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Efectivos de Bomberos achican agua en un garaje del Paseo de Miramar.
«Lo difícil no era el rescate; era llegar»

«Lo difícil no era el rescate; era llegar»

Policías locales y bomberos relatan sus vivencias en una noche frenética

Francisco Jiménez

Lunes, 20 de febrero 2017, 00:17

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La guardia se presentaba relativamente tranquila en el parque de bomberos de Teatinos, aún a sabiendas de que podía llover con cierta intensidad. Las únicas salidas que alteraron la noche, a eso de las dos de la madrugada, fueron dos avisos por sendas casas en las que había entrado algo de agua, pero ni siquiera como para tener que intervenir. Pasadas las tres de la mañana saltaba la alarma. Las primeras incidencias se registraron en la zona Oeste, en Carretera de Cádiz. Hubo que cortar, como suele ser habitual, la avenida Héroe de Sostoa a la altura de la gasolinera Alaska. Sin embargo, la tormenta se desplazó rápidamente hacia el centro y el este de la ciudad.

Los servicios de emergencias comenzaron a recibir llamadas por inundaciones en la zona de Ciudad Jardín, Martiricos, El Molinillo o en Ollerías, donde se anegaron varias viviendas y hubo que sacar a dos personas que quedaron atrapadas dentro de un coche tras un accidente por la lluvia. «De repente, las llamadas entraban en cascada, nos vimos desbordados, reconoce un funcionario del Centro Municipal de Emergencias.

La calma también se acabó en el parque de bomberos de Teatinos. «Nos movilizaron para que fuéramos a la avenida Pintor Sorolla porque había dos chicas, una de ellas embarazada, atrapadas en su coche por el agua. Cuando nos pusimos en marcha apenas chispeaba por nuestra zona, pero una vez que llegamos a Muelle de Heredia y Paseo de los Curas era otro mundo. Lo que caía era tremendo. Ni siquiera podíamos avanzar porque la calzada estaba bloqueada de coches cubiertos de agua con gente dentro, que teníamos que ir liberando», relata uno de los bomberos que anoche vivió dos de las horas más intensas que recuerda. «Hemos actuado en otras trombas como la del pasado diciembre, pero nunca tan concentradas en tan poco tiempo y en una zona tan concreta», comenta otro profesional del Cuerpo, quien remarca que hasta en el parque de bomberos del Limonar tuvieron que achicar agua.

Coches policiales atrapados

La tormenta se recrudeció sobre las cuatro de la madrugada, acompañada de una espectacular granizada. En ese momento, la emisoras de los coches patrulla de la Policía Local recibían el aviso de que el techo del restaurante de los Baños del Carmen se había caído y que había unas 150 personas dentro. «Ahí sí que nos asustamos. Pensábamos que había ocurrido una desgracia», comenta uno de los agentes. Lo más difícil fue llegar. Las unidades más próximas, las de la Jefatura de El Palo, no podían acceder porque la avenida de Juan Sebastián Elcano era un río. De hecho, algunos vehículos policiales se quedaron tirados, hasta el punto de que sólo dos patrullas consiguieron llegar al balneario, y porque iban por la acera. «Fue un momento complicado, de mucha impotencia porque no podíamos llegar con los coches», reconoce el subinspector José Carrasco, que era el coordinador del turno de noche de la Policía Local.

Por fortuna, el concierto de jazz que había programado concluyó antes de que empezara a llover, por lo que muchos de los asistentes ya se habían marchado. Aún así, se vivieron escenas de miedo entre el medio centenar de personas que quedaba. Finalmente, los agentes de la Policía Local y de la Nacional evacuaron por la playa y los llevaron hasta la gasolinera. Todos sanos y salvos. En ese momento se multiplicaban los avisos. Un coche arrastrado por el arroyo del Limonar, un vehículo en un socavón, un matrimonio mayor que no quería abandonar su casa, una familia desalojada en La Mosca, garajes anegados,... «Lo difícil no era el rescate; era llegar».

Mientras se sucedían la liberación de gente atrapada en vehículos en la zona Este (en torno a medio centenar), los bomberos por fin lograban llegar al Paseo de Cerrado de Calderón, donde permanecían las dos chicas, una de ellas embarazada de tres meses. «Es la mayor torrentera que he visto en mi vida. Era bestial el agua que venía», relata uno de los bomberos. Llegar hasta el Seat Ibiza en el que estaban las dos jóvenes parecía imposible. Coches arrastrados, contenedores, escombros,... «Parecía el Amazonas», señala un policía. El camión de bomberos, tirando de la marcha reductora, consiguió abrirse paso y situarse justo encima del coche para hacer de parapeto. «Nos pusimos diagonalmente para tratar de frenar y desviar el agua, pero era imposible». Pese a los nervios lógicos, las chicas se encontraban bien, así que optaron por esperar unos minutos a que bajara el nivel del agua. «Entonces me subí al techo desde la cabina y bajé por la escalerilla hasta acceder a ellas, y pudimos rescatarlas», comenta.

Un final feliz a una noche frenética en la que, por suerte, no hubo que lamentar desgracias personales. «Si a las once de la noche nos dicen que va a haber una alerta roja hubiéramos activado un plan de emergencia, pero lo previsto era una alerta amarilla que no hacía pensar en nada excepcional. Pero la naturaleza no perdona y hubo que improvisar», remarca Carrasco. Alerta desactivada, el servicio continúa.

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