Secciones
Servicios
Destacamos
JOSÉ ROSADO RUIZ
Viernes, 15 de febrero 2008, 02:48
EN la persona que se inicia en el consumo de cocaína los estados emocionales gratificantes aparecen fácilmente como efecto inmediato de la alteración del estado mental que produce, pero también, y de manera lenta y progresiva, estas 'felicidades' van disminuyendo en frecuencia e intensidad. Llega un momento en que el enfermo consume sólo «para no encontrarme mal»; no le aporta nada positivo y sí muchas 'negatividades'. Decide pedir ayuda, empezar un tratamiento e iniciar la tarea de conseguir su recuperación afectiva, emocional y una normalización familiar, personal y social, que le abra los caminos a sus proyectos de futuro que son 'alimentados' por el renacer de los vigorosos motores de las ilusiones y esperanzas.
Pero la cocaína ha 'trabajado' durante un tiempo, que aunque sea breve siempre es demasiado, con el sistema de los neurotransmisores cerebrales; ha hecho sus efectos inhibiendo la recaptación de catecolaminas y aumentando, sobre todo a nivel sináptico, la dopamina, que es la sustancia presente en el sistema de recompensa cerebral, es decir, el que nos proporciona la 'alegría interior emocional'. La disminución de sus depósitos y el deterioro de sus funciones precipita la aparición de algunas consecuencias: insomnio, impotencia, tendencia depresiva, labilidad afectiva, alteración de la interpretación de la realidad, 'flash-back' y alucinaciones o pensamientos distorsionados, etc., a los que hay que añadir los efectos de alcohol, normalmente asociado, y las consecuencias directas del metabolito resultante de ese consumo combinado: el cocaetileno que condiciona y facilita alteraciones funcionales neuronales. Los registros de TEP (tomografía de emisión de positrones) efectuada en estos enfermos muestran una disminución de la actividad neuronal, consistente en una menor capacidad para que el receptor reciba dopamina, y que puede persistir más de 18 meses después de haber dejado completamente su consumo; y no olvidar que las depresiones se consideran como una alteración de neurotransmisores en los que la dopamina juega un importante papel.
Bien, tenemos a una persona que no consume, que se encuentra en el periodo de rehabilitación y dispuesto a empezar otra nueva vida; se debe considerar que es un enfermo en una fase de convalecencia y con su sistema nervioso ('el que nos anima por dentro') con evidentes disfunciones. Y, soportando el deterioro neurobioquímico cerebral, se tiene que enfrentar a los factores de riesgos externos e internos, y a una sociedad con la que ha perdido cierta relación y sintonía. Los obstáculos, las incomprensiones, inseguridades y la propia baja autoestima, e incluso su frecuente sentimiento de culpabilidad, pero especialmente la interpretación subjetiva y subjetivada de todo lo que le acontece, le hacen vivir en una situación permanente de tensión, de angustia y suspicacia, que sobresalen como un grave facto negativo para vencer en esa 'guerra interior' que es la más importante que debe superar. Podemos admitir que esta persona está como 'en carne viva'; somáticamente está 'tocado' en algunos de sus órganos; socialmente, un poco marginado; psíquicamente, inestable; familiarmente, algo 'hipotecado'; y espiritualmente, con las oscuridades normales, y las 'añadidas' a su anterior estilo de vida. Así que la fácil visión de un futuro incierto puede ser la pantalla sobre las que se reflejen y se potencien todas sus 'negruras existenciales'.
Es fácil que, sin un seguimiento profesional intensivo, en esa persona se empiece a consolidar un estado anímico de inutilidad, de 'oscuridad', de desorientación, y que pueda aparecer en su conciencia la idea del suicidio, ¿ojo!, sólo como simple idea que aflora a la conciencia. Puede suceder que sea rechazada... 'y punto', o que se pase a una contemplación de ese pensamiento, e incluso la posibilidad (sólo la posibilidad) de llevar a la práctica esa idea como solución a esa experiencia existencial tan negativa. Aquí, la coincidencia de una situación conflictiva familiar, que no tiene por qué ser grave, la activación de un proceso penal antiguo o una situación estresante de cualquier tipo pueden acelerar el proceso y 'ver con claridad' la solución a todo lo que le pasa. A pesar de todo, el diálogo interno; «¿y si lo hago, qué pasará? ¿Y si aguanto a ver qué pasa?», etc., le invita a comunicar esa idea de suicidio a un amigo, un familiar o un profesional, con el objetivo de encontrar una ayuda que desesperadamente necesita. Es como una llamada de atención para encontrar una respuesta. Si no obtiene la respuesta buscada y deseada, puede adoptar una conducta suicida, que es totalmente diferente a un intento de suicidio, y que se fundamenta en unas 'desbordantes actitudes' de peticiones diversas e insistentes de socorro: 'pidiendo auxilio a la esperanza'.
Es la razón por la que estos enfermos necesitan, durante un largo periodo de tiempo, el seguimiento, asesoramiento y acompañamiento de los técnicos, no sólo para dejar el consumo, evitar recaídas y mantener la abstinencia, sino singularmente para estar presentes permanentemente en una relación de ayuda, en esa 'aventura interior' que no puede ser realizada en solitario. Necesita, ¿más que el comer¿, clarificar unos objetivos existenciales para marcar un rumbo a su vida... 'para que todos los vientos le sean favorables', y las noches oscuras que aún le quedan por superar sean ocasiones que, eficazmente dirigidas por especialistas, se puedan convertir en esplendorosas y felices alboradas. Así, «dejarán de llorar los que lloraban y brillarán en su mirar la luz del sol, ya la causa está ganada».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Una luna de miel que nunca vio la luz
El Comercio
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Gran apagón nacional: así está afectando a Málaga
Ignacio Lillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.