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Bagherian en una de las aulas del centro. V.B.
Rincón presume de tener uno de los mejores profesores de España

Rincón presume de tener uno de los mejores profesores de España

Lleva más de quince años impartiendo clases en Novaschool Añoreta y para él una de las claves en la enseñanza es la educación personalizada

Victoria bustamante

Lunes, 4 de febrero 2019, 16:52

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Rincón está de celebración. Ali Bagherian, uno de los mejores profesores del país, según los Premios Educa Abanca, da clases en el Colegio Novaschool Añoreta. Su innovación y desempeño le han hecho ser el octavo premio del certamen nacional. Ali Bagherian tiene además una gran historia detrás, ya que procede de un país que no concreta, próximo a la Unión Soviética, vivió en Estados Unidos y lleva quince años afincado en Málaga dando clases de Historia de la Filosofía, Historia y Economía a estudiantes de entre 16 y 18 años.

«Me encanta la innovación y estar actualizado e impartir clases con diferentes metodologías», comenta. Es licenciado en Administración y Dirección de Empresas y graduado en Historia de la Filosofía e intenta ser cada día mejor profesor. «Uno de los problemas que tenemos los profesores es la obsesión por dar un contenido marcado por la asignatura y que no tenemos tiempo para innovar o cambiar la metodología. Desde mi punto de vista ese sistema funcionaba, pero es un poco obsoleto porque los contenidos son información, y la información ya la tienen los niños en internet», comenta este profesor que prefiere decantarse por hacer que sus alumnos investiguen. «Para mí es la mejor forma de aprender, luego lo evalúo y veo que tienen mejores resultados cuando investigan sobre diferentes conceptos». Un método, el de la investigación, que dice intentar transmitir a sus compañeros para ofrecer clases más dinámicas.

La única ventaja no es el mayor grado de atención de sus alumnos, sino algo que guarda mucho más valor, aprenden a «saber gestionar un grupo de trabajo, resolver problemas, capacidad de oratoria, empatía, liderazgo y respeto», algo que, en su opinión, «no se enseña porque estamos centrados en los contenidos y muchas cosas transversales que están alrededor de la educación se dejan de lado». Por todo ello proclama que se siente más educador que profesor. ¿La diferencia? «Se educa para la vida, creo que profesor está dentro del concepto de educador. Me gusta educar, enseñar contenido, creo que puede hacerlo cualquiera».

Bagherian admite que no siempre tuvo este pensamiento y modo de dar clases y que necesitó ponerse en el lugar de sus alumnos para entenderlo. «Un día nos dieron un curso de formación sobre profesorado, me senté a escuchar y a los cinco minutos mi cabeza desconectó. Me dije, 'llevo cinco minutos y estoy harto de lo que me está diciendo, soy incapaz de estar centrado, ¿yo soy así?' Estoy hablando, ellos están callados y yo pensando qué maravilla, qué bien atienden», explica. Desde entonces entiende que el hecho de que los estudiantes guarden silencio no implica atención, por ello les incita tanto a participar en las lecciones. «La mejor clase es cuando empiezas a recoger y te dicen ¿ya es la hora? Eso es lo mejor que te pueden decir». Además, reflexiona acerca del profesorado «salimos de la clase pensando: 'le he enseñado esto'. Falta la otra parte de la educación, tú le has enseñado, pero ¿él ha aprendido? La educación tiene que estar más personalizada».

Uno de los métodos para personalizar la educación es incluir la gamificación, el aprendizaje a través de los juegos, en el modo de dar clases. «Meter el juego en el aula es fundamental, lo adapto según la asignatura y es impresionante lo que aprenden, si le digo que memoricen esto, lo harán, pero seguramente al día siguiente se les habrá olvidado. Yo enseño de una forma y de otra, luego comparo los resultados en los exámenes y la diferencia es abismal», confiesa.

Sin embargo no es fácil conseguir la atención de todos los alumnos y siempre hay casos más difíciles. «La mejor parte de mi trabajo son los alumnos perdidos y conseguir reengancharlos, luego ellos te dan las gracias, pero es que esa es nuestra labor, 'es que no hace caso', vamos a ver el por qué. Metemos a todos los alumnos en el mismo saco y hay gente que su límite es un seis, y hay que exigirle un seis, que todos alcancen una excelencia es imposible», afirma.

La práctica no es tan sencilla, pero pone de ejemplo el caso de un alumno considerado fracaso escolar «tenía seis suspensos y quería tirar la toalla e irse, hablé durante horas con él, yo he sido adolescente, he pasado por esas fases, sé perfectamente lo que piensan y sienten, los adultos a veces nos olvidamos de eso». Ahora se enorgullece contando que es un reconocido abogado en Madrid que trabaja con casos internacionales. Insiste, «cuando un alumno es rebelde hay que entender por qué, uno no nace rebelde».

Este hijo y nieto de profesoras al que la vocación le llegó por sorpresa cuando trabajaba en el ámbito de la economía, admite que enfocar la enseñanza de este modo conlleva mucho trabajo «todo lo que digo requiere mucho esfuerzo, yo en verano estoy trabajando y no paro. Investigo, compruebo resultados, cambio cosas, cada año voy cambiando las presentaciones, por ejemplo». Por eso tiene claro que la vocación es lo más importante: «Esto es un trabajo vocacional, si no te gusta, no seas profesor. Si no eres capaz de hacer horas extras no te metas, porque las vas a tener seguro. No solamente te aburrirá sino que le haces un mal a la sociedad de futuro», sentencia reivindicando la pasión por el trabajo que se realiza. Él lo tiene claro, «este es el mejor trabajo que he tenido, con más quebraderos de cabeza y más problemas que solucionar y llevarme a casa, sin embargo es el mejor, no lo cambiaría por nada. Es maravilloso ser profesor, no hay nada mejor».

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