Un colorido taller carnavalesco y un digno cuarteto inician la batalla de coplas del carnaval

Los niños de la murga infantil han sido los encargados de estrenar las tablas del teatro y caldear el ambiente en la ESAD. La agrupación, compuesta por 45 componentes, se presenta como la banda del patio del colegio y aprovechan para explicar cuáles son sus leyes: deberes fuera, que los trabajos manuales sean fáciles, no más controles, que las Ciencias Naturales no sean en inglés y que se dé una optativa de carnaval. «Aunque nos vean pequeñitos somos chungos y peligrosos», defienden. En sus letras piropean a la pregonera, Paqui Prieto, y relatan un viaje que realizaron al museo de cera en donde se encontraron con el alcalde.

El concurso propiamente dicho se abre con mucha potencia y gran colorido. Sobre las tablas, la comparsa de Alhaurín el Grande, uno de los regresos más esperados del concurso, ya que no participaban desde 2018, cuando obtuvieron el primer premio con 'La travesía'. En esta ocasión se presentan como el taller de coplas Plastilina, con el que pretenden teñir de color el gris de la vida. Arrancan explicando los motivos de su vuelta: «Vuelvo porque no quiero vivir encrucijado en el madero». Sus pasodobles son poderosos y en ellos defienden la fiesta de carnaval como la de un taller irreverente que cuenta a la gente la verdades a la cara y recuerdan a la influencer Elena Huelva, que recientemente ha fallecido de cáncer, y piden más medios parala investigación de la enfermedad.

Agrupación compuesta mayoritariamente por mujeres que se presentan como Moma, la verdadera creadora del carnaval pese a que Momo les haya robado el protagonismo. Justifican que su presencia es más importante que nunca porque era necesaria una revolución para lograr una fiesta más libre y del pueblo, «por un carnaval verdadero». En sus pasodobles se preguntan qué ocurriría si Málaga consigue la Exposición Universal en 2027 aunque para hablar sobre la dos caras de la ciudad, los problemas de la clase obrera para conseguir vivienda y la muerte de los barrios. También gustó mucho el segundo pasodoble dedicado a la pregonera. «40 años han pasado para que una mujer carnavalera sea de mi tierra la pregonera», decían.

Idea original la de estos murguistas que se presentan en el escenario como príncipes azules venidos a menos. Son los novios de las princesas Disney, pero no están exultantes sino desencantados, gordos y con la barba de tres días porque la película no salió del todo bien. Su primer pasodoble, en el que dicen que tienen alma de barrio, es muy aplaudido porque defienden su San Andrés natal. Los cuplés son para lamentar lo poco que trabajan en los bancos y para contar la historia de una prima solterona que tienen que no ve bien, aunque al final se descubre que lo que de verdad no ve es a un hombre que le dé cariño. En el popurrí, muy pegado al tipo, insisten en su desgracia. Tal vez fue la parte más divertida de toda la actuación.

Noé, Moises y Sansón habla sobre la divinidad y logran las carcajadas de los espectadores con sus ocurrencia divinas «por la gracia de Dios». Durante la parodia hablan sobre la creación del Arca de Noé y los 40 años que pasó Moisés en el desierto, donde al menos no había zona azul. Los componentes continúan hablando del nuevo carnaval, en donde todo el mundo ahora se lleva bien y en vez de noche de cuchillos largos habrá noche de abrazos largos. Los cuplés son para hablar de la cantidad de coches que tienen y sobre una relación poco afortunada con su pareja. En el tema libre realizan una parodia de un romancero acuartetado, una modalidad extinta en el concurso.

Comparsa muy flamenca cuyos componentes se presentan desde Vélez-Málaga como gitanos castizos que por febrero se maquillan los mofletes para disimular. En la presentación critican a la fiesta, «que presume de ser dueña de la verdad pero carece de honra, vergüenza y dignidad». Sus pasodobles son para reivindicar el flamenco -se muestran convencidos de que sin el flamenco más puro no existirían los carnavales- y para recordar a nuestros antepasados, que se van de esta tierra mortal y a los que no podremos devolver todo lo que nos dieron.

Los murguistas son empresarios africanos que se aprovechan de la crisis en Europa para contratar a ciudadanos españoles para que les recojan el algodón. En sus pasodobles presumen de dominar el acento malaguita y para contar los motivos que le han llevado a montar la empresa haciendo referencia a los permisos laborales. En los cuplés recuerdan cómo ha sido la cabalgata de Reyes en Málaga, con un rey Baltasar negro de verdad, y para desvelar el secreto por el que le salen las plantas tan bien.

Los comparsistas que cierran la primera sesión de preliminares son malagueños cautivos de su ciudad y de sus costumbres. Con mucha fiereza hablan de la importancia de la fe desde una azotea de La Trinidad. Para ello piden a los aficionados que solo crean en el pueblo, en los penitentes, y no en los gobernantes y en quienes mienten. Sus pasodobles son para poner el foco sobre el mal de la depresión, enfermedad que tiene cautiva a muchas personas, y para defender un carnaval del pueblo que no se vende a mafiosos. Los componentes usan un tipo muy llamativo, con potencias en forma de pluma, chalecos con lunares en referencia a la feria, lazos de colores por los verdiales y bordados con referencias a la Semana Santa.