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TEXTO: LUISA IDOATE
Sábado, 22 de agosto 2009, 03:57
M UCHOS se preguntan por qué Mel Gibson puso un título griego a la película sobre los mayas, en cuyas tierras, dicen otros, no existieron las cataratas que salen en el filme. El actor y director lo aclara: «'Apocalypto' significa un nuevo comienzo». Esa es la esencia de ua película «que te agarra y no te suelta», por la expresividad de los actores indígenas que lo protagonizan y la fuerza del Yucatán mexicano donde se rodó.
Hay más reclamaciones. Para algunos, los mayas del cineasta australiano son demasiado sangrientos. Él rebota la bola: «Son los esfuerzos de un joven por salvar a su familia. La película es cinética, todo es movimiento». Y, para que no haya dudas, sentencia: «El cine es como soñar en público, juntos en una habitación oscura. Es magia».
No se sabe por qué desapareció el Imperio Maya. Ocupaba el Yucatán mexicano y se extendía por Guatemala, Honduras y Belice. Chichén Itzá fue uno de sus grandes centros ceremoniales. Se construyó en el 445 antes de Cristo. Se habitó durante dos siglos, se abandonó durante otros dos y se volvió a usar hasta 1204. Muchos lo visitan en los equinoccios de primavera y otoño, porque durante el ocaso la 'serpiente emplumada' sube por la escalera de la pirámide: el sol marca siete triángulos de luz invertidos, debido a la sombra de las nueve plataformas de la construcción; lo que da idea de la precisión con que se construyó este castillo que honra al dios Kukulkán. Es rigurosa la película de Mel Gibson recreando los sacrificios humanos.
Mujeres sacrificadas
La maya era una cultura de muerte. En el Cenote Sagrado de Chichén Itzá -un pozo de 60 metros de diámetro- se han encontrado joyas y esqueletos de mujeres sacrificadas al dios de la lluvia, Chaac. El mismo destino corrían los prisioneros, cuyas cabezas rodaban escaleras abajo por las pirámides. Las calaveras conforman el Tzompantli o Relieve de los Cráneos. Y los templos de los Jaguares y de los Guerreros eran los lugares favoritos para los sacrificios rituales.
Aunque no fuesen tan impresionantes como el Juego de la Pelota -de 168 metros de largo y 70 de ancho-, donde uno debía de pasar la bola por el aro. Con una precisión: el ganador vive, el perdedor muere. A veces, durante el juego, se realizaban descuartizamientos. En otros casos, a los jóvenes guerreros se les arrancaba el corazón en vivo. Eran ritos imprescindibles para la vida de los dioses y el funcionamiento del universo.
El lugar sagrado era Uxmal. Se construyó tres veces, porque se destruyó otras tantas. Cuesta subir los 120 escalones de la Pirámide del Adivino, de 31 metros de altura. Es más difícil bajar: los peldaños apenas tienen profundidad y sólo hay una cadena donde agarrarse. Tiene su aquél.
Las pirámides mayas se construían con la máxima verticalidad para engrandecer la figura del sacerdote cuando se dirigía al pueblo desde la plataforma superior. Así los augurios imponían más. Dicen que Palenque es la ciudad maya más fascinante del Yucatán. Ahí está el Templo de las Inscripciones con 'La tumba del astronauta', el sarcófago del rey Pacal, hallado en 1952.
Casi treinta lenguas
Los mayas de 'Apocalypto' hablan yucateca. Tenían veintiocho lenguas distribuidas en nueve familias. Eran grandes matemáticos y astrónomos. Crearon el número cero y construyeron observatorios astronómicos como el Caracol de Chichén Itzá. Vinculaban el contenido de la escritura al soporte. Apuntaban los temas dinásticos en piedra, las profecías en papel, los libros en corteza, lo religioso en cerámica.
Usaban tres complejos y precisos calendarios: el Haab de 365 días, el año sagrado de 260 días llamado Tzolkin y la Cuenta Larga de 5.126 años. Creaban ciclos y conformaban un tiempo circular. Lo cuenta el libro Chilam Balam: «Trece veces veinte años, y después siempre volverá a comenzar».
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