Moda

Dulce & Glamour

Dolce&Gabbana, el dúo de diseñadores más famoso, celebra 25 años en la moda: «Cada uno sabe lo que el otro está pensando»

LUIS GÓMEZ

Domingo, 11 de abril 2010, 12:50

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Lo suyo sigue siendo un flechazo. Fueron pareja durante mucho tiempo y a pesar de que la pasión que no la amistad se fue ... al garete hace tiempo, se mantienen como el dúo de diseñadores más famoso e influyente del mundo. Nadie como Dolce&Gabbana ejemplifica el poder sexual de la moda y su entusiasmo por universalizar la sensualidad mediterránea y el lado más tórrido de Italia. «No buscamos provocar, sino hacer feliz a quien compra la ropa. Yhacerla feliz significa que la mujer se sienta sexy, primero, y atractiva, después. El sexo no es frenesí,es un cobijo», enfatizan.

Adicto a los vaqueros rotos y amante de circular en vespa por las calles milanesas, Stefano Gabbana es el más alto y joven (Venecia, 1962) de un tándem que no necesita más que cruzar la mirada para saber, «con un margen de error del 0,1%, lo que el otro está pensando». Domenico Dolce (Polizzi Generosa, 1958), que disfruta machacándose todos los días en el gimnasio, es hijo de un sastre que abandonó el sur del país rumbo a Milán cansado de la estética siciliana. Curiosamente, las gorras y los encajes forman parte del ADN de una marca que cumple su primer cuarto de siglo integrada por dos personas que han hecho de las diferencias la esencia de su estilo.

Stefano yDolce se conocieron hace treinta años. Y, como suele suceder tantas veces, de un encuentro casual surgió una unión sólida. «Podemos tener distintos sueños, aspiraciones e inspiraciones que pueden parecer, a primera vista, divergencias, pero, gracias a los sentimientos que nos unen, superamos nuestras diferencias».

Stefano apuntaba maneras como diseñador gráfico y como más disfrutaba era acompañando a su madre por las mejores tiendas de Milán. Nunca ocultó su condición sexual «soy gay y todo el mundo lo sabe. ¡Qué voy a contar!» ni sus aficiones. Adora el kistch, las pelucas, boxear «es un deporte que practico siempre que puedo», hablar con Naomi Campbell por teléfono, enviarse e-mails con Madonna, estar con su perra y bailar vestido de mujer. Se lo pasa en grande disfrazándose... ¡de su mamma!, de 78 años. Fue, precisamente, su madre la que le aconsejó que telefoneara al diseñador Giorgio Correggiari. No le cogió el modisto, sino su ayudante. Un tal... Domenico Dolce. Congeniaron. Y se echaron al ruedo. Cuando la moda no era lo que es hoy.

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La finca de Portofino

En los 60 era algo que «se reducía a unos pocos. A una especie de religión de afortunados», sostiene Dolce. «Desafortunadamente», hay pocos creadores que se mantengan en este mundo porque «les guste el trabajo», remata su compañero. «Antes era creación y hoy es poder. El 80% es negocio». Cuentan que la moda se mueve más en términos financieros que estilísticos: «variables, beneficios, ventas... No es arte». Es algo que tienen muy claro. Para sobrevivir, las firmas tienen que «hacer negocios. Si el más bonito de los vestidos nunca abandona el escaparate, de nada ha servido el esfuerzo». Para no pillarse los dedos, se repartieron los papeles, aunque nada escapa a su control. Stefano se ocupa del marketing y Domenico de la sastrería y la producción. Pero siempre toman juntos las decisiones importantes. Es la única manera de garantizar su independencia y supervivencia. «La gente acude a los shows a recalcar lo que hemos hecho mal».

Ofertas no les han faltado para retirarse y vivir de las rentas. A finales de los noventa intentaron «comprarnos», pero no les hizo falta venderse al gran capital. Son multimillonarios y famosos. «La compañía está sana y segura». En dos palabras, se sienten grandes y poderosos. «Para mucha gente es imposible comprar una chaqueta ya no sólo de Dolce&Gabbana, también de D&G», su segunda línea, más accesible.

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Pero interpretan el poder de otra manera. «No es sólo quién vende más y en el mayor número de países». Es quién «detecta» el nuevo bolso que todo el mundo «deseará y que generará más poder». Del que se refugian en su espectacular propiedad de Portofino un complejo de cuatro casas, donde mantienen su privacidad y se rodean de gente porque tienen «miedo a envejecer». Posiblemente lo hagan «como una sola persona. Nos queremos mucho. Es mi mejor amigo, como mi hermano. Quizá más», subraya Stefano.

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