
Secciones
Servicios
Destacamos
JULIÁN MOLINA
Miércoles, 8 de enero 2014, 08:28
Hay que ser muy idiota para hacer unas pintadas en la casa del Señor, que todo lo sabe y todo lo ve, más aún la fachada de su casa. Aunque la Policía Local no localice a estos vándalos del rosario y los ovarios, Dios seguro que tiene muy claro quiénes son y su castigo será mucho más temible que una simple sanción administrativa, a tenor de lo que lee uno en la Biblia. Sin embargo se ha liado un enorme revuelo, mucho más que si hubieran mancillado la fachada del Ayuntamiento o de la Diputación, a pesar de que a la Iglesia la protege Dios y a las instituciones solo los hombres, mucho menos poderosos en general, salvo quizás algún funcionario de la GMU.
Y lo mismo es aplicable a la polémica origen de este asunto, la Ley del aborto. La Iglesia y muchos creyentes se empeñan en aplicar al aborto la Ley de los hombres cuando tienen ya de su parte la Ley de Dios, que es mucho más poderosa y terrible, y que no alberga además ningún resquicio administrativo. El castigo de Dios es mucho peor que cualquier castigo de los hombres, sea el que sea. No hay sanción ni pena en la Tierra que se asemeje a arder por toda la eternidad en el Infierno, sin posibilidad de recurso ni reducción de pena.
No debería haber razón, por tanto, para querer aplicar a alguien un castigo menor, el de los hombres, cuando se le va a aplicar sin remisión el gran castigo, el de Dios. Sin embargo se empeñan en que los que ofenden los mandatos del Señor sean castigados ya aquí en la Tierra, en vida, lo cual quizás no deja de ser un menosprecio al propio Poder y Criterio de Dios. Una absoluta desconfianza de la Justicia Divina a favor de la Justicia española, nada más y nada menos. Si eso no es blasfemia que baje Dios y lo vea.
Y quizás ese sea todo el problema, la falta de fe de la Iglesia y los creyentes en la Justicia de Dios. Desconfiar de que Dios castigue correctamente el aborto, por toda la eternidad, y preferir en su lugar el castigo contingente de Gallardón. Inclinarse más por la condena insignificante de los hombres, en vez de confiar simple y devotamente en que Dios les castigue. Gente de poca fe.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Así se hace el lechazo deshuesado del restaurante Prada a Tope
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.