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Los pañuelos se prenden en las enaguas de la Virgen cada vez que se viste. :: Eduardo Nieto
Los pañuelos de la Esperanza
Semana santa 2012

Los pañuelos de la Esperanza

Numerosos malagueños solicitan la protección milagrosa de las vestimentas de la Virgen

JESÚS HINOJOSA

Sábado, 31 de marzo 2012, 15:00

Hay algunos secretos y tradiciones de la Semana Santa que no son totalmente conocidos por el gran público y que, sin embargo, atesoran una hermosa leyenda que se transmite de generación en generación. Este podría ser el caso de los pañuelos que se prenden en las enaguas de la Virgen de la Esperanza cada vez que es vestida, unos trozos de tela y encaje a los que se les atribuyen poderes milagrosos desde hace ya medio siglo. Decenas de malagueños buscan en ellos, al cabo de cada año, la esperanza que nunca se pierde para que un familiar salga de una enfermedad o pase con éxito una intervención quirúrgica.

Como en otras muchas historias y costumbres de la Semana Santa, el poder curativo que se le atribuyen a los pañuelos de la Virgen no está del todo claro. Como reconocen desde la propia Archicofradía del Paso y la Esperanza, es la tradición oral la que se ha encargado de forjar un hecho que ya es toda una costumbre ligada al culto de la popular Dolorosa que cierra el Jueves Santo malagueño sobre una alfombra de romero.

La referencia más extendida hay que buscarla allá por los últimos años de la década de los 40 del pasado siglo. Cuentan que por aquel entonces, el que fue hermano mayor de la archicofradía desde 2002 a 2006, Juan Antonio Bujalance Ferrer, siendo un niño, se encontraba jugando en los muelles del puerto con unos amigos. Sin tener tiempo para reaccionar, una de las ruedas de molino que se encontraban apiladas en el lugar para ser cargadas en algún buque le cayó encima de una pierna causándole un gran daño.

Los médicos no le dieron muchas esperanzas a la familia, todo estaba preparado para someterlo a una intervención en la que casi con toda probabilidad iban a amputarle la pierna. Su padre, Antonio Bulajance Soto, era entonces el albacea de la Virgen y el encargado de arreglarla. Fue a la iglesia, tomó el pañuelo que tenía en su mano la Dolorosa y lo colocó sobre la pierna de su hijo. A la mañana siguiente, los médicos comprobaron que la situación había experimentado cierta mejoría y decidieron no amputar la pierna. Sin bien Juan Antonio quedó marcado de por vida por una ligera cojera, su familia atribuyó al pañuelo de la Virgen el que pudiera salvar la pierna, y ahí comenzó todo.

Tradición

La tradición actual establece que los hermanos y personas cercanas a la archicofradía que se lleven un pañuelo de la Virgen para alguien que lo necesite, al tiempo, resuelto o no el problema, devuelvan otro pañuelo distinto para volvérselo a colocar. En función del valor artístico del pañuelo que se devuelve, las camareras y el vestidor deciden que se quede para el ajuar de la imagen o que se vuelva a entregar para alguien que lo demande, de forma que se sigue con la cadena.

Son tantos los pañuelos que se piden al cabo del año que normalmente llenan casi toda la parte trasera de las enaguas de la Virgen de la Esperanza o la tela posterior de sus vestidos. Fuentes de la archicofradía apuntaron que, ante la demanda de pañuelos y para que siempre haya existencias, en ocasiones se encargan de nueva factura para que en todo momento haya alguno prendido en su falda. Suelen ser pañuelos muy simples, con una punta de encaje corriente, y con las iniciales de la Virgen bordadas. El caso es que ya sean realizados ex profeso o fruto de devoluciones por favores recibidos, la Esperanza siempre suele tener en torno a una veintena de pañuelos cogidos con alfileres en sus vestidos.

Algunos miembros de la hermandad están recopilando las historias de curaciones milagrosas que se atribuyen a la intercesión de la Virgen para que no todas queden ocultas a las generaciones venideras. Aunque sin ponerles nombres, este periódico pudo recabar dos de ellas. Una es la de un sacerdote cercano a la cofradía que estaba esperando un hígado y cuya vida corría serio peligro. En este caso, fue recibir el pañuelo y llegar en ese mismo día el órgano que esperaba. Sin embargo, su situación era ya tan delicada que no pudo superar la operación. La otra es la de un hombre que tras haber sido trasplantado de riñón sin éxito en dos ocasiones anteriores, desde los veinte años de edad, fue trasplantado por tercera vez. Su familia pidió un pañuelo y, tras la operación, lograron entrar en la sala en la que se encontraba y lo anudaron a la vara que sostenía el suero. A las pocas horas llamaron a miembros de la cofradía llorando de emoción porque el trasplantado había empezado a orinar.

Milagros o no, lo cierto es que la tradición de los pañuelos de la Virgen de la Esperanza está más viva que nunca y constituye un valioso patrimonio devocional que sus cofrades están dispuestos a preservar para siempre.Uno muy especial que se recuperaLa Virgen de la Esperanza llevará este año en su mano un pañuelo muy especial. La prenda en cuestión perteneció a su ajuar hasta la década de los años cincuenta. Sin embargo, encierra una historia que ha hecho que la imagen no lo haya vuelto a lucir hasta ahora. El 14 de octubre de 1957 se produjo lo que se conoce como la gran riada de Valencia. El río Turia se desbordó y causó más de 400 muertos, además de cuantiosos daños materiales. Todo el país quedó conmocionado por la catástrofe, de la que se hicieron eco los medios de comunicación de la época. Radio Juventud de Murcia organizó una subasta a beneficio de los damnificados, y la Archicofradía del Paso y la Esperanza quiso contribuir a esta iniciativa con la donación de uno de los mejores pañuelos del ajuar de la Virgen. El pañuelo, enmarcado y con una dedicatoria de la cofradía y dos fotos de los titulares, fue subastado y adquirido por una familia en la que quedó como un elemento a heredar de padres a hijos. La condición era que, si en algún momento fuera preciso desprenderse de él, regresara a la hermandad de Málaga de la que procedía. Y así sucedió cuando hace un par de años el hasta entonces propietario de la prenda, agobiado por problemas económicos, se puso en contacto con la archicofradía para vendérselo. Sus responsables, sorprendidos por esta historia, lo compraron al quedar admirados por la calidad de los encajes que lo conforman. De hecho, a juicio del vestidor de la imagen, Juan Francisco Leiva, puede considerarse el mejor pañuelo de la Virgen. Este año lo sacará a la calle por vez primera después de 55 años, ya que la lluvia lo impidió la pasada Semana Santa.

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