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IÑAKI CASTRO
Lunes, 24 de agosto 2009, 03:54
Grecia vuelve a vivir un verano infernal. Al igual que ocurrió hace dos años, cuando los incendios forestales acabaron con la vida de 70 personas y llegaron a consumir el 6% de la superficie arbolada del país heleno, las llamas han puesto en jaque a las autoridades y amenazan con provocar una nueva catástrofe ecológica. Ayer, medio millar de bomberos y 300 soldados plantaban cara al mayor de los casi cien incendios que se desataron el viernes en la cuna de la civilización Occidental. Una muralla de fuego, con un perímetro de 80 kilómetros, asediaba Atenas desde el este y sembraba la devastación en su avance hacia el casco urbano de la capital.
Bomberos y militares habían levantado sus defensas en Agios Stefanos, a 15 kilómetros de la ciudad ateniense, en un intento por frenar la expansión de las llamas. En esta localidad, la Policía ordenó a sus 15.000 habitantes abandonar sus viviendas y refugiarse en la capital. Altavoz en mano, los agentes recorrieron las calles del municipio para instar a los vecinos a no quedarse en sus casas con el objetivo de combatir las llamas. «Urgimos a todos a cumplir las instrucciones con responsabilidad. Afrontamos un gran desafío», subrayó el primer ministro, Costas Caramanlis.
Las advertencias de las autoridades perfilaban un horizonte en alerta máxima. Los fuertes vientos, de más de 60 kilómetros por hora, y las altas temperaturas habían formado el cóctel perfecto para alimentar la voracidad de las llamas, que calcinaban inmuebles y zonas boscosas en su avance. «La situación es trágica. Los incendios están fuera de control en varios frentes», corroboró un alto cargo de la región de Atenas. Los Bomberos tampoco ocultaban la magnitud del siniestro, uno de las más graves en las últimas «décadas» según distintas fuentes. «La intervención es compleja porque el fuego afecta tanto a viviendas como a superficie forestal. Como es lógico, estamos centrados en intentar proteger a los vecinos y sus propiedades», explicó un portavoz de los servicios de extinción.
Pese al gran despliegue de medios humanos y recursos materiales, las autoridades se veían incapaces ayer de contener el incendio que cercaba Atenas. De hecho, las llamas ganaban en virulencia en la periferia de la capital y amenazaban con penetrar en sus calles. Ante esta situación, la Policía optó por restringir el acceso rodado al centro de la ciudad. Incluso, se pidió a los atenienses que regresaban de disfrutar del fin de semana que aguardaran en sus lugares de descanso «por su propia seguridad». Los portavoces policiales agregaron que los funcionarios que no acudieran hoy a su puesto de trabajo se verían disculpados. Según las autoridades, el fuego, visible desde los lugares más emblemáticos de la capital como el Partenón, producía un intenso humo que dificultaba la visibilidad en las carreteras. La conexión ferroviaria con la urbe también se cortó a la altura de Agios Stefanos por la proximidad del fuego.
Rabia vecinal
Tras iniciar las evacuaciones y movilizar todos los recursos disponibles, el Gobierno griego optó por solicitar ayuda a la Unión Europea. Inmediatamente, Italia y Francia ofrecieron dos aviones cada uno y Chipre puso a disposición de las autoridades helenas un helicóptero especializado en la lucha contra el fuego.
Mientras llegaba el apoyo comunitario, los vecinos de la periferia ateniense volcaban su rabia en llamadas a distintos medios de comunicación. «Estamos aquí solos y las llamas se están acercando», clamaba una mujer residente cerca del monte Pendelis, considerado el pulmón verde de las afueras de la capital y que ayer era pasto de las llamas. «Nos vamos a quemar vivos», vaticinaba un vecino de la mítica ciudad de Maratón, ubicada como la distancia de la popular prueba atlética a 42 kilómetros de la capital. En esta zona, se declararon el viernes los focos que ayer habían llegado hasta las puertas de Atenas.
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