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PILAR R. QUIRÓS
Viernes, 11 de septiembre 2009, 12:14
Día de madrugones, ojeras y sábanas pegadas después de un verano de dormir a pierna suelta sin la tiranía del reloj. Todos, profesores, alumnos y padres, se dan cuenta del cambio. De la vuelta a la rutina, al orden. Y la inquietud, la ansiedad y el 'gusanillo' en el estómago se apodera de muchos de ellos. Tres profesores veteranos, con más de 30 años a sus espaldas, y tres docentes jóvenes recién estrenados en la tarea de dar clase en colegios, todos ellos del centro Constitución 1978, un colegio de Infantil y Primaria de la avenida de la Paloma, cuentan a SUR sus experiencias.
Acaban de terminar el claustro de profesores. Inmaculada Cruces, muy coqueta, hasta se mira en el espejo para ver si está mona el primer día de clase. Con 38 años es su primera experiencia en un colegio. Antes impartía en el Conservatorio, pero tenía que trasladarse y decidió probar en Primaria. «Creo que estoy más nerviosa yo que mis alumnos». Viene de decorar la clase. «Quiero que se sientan a gusto y que no lloren», algo fundamental para los que tienen tres años.
Al lado está la dicharachera Mari Carmen García, de 56 años, y 33 años de experiencia a sus espaldas. Hoy se ha puesto una de sus mejores galas para la inauguración del curso. Tan coqueta como Daisy y muy cercana, asegura que le encanta volver. «Yo estoy muy contenta un año más de estar aquí. Esta es mi vida y me encantan los niños», indica. Su primer día de clase, con 21 años, fue en Jubrique, en la Serranía de Ronda. «Me vi desangelada pero rápido me hice amigos, que eran los padres de los niños y tengo unos recuerdos maravillosos», cuenta con nostalgia.
Su compañera Paqui Barea, que lleva también más de treinta años en la enseñanza, no esconde que le cuesta trabajo empezar, aclimatarse a la rutina. Su ilusión cuando comienza el curso es ver cómo siguen sus niños de Educación Especial, a los que retoma cada año. «Me interesa ver si han mejorado durante el verano o si han perdido habilidades, siempre hay que estar encima de ellos», dice con una sonrisa. De su primerísimo día de clase dice sin ambages que lo recuerda con verdadero horror. «Mis alumnos tenían catorce años y yo 21. «Vamos, que fue un chuleo tremendo», cuenta entre risas. «Me dieron el curso que nadie quería, los más gamberrillos; eso siempre pasa así». Ahora, dice que ve algunas veces a sus antiguos alumnos. «Nos tenemos mucho cariño», subraya.
Este año el más jovencito del colegio Constitución 1978 es Sergio García, de 33 años. Y también vive su primer día en la enseñanza. Está frente al ordenador, ultimando el papeleo y preparándose para sus clases. «Estoy un poco estresado; antes daba clases de educación vial a adultos y ahora tengo que acostumbrarme a los niños». Salvador Pacheco, de 38 años, también se estrena en España. Antes dio clases en colegios de Estados Unidos, y luego se dedicó a la hostelería. «Tengo muchas ganas de volver con los niños, me encanta este trabajo».
Ring. Suena la campana de entrada. Los niños y las madres colapsan la entrada. Pero rápidamente se forma una fila india, por cursos. María Jesús García, de 45 años, está junto a su inquieta hija Dalia. «Todavía no sé quien es mi profe, pero tenía muchas ganas de venir», subraya esta alumna de siete años. Al lado Erika, también de seis, se afana en ponerse en la cola y espera que su vecina Alejandra, que es nueva en el colegio, caiga en su clase. Se cogen la mano fuerte y se dirigen hacia la entrada. En sus caras se nota la inquietud. Es su primer día de cole.
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