Juan José Natera: «La pérdida de población en áreas interiores de Andalucía no es tan angustiosa como en otras partes de España»
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Este geógrafo destaca que la región, pese a un envejecimiento del que no logra escapar, con su edad media de 43 años se encuentra entre las más jóvenes del paísLa geografía ya no es –si es que alguna vez lo fue– la relación de los ríos, accidentes geográficos, países y capitales. Como aclara el ... profesor Juan José Natera, quien también es investigador responsable del Grupo Interdisciplinar de Estudios Rurales y Urbanos (GIERU), se trata de la disciplina que estudia la relación de las personas con el territorio. Una de sus áreas es la demografía: la andaluza difería de la del conjunto de España, pero ahora cada vez se le parece más.
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–¿Cómo se podría sintetizar lo acontecido en la demografía andaluza en los últimos años?
–El crecimiento vegetativo andaluz es negativo desde 2018: por primera vez en la historia reciente, entendiendo por tal desde 1975, hay más fallecimientos que nacimientos. Pero la población residente en Andalucía continúa creciendo, lo que significa que esta evolución está gobernada por la inmigración, que es lo que ocurre en las poblaciones demográficas modernas. Cualquier población con crecimiento natural negativo, como sucede en Andalucía, está condenada a la extinción en ausencia de inmigración. El indicador coyuntural de fecundidad, es decir, el número de hijos por mujer, se desplomó en los años ochenta, cuando se perdió el valor de reemplazo generacional (2,1 hijos por mujer), y sigue bajando. Aunque Andalucía es la comunidad que más nacimientos aporta a España en números absolutos. La tasa bruta de mortalidad también ha aumentado, pero ello se debe al envejecimiento de la población. La combinación de envejecimiento por la base de la pirámide (pocos nacimientos) y por la cúspide (aumento de la esperanza de vida) resulta en que la edad media de la población ahora roza los 43 años, frente a los 31,48 de 1975, aunque la región sigue teniendo la población más joven, sólo por detrás de Murcia, Ceuta y Melilla.
–¿Hay algo que singularice a Andalucía en lo demográfico respecto al conjunto de España?
–Hasta los años setenta, la potencia demográfica andaluza era más que notable: crecía incluso a pesar de la enorme sangría emigratoria que supuso el éxodo rural. Pero ahora la situación andaluza es muy similar a la del conjunto de España.
–¿Y entre las provincias andaluzas el comportamiento es homogéneo o hay diferencias?
–Málaga, Sevilla y Almería presentan las dinámicas más positivas, con incrementos sistemáticos de la población desde los años setenta. En el otro extremo están Jaén y Córdoba, que pierden población desde 2013, porque la inmigración –cuya tasa neta es positiva en todas las provincias andaluzas– no es capaz de compensar las pérdidas por crecimiento vegetativo.
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–¿Qué explica que Sevilla, Málaga y Almería tengan la mejor evolución, también en atracción de inmigración?
–Las oportunidades económicas: la gente va donde hay empleo y la gente no se va de donde hay empleo.
–Aquí en Málaga sí que se percibe que interesa que llegue determinada gente, ligada a las multinacionales, a la tecnología...
–Interesa en el sentido de que lo que interesa es una diversificación económica hacia actividades que generen un importante valor añadido. Y eso es bueno. O en un mundo perfecto, eso sería bueno. Otra cosa es que esas personas tienen un poder adquisitivo que no es el de la población local y el reverso de ese fenómeno es que empeora el acceso al mercado de la vivienda: sin regulación, poco alquiler y escaso alojamiento público, el que más dinero puede dedicar a la vivienda se queda con las mejores casas.
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–Tal como describe el fenómeno, no sé si es una exageración, pero me viene a la cabeza San Francisco y su polarización social y residencial. Y más cerca tenemos a Ibiza, que está experimentando un fenómeno parecido.
–Yo no creo que en Málaga en particular tendamos a esa polarización social, por lo menos no a los niveles de las que podríamos considerar ciudades globales. Primero, porque en realidad no son tantos los empleos tecnológicos en términos absolutos. Además, la teoría de la polarización se basa en que no hay nada en medio. Y aquí hay clases medias. La de la polarización es una tesis que es muy cómoda a la hora de explicar ciertos procesos, pero sobre todo en la Europa mediterránea las bases que la sustentan no están presentes. Si esa masa crítica de clases medias desaparece o se diluye, entonces sí estaríamos yendo a esa polarización.
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«En Andalucía en 2022 sólo había dos municipios con menos de 100 habitantes de los 1.379 de España. En provincias como Guadalajara o Burgos eran más de 150»
–¿Cuál es el reto demográfico, o los retos, específicos de Andalucía?
–El reto demográfico en Andalucía es el envejecimiento y la pérdida de población en las áreas interiores. Es cierto que hay zonas que siguen experimentando pérdidas de población por el abandono de espacios interiores y de montaña en favor de los litorales y las grandes ciudades interiores. Pero no llegamos todavía a niveles como los de Castilla y León o Aragón. En Andalucía en 2022 sólo había dos municipios con menos de 100 habitantes de los 1.379 de España. En provincias como Guadalajara o Burgos eran más de 150. La pérdida de población de las áreas interiores andaluzas existe, es un hecho, pero aún no es tan angustiosa como en otras partes de España. Eso no quita que, de continuar el despoblamiento biológico, la población continúe descendiendo, y los contingentes se agoten. Más en un contexto en el que la inmigración hacia estas pequeñas zonas rurales es, de existir, muy escasa.
–Crece la población por la inmigración y vemos que aumenta la fuerza a nivel global de las posiciones xenófobas y racistas.
–Son dos cosas distintas. Una cosa es la llegada de inmigrantes y otra, la percepción que la sociedad de acogida tiene de esos inmigrantes. En Málaga, en la costa, la población procedente de países desarrollados, británicos, franceses, es muy, muy elevada. Y eso no se ve como un problema. ¿Por qué? Porque depende de la capacidad adquisitiva del migrante. Parte de la población sí percibe como algo negativo la llegada de personas de color, porque la asocian a bajos ingresos y a problemas a futuro. Pero van a seguir llegando porque es aquí donde están los recusos. La Administración puede entrar y revertir la percepción que pueda tener la población de un flujo que, por cierto, nos es necesario. Al final, la percepción del otro en contraposición a los nuestros se basa en el miedo que no es al inmigrante, porque a los británicos no les tenemos miedo; es al pobre.
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–Todo ello influye en la distribución del espacio.
–La gente vive donde puede. Si tienes bajos ingresos, el tipo de vivienda que vas a poder comprar o alquilar está en una zona determinada de la ciudad, que va a ser donde se van a concentrar personas de pocos ingresos. Y a eso se suma también el proceso de estigmatización por el color de la piel. Todos se juntan donde hay vivienda asequible. Mientras, los que tienen mayor poder adquisitivo también se concentran donde las viviendas tienen mejores condiciones ambientales, donde son más caras y tienen mejores vistas.
–¿Significa eso que está muy segregado el espacio en Málaga y en Andalucía?
–No está muy segregado en comparación con otras ciudades. Pero sí es verdad que hay determinadas nacionalidades que están más segregadas que otras, porque están más agregadas en el espacio que otras. No son niveles preocupantes, pero sí es una realidad que está presente. Pero no es tanto por el origen como por renta.
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«Muy probablemente, los aspectos económicos están en la base de los bajos niveles de fecundidad: ahora los sectores más acaudalados de la sociedad son los que tienden a tener más hijos»
–¿Qué políticas de natalidad harían falta?
–La cuestión de la natalidad es una decisión personal y cada vez más de la madre potencial, porque cada vez son más los niños que se tienen fuera del matrimonio. La caída de los niveles de fecundidad está causada por una multiplicidad de factores, de forma que no es posible dar con una política unisectorial que solvente el problema. Pero muy probablemente, los aspectos económicos están en la base de los bajos niveles de fecundidad. Al contrario de lo que históricamente ha venido ocurriendo, los sectores más acaudalados de la sociedad son ahora los que tienden a tener más hijos que los menos pudientes. De lo que se trataría sería de que la gente que quiere tener hijos los pueda mantener. Pero hay más: el alargamiento de la juventud deja menos años de fecundidad potencial. También influye el hecho de que las redes sociales de apoyo puedan estar ausentes, lo que dificulta el cuidado de los hijos. Así que hacen falta políticas económicas –ingresos suficientes–, de conciliación o de vivienda. Aunque también hay un porcentaje cada vez más significativo de parejas que no se plantean tener hijos, al margen de que su situación se lo permitiese.
–Hablando de redes sociales ausentes. Cada vez hay más gente que vive sola y cada vez más gente estará sola en la vejez.
–Hay que diferenciar entre la opción -y la posibilidad- de vivir solo, y la obligación de hacerlo -pues o no pueden pagarse una residencia o no pueden ir a vivir con los hijos, por ejemplo-. La tendencia es a vivir tanto como se pueda en su propia casa, en su propio barrio, siempre que la salud lo permita. Además, hay que tener en cuenta que una porción muy significativa de los ancianos son propietarios de la vivienda: otra cosa son las condiciones de habitabilidad -o más bien de adaptación de la vivienda-. Los problemas pueden venir cuando las redes sociales se desarticulan o desaparecen, los vecinos de toda la vida se van o mueren y no hay quien les eche un ojo. Y también cuando el barrio cambia, bien por procesos de sustitución de la población, bien por gentrificación. De forma que la residencia en soledad se transforma en vida en soledad, que no es lo mismo.
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