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Una pulsera que es un negocio redondo
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Una pulsera que es un negocio redondo

Un brazalete que supuestamente restaura el equilibrio interno de sus portadores se convierte en fenómeno social y éxito de ventas, aunque los científicos cuestionan su eficacia y sostienen que es un bluf

BORJA OLAIZOLA

Miércoles, 10 de febrero 2010, 19:21

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Es muy posible que dentro de unos años el fenómeno de las pulseras power balance se estudie en las escuelas de marketing. Hacer que reaparezcan la credulidad y la fe en una sociedad que ha hecho del escepticismo su religión oficial tiene su mérito. Y más si consigues con ello cifras de ventas que harían palidecer de envidia a cualquier multinacional. Las pulseras se agotan nada más llegar a las tiendas y el número de reservas excede con creces las unidades que salen al mercado. Aunque la importadora es reacia a facilitar datos sobre sus ventas en España, un cruce de cifras permite aventurar que estarían en torno a las 100.000 unidades diarias. Un negocio redondo si se tiene en cuenta que cada brazalete vale 35 euros.

Las llevan todos. Desde la Duquesa de Alba hasta Guti pasando por actrices, presentadoras de televisión o pilotos de la F-1 como Rubens Barrichello. No hay personalidad que se resista a lucir en su muñeca su pulsera power balance. El brazalete se empezó a poner de moda el año pasado, aunque su consolidación definitiva como fenómeno social se produjo las pasadas navidades, cuando se convirtió en el regalo más demandado y los clientes los compraban a pares. «Nunca habíamos visto una cosa igual; nos traían lotes de cien pulseras y en dos o tres horas se habían vendido todas», cuenta Tito Moro, propietario de una tienda de artículos de surf en San Sebastián.

Fue precisamente en el circuito de los profesionales del surf donde la pulsera dio sus primeros pasos. «La vimos por primera vez hace un año en una feria de San Diego y ni siquiera nos llamó la atención aunque a medida que pasaron los meses nos dimos cuenta de que todos los surfistas del circuito la llevaban y los chavales empezaban a preguntar por ella», explica Moro. Iván Hernández, el importador que coordina desde Marbella la distribución de las pulseras en España, confirma que los profesionales de los deportes de deslizamiento fueron pioneros en el uso del brazalete porque «mejoraba de forma sustancial su equilibrio».

El equilibrio es el santo y seña de la pulsera. La adaptación al siglo XXI del milenario esquema comercial del amuleto deja a un lado argumentos sobre sanaciones milagrosas y los sustituye por conceptos científicos menos comprometidos. En su página web se dice que la pulsera «es una frecuencia almacenada en un holograma que restaura el equilibrio electromagnético de tu cuerpo aislando a cada célula viva de los factores externos que le impiden funcionar al 100% de sus posibilidades».

«Superchería»

La pulsera es en realidad un aro de goma que incorpora dos hologramas como los que pueden aparecer en cualquier tarjeta de crédito. El modelo que más éxito tiene está hecho con silicona aunque también hay otro de neopreno. Añade la publicidad que «power balance no contiene ninguna fuente de energía por sí solo» y que son «las energías bio-eléctricas de cada uno las que cargan el holograma quantum, sintonizando con el bio-campo y armonizando con tu chi interior».

Desde la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, la médico valenciana Esther Samper refuta un discurso que califica de «pura palabrería» y afirma que los brazaletes «no pueden tener efecto alguno porque están compuestos por materiales inertes que no afectan para nada a las personas». Añade Samper que los fabricantes «se han limitado a modernizar con hologramas el viejo argumento del electromagnetismo, pura superchería desde un punto de vista científico».

Tan categórico o más que Samper, el divulgador y asesor científico Félix Ares atribuye el éxito al «poderosísimo efecto de la sugestión» y recuerda que un juez de Estados Unidos condenó en 2006 al distribuidor de una pulsera magnética a reembolsar a 100.000 compradores el dinero que pagaron por publicidad engañosa. El magistrado argumentó que las supuestas propiedades de la pulsera, un aro de metal terminado en dos pequeñas esferas que se hizo muy popular, «son más ficción que ciencia».

La contundencia de los argumentos no desanima a sus defensores. «La prueba más elocuente de que algo hace es que se vende más de lo que podemos suministrar gracias únicamente al boca a boca», dice el distribuidor José Luis Gómez. La pulsera ha superado los ámbitos deportivos y se oferta ya en farmacias. El perfil del comprador se ha ampliado a personas de edad, muchas con problemas de movilidad.

Tenga o no efectos terapéuticos, la lista de reservas se amplía cada día y todos los lotes que llegarán a España hasta marzo están ya vendidos. Además, las copias piratas han comenzado a brotar como hongos, aunque los importadores de las pulseras originales dicen que no son lo mismo porque sus hologramas «no han sido activados». Parece que al amuleto del siglo XXI le queda aún cuerda para rato.

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