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ANTONIO ORTÍN aortin@diariosur.es
Sábado, 30 de noviembre 2013, 11:11
El Orellana vuelve. Justo dos meses después de que una orden de desahucio obligara a echar el cierre a 75 años de historia, el mítico bar de tapas de la calle Moreno Monroy acaba de reabrir sus puertas. En el mismo sitio: el legendario local donde, durante décadas, miles de usuarios han tenido que hacer torsión para tomarse un 'bartolito', unas 'ligeritas' o un arroz 'Fu Manchú' entre cañas y vinos. Sólo que, ahora, revestimientos de piedra, una barra nueva y un mobiliario totalmente reformado, y más de una mano de pintura, han dejado atrás el aspecto decadente que los malagueños recuerdan de los últimos días en el antiguo Orellana.
El artífice de esa 'resurrección' se llama Manuel Villena. Nacido en Málaga hace 43 años, este empresario lleva varias décadas vinculado a la hostelería. Tras comenzar en bares de noche como Vip Copas, Arabia, Callejón o la sala Quorum, en la avenida de Príes, hace cinco años decidió dar el salto a la restauración. Su primera incursión fue el Volapié, un local de La Malagueta que, según admite, no llegó a funcionar como él esperaba. Sin moverse de aquel barrio probó suerte con La Farola de Cervantes, una pequeña marisquería donde él y su socia y mujer, Patricia Carralero, empezaron a ver la luz y que hoy permanece abierto.
Fue entonces cuando, por primera vez, se planteó abrir en el Centro. «Llevaba tiempo pensando que yo debía tener un negocio aquí, pero no encontraba el sitio, hasta que surgió la posibilidad de instalarme en el antiguo Orellana», expresa. «Me puse en contacto con la familia propietaria del local, unos conocidos joyeros del Centro, y llegamos a un acuerdo». Y desde ese momento visualizó la transformación. «No quería romper la tradición y el camino recorrido por la familia Orellana, a la que le debo todo lo que han hecho estos años con el nombre del bar», relata Villena.
Mismo espíritu
Ese cambio le costó en torno a 60.000 euros. Y se llama La Farola de Orellana, el nombre con el que ha rebautizado el nuevo establecimiento, que respeta la estructura y casi la decoración del anterior y cuya oferta gastronómica mantiene el espíritu de siempre. «Ofrecemos tapas; este es un sitio para tapear calidad a precios económicos, donde disfrutar de un buen vino o una caña de cerveza. Como ha sido siempre».
No en vano, el empresario ha decidido mantener el legendario luminoso que da nombre al local. Con una diferencia: aún reza bajo el rótulo el de Cervezas Victoria, el anterior suministrador. En los próximos días lo cambiará por el de Alhambra, la cerveza 'oficial' de esta nueva etapa del Orellana, para la que Villena no está solo. Al frente de un equipo de ocho trabajadores (entre este bar y el de La Farola de Cervantes) se encuentra Carlos Lima Torres, encargado de supervisar todo el funcionamiento de la cocina. Lima es un veterano hombre de la restauración malagueña que ha trabajado ya en negocios como Frutos o Strachan.
El nuevo Orellana lleva apenas dos semanas, y ya hay clientes que acuden con relativa asiduidad. Entre ellos Paco, uno de los camareros más carismáticos de la anterior etapa, se deja caer por allí cada día. Aunque prefiere no hablar. Aún se emociona recordando los 42 años en el mítico rincón de la calle Moreno Monroy.
No falta tampoco quien se sorprende. Ayer mismo le sucedió a Chiquito de la Calzá al pasar por esta céntrica vía. El veterano humorista conoció el local de la mano de su propietario, quien le interpeló: «¿Qué le parece Gregorio?». «Uf, ha 'queao' fenómeno». En fin, otro clásico malagueño.
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