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De poca monta, o de mucha
EL MIRADOR

De poca monta, o de mucha

El asilo ha soportado a más desalmados que esos hijos de perra capaces de robar allí motores de lavadoras

TEODORO LEÓN GROSS

Lunes, 4 de noviembre 2013, 04:25

Lo de 'el buen ladrón' tiene mucho de mito. Parece un oxímoron, una contradicción en los términos, aunque emane del propio cristianismo. Está en la escena de la crucifixión, donde Jesús dice a Dimas: «hoy estarás conmigo en el Paraíso». La paradoja del 'buen ladrón' -delinquir por un bien superior- se revela en el Protoevangelio apócrifo de Santiago donde José de Arimatea cuenta que éste había sido un posadero que saqueaba a los ricos pero ayudaba a los pobres; y ese estereotipo se proyecta hasta Robin Hood, con su leyenda de príncipe de los ladrones generoso con los desheredados, y lo mismo al Zorro o los bandoleros españoles, por más que El Tempranillo o Luis Candelas adquiriesen prestigio con ciertos gestos nobles en el contexto propicio para ese mito, según Hobsbawm: sociedades sin justicia. De ahí ha quedado la etiqueta del buen ladrón vs el mal ladrón. Pero si se acepta que existen categorías, al menos hay algo seguro: quienes han asaltado este fin de semana el almacén del Asilo de los Ángeles son, con perdón, unos auténticos hijos de puta. Ya no hay sitios donde se justifique robar, a pesar de las gordilladas en el Mercadona, pero desde luego hay sitios donde no tiene ningún perdón. Y uno de ellos es el modesto Asilo de los Ángeles, un hogar de buenas almas para medio centenar de ancianos.

Los ladrones no deberían servirnos, sin embargo, de coartada moral. El robo es un golpe más en los avatares agónicos del Asilo de los Ángeles, vieja institución benéfica que trata de mantener su labor social en las laderas de Miraflores, donde la ciudad ya apenas conserva sus atributos y es fácil el olvido de todos. La capilla se sostiene a duras penas, con su hermoso retablo carcomido por la humedad, y solo han logrado restaurar una virgen del XVI; pero ante todo tienen que cuidar a los ancianos ya muy precarios. La Junta hace sus transferencias con retraso, tras fallar algunos meses, y les retiene la deuda con Endesa, compañía que no ha condonado al Asilo un céntimo ni siquiera de los intereses o de los intereses de los intereses, pero toca felicitarles por sus beneficios de 1.114 millones en el primer semestre y las indemnizaciones millonarias a sus directivos como la mujer del presidente de Madrid para su ático de lujo en Marbella. La ventaja de las ventanas tintadas en los coches oficiales es no ver estas cosas que deberían avergonzar a cualquier mandatario con sus gastos despilfarradores. El asilo ha soportado a más desalmados que esos hijos de perra, con perdón de las perras, capaces de robar allí motores de lavadoras por sacar unos euros de los cables de cobre, calentadores, cincuenta lámparas de pared que les había regalado un hotel quebrado o un par de aires para lo peor del ferragosto. Todos ellos merecerían llegar a viejos en la indigencia, y que los acoja su. justo eso, por supuesto con perdón.

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