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C. Z.
Viernes, 24 de agosto 2007, 04:15
Existe un capítulo de la serie 'Los Simpson' en el que Homer, descontento con su trabajo, decide emular a Thomas Edison con pavorosos resultados. Tras varias semanas de febril actividad, el cabeza de familia descubre cosas como la escopeta maquilladora, el martillo automático o la alarma para saber si «todo va como Dios manda».
El mundo de los inventos tiene un componente humorístico muy desarrollado en torno a la figura del inventor chiflado. Y es que por cada invento realmente útil, hay por lo menos diez que se quedaron en el camino por no tener el más mínimo uso práctico. Lo saben muy bien en Japón, donde los inventos bienintencionados pero tan absurdos que causan más problemas que soluciones tienen su propio nombre. Se trata del 'chindogu'.
Bajo este término, que significa literalmente «herramienta extraña o deformada», se esconde toda una generación de objetos cotidianos con funciones extra que nunca debieron fabricarse. Ideado originalmente por el humorista japonés Kenji Kawakami, el 'chindogu' es, a día de hoy, un 'hobby' practicado por cientos de aficionados que sueñan con dar algún día con algo realmente útil que sea susceptible de ser patentado.
Con sus propias reglas
Aunque los 'chindogus' son objetos tan delirantes que parecen de broma, su creación está sujeta a unas rígidas normas y condiciones reguladas en todo el mundo por la International Chindogu Society. Desde su página web, esta delirante asociación promueve la creación de nuevos 'chindogus'. La práctica está incluso avalada por algunas facultades de ciencias como la de Pittsburgh, que utilizan el 'chindogu' para estimular la imaginación de sus estudiantes.
Incluso la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de Mondragón celebró la séptima edición de un concurso emparentado con el 'chindogu': el concurso de lanzamiento de huevo.
Esta iniciativa surgió de un grupo de profesores de Diseño Industrial, con el objeto de fomentar la capacidad innovadora y creativa de los alumnos a la hora de diseñar productos, y año tras año ha ido adquiriendo más fuerza. El objetivo del encuentro es lanzar un huevo crudo lo más lejos posible sin que se rompa. Para ello es necesario diseñar un dispositivo utilizando sólo una cartulina, cuerda y cola.
La edición de este año ha contado con cerca de 90 participantes. Un ejemplo más de cómo una práctica creativa, en apariencia absurda, puede emplearse para aprender conceptos como resistencia de materiales, velocidad o aerodinámica.
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