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ISIDRO PRAT
Domingo, 6 de septiembre 2009, 04:27
AL emperador romano Vespasiano, en su voracidad recaudatoria para edificar el Coliseo, se le ocurrió establecer un impuesto sobre la orina de las letrinas públicas. Como a su hijo Tito no le parecía muy digno semejante tributo, el propio Vespasiano acercó unas cuantas monedas hasta ponerlas delante de sus narices y le pregunto: ¿Huelen mal? -No- le contestó. Y sin embargo, es orina. Sabes, hijo: ¡El dinero no huele!
Nació en su Milán en 1936. Aunque estudió Derecho, se dedicó a los negocios inmobiliarios y de construcción. En la década de los setenta, compró varios periódicos italianos, en los ochenta creó Canal 5, en los noventa controlaba las tres principales cadenas de televisión, el grupo editorial Mondadori, estudios, salas de cine y la mayor cadena de grandes almacenes del país. Se adueñó del Milan para hacerlo campeón y para su propia gloria. A golpe de talonario, compró los mejores jugadores, formó un equipo ganador y los triunfos se sucedieron durante varios años. Marcó una época y unas formas que cambiaron el concepto y la esencia del fútbol.
Probablemente muchos lo intentaron, pero nadie llegó tan lejos como él. Me estoy refiriendo a Il Cavaliere Berlusconi que con su holding Fininvest controlaba grandes empresas en Italia, Francia, España, Alemania, URSS y Yugoslavia. Cuando la operación anticorrupción Manos Limpias le acusó de sobornos, financiación ilícita y fraude, decidió saltar a la política para impedir que lo procesaran. Formó el partido Forza Italia y, aprovechando su imperio empresarial y sus propios medios de comunicación, convenció a los votantes de que Italia necesitaba un buen gestor como él y no uno de esos políticos que no saben dónde tienen la cara. Con su fortuna, una de las más cuantiosas del mundo según la revista Forbes, cabalgó en la política, aplastó a sus adversarios y ganó con la vieja fórmula de administrar el Estado como una gran empresa. Ahora, caen las acusaciones de financiación irregular, sobornos a jueces, falsificación empresarial y corrupción. Su amistad con los mafiosos Vittorio Mangano y Salvatore Toto Riína, expertos en blanquear dinero, le ha acarreado bastantes problemas con la justicia y ha sido una perla más en el rosario de líos en los que está metido.
Inmobiliarias, construcción, ingeniería financiera, presión judicial y el tirón del fútbol para ganar protagonismo y saltar a la política. La gestión, la gestión, sólo la gestión y nada más que la gestión. Nada de ideas, ni creencias, ni moral. Con el pensamiento único se evitan conflictos, uno manda y todos los demás obedecen. El amo, patrón y dueño del cortijo, decide a su antojo y sus empleados o ciudadanos deben aceptar sus decisiones sin chistar. En este contexto es fácil adecuar las leyes a sus propios intereses y resulta más que sencillo manejar un Estado a su antojo.
Demasiadas coincidencias con otros mandones populistas de brocha gorda que antaño saltaron a la palestra política y que hoy siguen surgiendo de la nada como setas bajo el pinazo. Son esos espabilados que huelen el dinero allá donde esté y utilizan su poder para alcanzar más poder aún. Es la misma letra del cantautor soriano Jesús Gil que con sus empresas de construcción, su Club Financiero Inmobiliario, su partido GIL, su Atlético de Madrid y su Marbella, logró adueñarse de todo lo que le interesaba para sus negocios. Suyo, todo suyo. Detestaba los políticos y la política, y defendía que el municipio, la autonomía o el Estado tenían que dirigirse como una empresa, su empresa, su Club Financiero privado donde podría hacer y deshacer como le viniera en gana. Lo que era bueno para él también lo era para los demás mortales, aseguraban sus correligionarios.
En escena, ha aparecido el constructor Florentino Pérez que, con su título de ingeniero de caminos, canales y puertos bajo el brazo, es presidente y consejero delegado de ACS, de Abertis infraestructuras y presidente del Real Madrid. Son otras maneras, es otro estilo, pero tararea esa misma melodía: construcción, empresas potentes que manejan miles de empleados y millones de presupuesto, poder económico y mediático, equipo de fútbol de campanillas e imagen de ganador gastando dinero a espuertas. La gestión es lo más importante para manejar el presupuesto del Real Madrid, ha dicho a las primeras de cambio. No sabemos si ha calculado meticulosamente su salto a la política si las cosas se tuercen o si son simples coincidencias urdidas por mentes retorcidas. El tiempo lo dirá.
Hay quien utiliza el mismo discurso y los mismos argumentos tanto para pedir austeridad y sacrificios a los empleados de sus negocios como para gastar una millonada en juergas o en jugadores. Comienza un nuevo curso balompédico y con él comienza también el espectáculo. Se llenarán los hemiciclos y los estadios. Contemplaremos atónitos como euros y balones corren a manos llenas sobre nuestras cabezas. Como decía Vespasiano, el dinero no huele provenga de la orina de las letrinas, de la especulación inmobiliaria, de la ingeniería financiera o de las cuotas de los socios, pero su poder es directamente proporcional a la cantidad que se posee. La política y el deporte son algo más que gestión o deberían serlo por el bien de todos.
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