Juan Antonio O'Donnell: «La maldad existe»
TEODORO LEÓN GROSS
Domingo, 2 de septiembre 2012, 13:53
Juan Antonio ODonnell podría parecer un atildado chef francés o quizá jefe de pista de un circo clásico, pero es un madero en toda regla, ... un poli veterano del cuerpo superior desde el crepúsculo del franquismo, y todo un oráculo al que recurren los grandes medios para dar sentido a la investigación de los peores crímenes. Eso le ha convertido en el poli mediático, sobrenombre que él mismo usa en Twitter. Detrás hay un observador agudo, experto en protocolo, capaz aún de piropear a una mujer sin incomodar, con un apellido en el que late la historia de España. Pero no por eso propone pasear por el Cementerio Inglés. «Aquí cerca vivían unas tías mías, y siempre que pasaba por delante me seducía este cementerio de aire misterioso y romántico». Cada año regresa con la Asociación Torrijos 1831 para la salva de honor por Robert Boyd, «que nació en Irlanda, de donde vienen los ODonnell».
No hay que sobrevalorar los apellidos. Puedes tener antepasados heroicos y ser un majadero, o viceversa.
Nació por azar en Pontevedra. Su padre era de Málaga y habían vivido en la casa de la marquesita después sede del colegio Maristas que fue la segunda casa asaltada el 18 de julio. La huida tuvo el sello de su abuelo, el teniente coronel Leopoldo ODonnell, apellido de militares de alto rango por los que fluyen los títulos de Duque de Tetuán, Marqués de las Salinas, Conde de Lucena y Marqués de Altamira por el que él no quiso porfiar. Siendo niño, regresa a Málaga el año de la nevada (1956), se instalan en Conde Ureña, va al colegio levantado sobre la antigua casa familiar y es un joven de los sesenta de jeans y barba que empieza a trabajar a los dieciséis, mientras estudiaba, en los Almacenes Álvarez, hoy Museo Carmen Thyssen. Como había estudiado inglés se coloca con los enciclopedistas Grolier con sede en Nueva York, pero su vocación era la policía.
En 1971, con la cuarta parte de sueldo, estrena uniforme. «No era la temida policía franquista; ya estaba en el aire la convicción del cambio». Pasó por la Científica con éxito; la Brigada Criminal; la Brigada de Información, los espías de la policía en el tejido social; después Estupefacientes (en su despedida dejó escrito en la pizarra que la droga también puede matar al que la persigue); la Brigada del Juego y la Policía Judicial («es admirable el inmenso trabajo, poco reconocido, de jueces y fiscales»); y finalmente Jefe de Prensa y Protocolo. «Siempre he salido bien parado, incluso de algo tan difícil como el asalto a la Diputación del 4 de diciembre de 1977, donde yo era el jefe de servicio, y consideré que era mejor dejar colocar la bandera andaluza», evoca manejando datos que se extienden hasta el KGB. Su pasión, aunque empezó Derecho, es la Comunicación y el Protocolo; y cita al paleontólogo Arsuaga: «chimpancé+protocolo=hombre». Y si algo interesa al Inspector ODonnell es la condición humana, a menudo observada desde el lado oscuro.
La maldad existe, hay que convencerse de eso.
Desconfía mucho del buenismo de salón. No gasta la retórica bienpensante habitual en los platós. Cree que fallan las leyes más que la policía, aunque errores como el informe pericial del Caso Bretón es «un mal síntoma de los tiempos». Pero insiste: «Tenemos una buena policía», apelando no al sondeo del CIS, donde suele aparecer entre las instituciones más valoradas, sino a la estadística de éxitos. En cambio, «a los padres de la patria hay que pedirles que cuando hagan leyes se asesoren de las personas competentes» porque desde los despachos no se ve la realidad.
Está demasiado protegido el delincuente y demasiado desatendida la víctima.
A menudo le llaman como oráculo de los casos criminales más turbios, desde el Caso Wanninkhof a Marta del Castillo, desde Sandra Palo a Mariluz. Parece haber un nuevo perfil criminal, pero el cambio es el tratamiento mediático. «Casos así siempre han existido». Su tesis: «El gran punto de inflexión es el Caso Madeleine; el uso supermediático reproducido primero en el Caso Mariluz, y después en otros». No cree en el consuelo de la teoría de los monstruos criminales, porque en definitiva son seres humanos. «Lo mejor y lo peor que hay sobre la capa de la tierra es el hombre».
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