Borrar
Benalmádena, al inicio del boom turístico.
Así era Benalmádena hace un siglo

Así era Benalmádena hace un siglo

La historia de Benalmádena va íntimamente ligada a la del resto de los municipios que conforman la Costa del Sol. Los acontecimientos vividos a lo largo de todos los siglos se ven afectados por el paso de aquellas culturas y civilizaciones que a su vez poblaron las localidades malagueñas. Situada en el corazón de la Costa, cuenta con tres núcleos de población: el Pueblo, la Costa y Arroyo de la Miel

sur

Sábado, 8 de noviembre 2014, 01:24

La historia de Benalmádena nos muestra la existencia de sus primeros pobladores desde las etapas finales del Paleolítico Superior, según se ha podido constatar por los vestigios de antiguas civilizaciones encontrados en su término municipal; unos restos hallados en algunas de sus múltiples cuevas existentes como la del Toro, la Zorrera y Los Botijos. En ellas se han encontrado desde pinturas rupestres en las que se representan un toro acéfalo de ahí le viene la denominación de cueva del Toro hasta vasijas, cuchillos de sílex, raspadores y otros utensilios y restos óseos procedentes del Neolítico.

Abierta desde siempre a las culturas más desarrolladas, Benalmádena recibe la llegada de los fenicios en los siglos VII y VIII antes de Cristo. En esta época se inicia un intercambio de culturas que se centran en la comercialización y la técnica. Estos fenicios entran en contacto con los pobladores indígenas de la zona y levantan en la misma factorías pesqueras y un comercio centrado en los minerales por la riqueza de su término en hierro y plata.

Los vestigios más importantes de esta época se han hallado durante el presente año en la zona de Arroyo de la Miel denominada la Era, junto al parque de La Paloma. Estos restos, fechados, según los entendidos, entre los siglos IV y VI antes de Cristo demuestran la existencia de las poblaciones indígenas asentadas cerca de la Costa que fueron posteriormente invadidas por los fenicios.

Entre las colonias fenicias existentes en la Costa del Sol se cita la de Torremuelle, la de la Era y la de Capellanía. Con la entrada de los cartagineses y posteriormente de las tropas procedentes del Imperio Romano, Benalmádena, al igual que otros centros como Malaca (Málaga) o Suel (Fuengirola) fueron potenciados por sus nuevos pobladores, quienes aprovecharon las anteriores instalaciones pesqueras fenicias como la de Torremuelle, además de su agricultura con la explotación del olivo, la higuera y el esparto, y de la miel y la cera. De esta época se hallan importantes restos arqueológicos recogidos en el libro de Pedro Rodríguez Oliva «La arqueología romana de Benalmádena», entre los que contempla el yacimiento de Torremuelle con una villa costera denominada «Villa Mauritania» y en cuyas inmediaciones se encontró en 1951 un mosaico que se cedió a la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga, entidad que posteriormente lo trasladó al patio del Museo de Bellas Artes de Málaga, donde hoy en día permanece.

Otros restos procedentes de esta época son los hallados en Benalroma, situada junto a la avenida de Erasa. Tras estas colonizaciones y después de algunos siglos oscuros para los arqueólogos y amantes de la antropología e historia, varios autores señalan que Benalmádena fue integrándose paulatinamente en el mundo musulmán. Será en este periodo donde los historiadores fechan el origen del nombre de la ciudad. El significado topónimo de Benalmádena es «hijos de las minas», mineros o de las canteras, por la riqueza de las explotaciones minerales y canteras de hierro, amianto y ocre existentes en su territorio; mientras que el de Arroyo de la Miel cuenta con distintas versiones derivadas de la explotación de las colmenas para la extracción de la miel como comestible o para la fabricación de jabón.

La localidad estuvo bajo la dominación musulmana 779 años. Aquí los árabes construyeron una mezquita y una fortaleza ubicada, al parecer, donde actualmente se encuentra la plaza de España de Arroyo de la Miel. En esta época nacerá en la localidad uno de los personajes más ilustres de su historia: el botánico y farmacólogo Ibn Al Baytar (1190-Damasco, 1248).

Antes de la reconquista de la Península por parte de las tropas castellano-aragonesas, Benalmádena ya cuenta con sus torres almenaras como la de Torrebermeja, Torrequebrada y Torremuelle procedentes de la época nazarí (1329-1359), cuya utilidad se basaba fundamentalmente en la defensa y vigilancia del litoral. Estas serían más tarde remodeladas por los Reyes Católicos para la defensa de la Costa a fin de evitar la entrada de musulmanes y berberiscos procedentes de Africa.

La reconquista de la Península por parte de las tropas cristianas hace también mella en Benalmádena; pero será más tarde, en 1491, con los RR. CC. cuando se inicia su rpoblación con el nombramiento del alcalde, Alonso Palmero, vecino de Málaga, a quien también se le encargó el repartimiento de la ciudad en un plazo de tres años. El interés del rey en repoblar Benalmádena se debe esencialmente a su situación estratégica; y para la seguridad de los repobladores manda la reparación de las torres y del castillo musulmán, mandato que jamás llegó a desarrollarse ante los problemas económicos generados por las sequías y epidemias. Bajo la vigilancia del corregidor de Málaga, Juan Alonso Serrano, se empezarán en 1492 a reconstruir Torrequebrada, Torrebermeja y Torremuelle, llegando los primeros repobladores. Finalmente, el terremoto de enero de 1494 derribó las ruinas y los restos existentes del castillo musulmán.

En enero de 1493 Alonso Palmero ha conseguido reunir a 29 pobladores exigidos a través de una real cédula en la que se contemplaba la exigencia de repoblar Benalmádena con 30 personas. Se inicia el repartimiento de las fanegas que conforman el término municipal integradas por parcelas de huertas, secano, bancales e higuerales.

En el siglo XVI se producen múltiples acontecimientos protagonizados por las luchas y peleas de los vecinos de la localidad por las tierras repartidas, culminando éste con la crisis de abastecimiento que se hace común en todo el territorio de la provincia, hechos similares a los inicios del XVII, siglo de mediocre productividad y de acontecimientos históricos que apenas marcarían pautas en la historia de este municipio en el que se vive epidemias, sequías y un gran terremoto (1698), acontecimientos que se reflejan en una población que sufre importantes calamidades en todos los aspectos a pesar de la entrada del cultivo en la zona de la batata y patata.

Será en este mismo siglo cuando se produce la construcción de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán de Benalmádena Pueblo, cuya fábrica primitiva se levantó por expreso deseo de Alonso Palmero, mientras que en 1621 se construyó según plano y condiciones redactadas por el arquitecto Pedro Díaz de Palacios, ampliada por orden del obispo Luis Fernández de Córdoba. En la actualidad y tras las obras de restauración desarrolladas queda muy poco de la obra original.

De finales de este siglo datan los primeros documentos existentes sobre la familia Zurita-Zambrana, propietarios de un gran número de fanegas de Arroyo de la Miel. Será en el siglo XVIII cuando la localidad será testigo de un importante auge económico y en el que se recoge un censo poblacional el de Floridablanca en el que se detalla el número de habitantes, 895.

A finales del siglo XVIII aparece un personaje que cambiará la vida económica de Benalmádena: Félix Solecio, genovés especializado en la temática de la fabricación del papel traído a Málaga por la familia Gálvez para la instalación en Macharaviaya de la Real Fábrica de Naipes. Para la fabricación del papel necesario para las barajas, Solecio busca un emplazamiento con abundancia de agua para instalar en él las máquinas hidráulicas de los batanes o molinos de papel, encontrando en Arroyo de la Miel el lugar idóneo para su iniciativa al existir en el mismo un gran manantial natural denominado popularmente el «cao»; caudal que recorría la ciudad desde su zona alta hasta la playa.

A finales de 1784, el genovés adquiere el cortijo de Arroyo de la Miel de 12.000 acres de extensión por 258.200 reales de vellón a Pedro Reyes, levantando en un plazo de seis años toda la infraestructura necesaria para la puesta en marcha de sus seis batanes con la canalización del agua mediante un acueducto, del que aún queda un fragmento situado junto al edificio La Habana, situado en la avenida Ciudad de Melilla.

El movimiento generado por las construcciones de los molinos hace que en 1785 se fundase el Ventorrillo de la Perra; una venta que subsiste hoy en día y que conserva ese ambiente reinante durante la monarquía de Carlos III, sirviendo por aquel entonces de parada para los arrieros, cabreros y carreros, quienes allí vendían un amplio surtido de provisiones.

Cortijo de San Carlos en honor al rey Carlos III

Solecio cambia la denominación de la zona como el cortijo de San Carlos en honor al rey Carlos III, construyendo en la misma sus seis molinos, cuatro de los cuales producían papel blanco y los otros dos de estraza. De estos batanes y de las haciendas que se construyeron en sus inmediaciones aún queda un pequeño rescoldo denominado por la población como La Fabriquilla, inmueble situado en la avenida de Erasa. Otros de los vestigios de los cortijos emplazados en los batanes y fábricas de papel se sitúan en la actual plaza de España de Arroyo de la Miel, donde aún quedan un arco y otros restos a la altura del edificio La Tribuna.

Tras cerca de 20 años de lucha al haber creado un imperio al que no pudo hacer frente por los problemas económicos generados por su ineficacia comercial, los molinos cambian de dueños que a su vez los vendieron y arrendaron a otros fabricantes, terminando finalmente en manos de sus obreros, quienes los destruyeron para vender sus materiales como cobro de los jornales pendientes ante su poca producción por la escasez de agua motivada por su uso para las tierras de regadío existentes en la zona. La entrada de Solecio en Arroyo de la Miel marcará una pauta de gran importancia histórica para la ciudad con la llegada de nueva población procedente de otros pueblos de la provincia. Durante el siglo XIX y al mismo tiempo de la producción del papel, la agricultura de Benalmádena será otra de las impulsoras de su crecimiento social en 1857 cuenta con 1.692 habitantes, comercial y económico por el cultivo y la plantación de vides necesarias para la producción de la pasa moscatel tan preciada en mercados extranjeros.

Debido al crecimiento de la producción de la pasa, el municipio se transforma a mediados de siglo casi en un monocultivo de vides que más tarde se ven afectadas por una plaga, la filoxera, originando su destrucción y con ello el empobrecimiento de una población que centraba sus ingresos en este cultivo.

La pérdida de las vides y las epidemias de paludismo, cólera y otras enfermedades hacen su mella en la población y en su vida comercial al contar en la entrada del siglo XX con tierras abandonadas y una pobre vecindad. Esta pobreza de sus gentes y de su economía también se hará presente hasta la primera mitad de siglo XX en que la vida comercial se basa fundamentalmente en los productos cosechados en pequeñas parcelas arrendadas.

En los años 30 se iniciará la construcción del Castillo del Bil-Bil. Impulsada su edificación por parte del matrimonio León y Fernanda Hermann, será el arquitecto Enrique Atencia el encargado de su redacción y la familia americana Schestrom quien finalmente lo adquirió y promovió su culminación.

Carlota Tettamanzy, propietaria de casi todo Arroyo de la Miel

A finales de la primera mitad de siglo también destaca la figura de Carlota Tettamanzy, propietaria de casi todo Arroyo de la Miel y de una gran superficie que también contemplaba tierras cercanas al litoral. Vizcondesa de Portocarrero y mujer de quien fuera marqués de Salamanca de segundas nupcias, esta poderosa señora situó su palacete en la actual calle Andalucía, un edificio demolido hace apenas un par de aos para emplazar en su lugar el inmueble de la Tesorería de la Seguridad Social. En su honor y para rendirle un homenaje por el importante papel protagonizado en esta época, al ser una de las mayores benefactoras con la población, a quien donaba incluso tierras para emplazar en las mismas sus viviendas, el Ayuntamiento le dedicó la denominación de una calle, hoy llamada Andalucía.

Poco a poco se van vendiendo el resto de las tierras que ahora conforman el centro de Arroyo de la Miel a trabajadores, quienes procedieron al levantamiento de sus viviendas que hoy en día aún persisten tanto en el ala sur de la avenida de la Estación y de la Constitución como en su margen norte, donde se ubica la zona popularmente conocida como Carranque, por entonces propiedad de Manuel Martín, quien poseía una gran superficie en la que se incluían importantes manantiales de agua. Este hombre fue muy popular y querido entre la población, a la que vendía a bajos precios pequeñas parcelas para que ésta pudiera desarrollar sus viviendas.

En los años 50 será cuando el Ayuntamiento comienza a recibir las peticiones de inversores y promotores interesados en construir complejos hoteleros y urbanísticos en la zona costera y en las inmediaciones de la actual carretera de subida al Pueblo, siendo la primera de ellas la formulada por Miguel Gálvez del Postigo, quien en 1953 edificó el hotel Costa del Sol, emplazado en la avenida de Antonio Machado.

A mediados de siglo se inicia el «boom» turístico. Los promotores turísticos buscaban terrenos en los que prolongar la línea hotelera de Torremolinos. Entre los años 60 y 70 se construyen entre otros muchos los hoteles Riviera, Siroco y Tritón. Con la entrada en la Alcaldía en el año 66 de Enrique Bolín, Benalmádena tenía una población que rondaba los 3.000 habitantes.

En la zona costera la primera de las urbanizaciones residenciales que se construyó fue la Fuente de la Salud, desarrollada a finales de los años 50 por un colectivo de médicos entre los que se encontraban apellidos como Almansa, Queipo de Llano, Fernández y Carrillo. De esta época también datan el hotel playa de Santa Ana y La Roca 1964, edificado por Enrique Bolín Bidwell, padre del actual alcalde.

Continúan las edificaciones con la zona de Solymar, los apartamentos Pepita, el hotel Alay, el San Fermín y el Palmasol, a los que le siguen el resto de los complejos hoteleros y urbanísticos presentes en nuestros días. Se inicia la construcción del puerto deportivo, diseñado por Eduardo Oria, y que vio la luz en el año 82 no sin antes permanecer paralizado durante años por múltiples avatares de sus promotores, que no fueron pocos.

En Arroyo de la Miel se desarrollan las primeras infraestructuras presentes hoy en día, mientras que el Pueblo ve su nueva Casa Consistorial, el Museo Arqueológico Municipal y la instalación, en el centro de la plaza de España, de la estatua de la Niña de Pimentel para premiar el entonces Festival de Cine de Autor que se celebraba en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Torremolinos impulsado por las autoridades benalmadenses. Para la elaboración de esta estatua se utilizó como modelo a la hija de un pescador de Almayate, sobrina de Manolo «El Petaca», que fue el que inspiró a este autor para elaborar al famoso Cenachero.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Así era Benalmádena hace un siglo