las familias de los que por allí pasaron. «Para superar un trauma hay que hablar de ello», opina.
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Hay una pregunta obligada para el hijo de José y Juana: ¿ha sentido alguna vez contradicción entre lo dicho por el PP y sus vivencias?. «Por supuesto que sí, claro que me afectaba. Al final, hay que entender que todos los enfrentamientos son terribles», responde. Recomienda un libro, 'Considerando', de Antonio Nadal, sobre la caída de Málaga en la Guerra Civil; anima a conocer, tiene claro que la historia no debe ser ocultada.
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