Por un plato de comida

De todos es conocido el pasaje bíblico del Génesis en el cual se narra como Esaú, urgido por el hambre, vendió su primogenitura a su hermano Jacob a cambio de un plato de lentejas. Esto ocurría hace siglos, pero ayer, en Málaga y a cambio de nada, dos inmigrantes fueron detenidos por insultar a los empleados de un albergue y agredir a un policía local, al negarles 'un plato de comida', patatas fritas y amburguesa, por haberse agotado.

Lo triste del caso es que estos dos desheredados de la fortuna no tenían nada que vender y, mucho menos, dinero con el que comprar alimento alguno para mitigar su hambre.

Todo su delito ha sido nacer en otro continente y cruzar un estrecho con la pretensión de encontrar un mundo mejor. Están creciendo, y de forma preocupante, los que militan en el ejército de los 'sin techo' o calificados de 'excluidos sociales', que no sé qué es peor. Los que buscan deseperadamente un mundo más humano y solidario para terminar tropenzando con un horizonte negro, sin apoyo y privados de toda esperanza y tolerancia.

Ye va siendo hora de reconocer que el fenómeno migratorio no ha sido bien tratado en España y son en los momentos de crisis cuando las dicultades alcanzan mayor crudeza. Nos guste o no, las exclusiones sociales por motivos étnicos, económicos, religiosos, etc. continúan existiendo y ya estamos sufriendo las consecuencias.

Exaltar y fomentar los valores democráticos -la solidaridad, tolerancia, convivencia y justicia social-, resulta encomiable, pero insuficiente a estas alturas del drama. El problema, o como queramos definirlo, requiere otro tratamiento mucho más ambicioso para evitar, entre otras cosas, eso que podría calificarse de 'delincuencia por necesidad', cuyo planteamiento se justifica con el "tu tienes y yo carezco; ya va siendo hora de que repartamos".¡Tiempo al tiempo!