Trabajar para poder estudiar
El verano no es sinónimo de playa ni juerga para estos jóvenes malagueños, que se ven obligados a trabajar para poder pagarse la carrera
LEANDRO PAVÓN
Miércoles, 28 de agosto 2013, 13:29
En algunas ocasiones, el poder cursar una carrera o un máster se convierte en la fábula de la cigarra y la hormiga. Mientras muchos ... alumnos aprovechan el verano para viajar o disfrutar de la playa, otros tienen que buscarse un trabajo y ganar el dinero suficiente para pagar la matrícula de la Universidad. Las prácticas estivales no dan para cubrir ese gasto, aunque algún estudiante con suerte consigue que tras demostrar sus méritos, la empresa en cuestión le acabe ponienod en nómina.
Este es el caso de José Antonio Martín. Durante el segundo año en la diplomatura de Turismo, se dio cuenta que había «muchos universitarios para tan pocos puestos de trabajo». Cursó esta carrera en su Huelva natal, donde trabajó además en bares de copas. Tras acabarla, empezó Ciencias del Trabajo en Granada. Todo esto estaba enfocado para un fin: estudiar un máster en Madrid. Pero la crisis llegó, y tuvo que poner en práctica el 'plan B': Máster en Dirección y Planificación de Turismo en Málaga.
«Lo más duro era compaginar las prácticas con el máster. Lo mejor es que después me contrataron», explica Martín, que ejercía de becario en Estepona a la vez que daba las clases en Málaga y seguía trabajando como camarero en Huelva. Este alumno tuvo que aplazar la lectura de su tesina por no poder hacer frente a la subida de las tasas. «La segunda matriculación la han subido un 100%. Le expliqué al director del máster que no podía permitirme pagar 750 euros; que cuando pudiera, lo haría. Y él lo entendió», afirma el alumno.
Gracias a una beca empezó a moverse por varios hoteles de la Costa del Sol, hasta que llegó a un apartahotel de Torremolinos que marcaría la diferencia en su carrera. «Trabajaba como adjunto a la dirección. Como tenía que vivir allí, cuando terminaba mi turno me cogía los manuales de 'software' de recepción y aprendí todo lo necesario para trabajar en ese puesto», comenta Martín. Ahora está contratado por cuatro meses en el hotel Pierre & Vacances en Mojácar y, gracias a eso, en febrero podrá leer su tesina.
El mundo del turismo es el que más oportunidades genera para trabajar en verano. Miriam Ramírez ha comenzado a trabajar de recepcionista en los baños árabes Al Hamman, en donde pasará seis meses y tiene posibilidad de quedarse de forma indefinida. Entró a trabajar gracias a las prácticas obligatorias que ahora impone el Plan Bolonia y pasó de no cobrar nada a poder pagarse el trabajo fin de carrera.
Ramírez lleva siete años trabajando para pagarse sus estudios. Ha cursado un módulo superior de Turismo y después pasó al grado de esta misma especialidad. «Con la crisis, decidí que cuanto más me formara, mejor», explica esta alumna. Ha pasado todo este tiempo trabajando en un salón recreativo durante la época estival y los fines de semana. «Yo soy una persona muy responsable. Trabajar en verano no me ha privado de cosas. Yo he viajado mucho, pero por ejemplo aprovechaba las vacaciones de invierno y me planificaba el viaje para que no fuera fin de semana», comenta Ramírez. El ritmo de trabajo y estudio hizo que no pudiera llevar las dos cosas para adelante. «Debería haber finalizado en junio, pero debido a que llevo alguna asignatura para septiembre y el proyecto fin de grado, no he pude terminar» argumenta.
Otros estudiantes llevan el trabajar en verano como una costumbre. Carlos Elena vive en Fuengirola, y desde que tuvo edad para tener un empleo, aprovecha la época estival para trabajar en la pizzería Primavera. «Durante el resto del año trabajo sólo los fines de semana y festivos, y así lo compagino con mi par de horas de estudio diario», admite Elena.
Él no trabaja para pagarse sus estudios, sino para poder ser más independiente durante los nueve meses de curso. «Tengo suerte de que me dan beca. El dinero va para mis caprichos y mis gastos, aunque el ir a la Universidad me sale por 40 euros a la semana en gasolina», admite este estudiante de quinto de Derecho. De todas maneras, este universitario se anda con cuidado. No le han quedado nunca asignaturas para septiembre y su expediente es brillante. No cree que se quede sin ayuda del Estado, pero ese dinero lo tiene como colchón.
Elena lleva algo peor que Ramírez el quedarse sin verano. El fuengiroleño no se acostumbra, pese a todos los años que lleva trabajando, a pasar estos meses viendo como a sus amigos hacen planes mientras el tiene que hacer pizzas. «Ves a todo el mundo el mundo moreno y tu estás blanco. Eso no puede ser» bromea Elena, que se consuela con su horario. «Entro a las 11.00 y salgo a las 18.00 horas. Algo de verano sí que tengo. Y en septiembre, vacaciones», afirma.
Beca Erasmus
La beca Erasmus marca un antes y un después en la vida de muchos estudiantes. Casto López, estudiante de enfermería, empezó a trabajar en el Taco Bell del Plaza Mayor este verano, tras pasar cuatro meses en Dinamarca. Esta experiencia hizo que comenzara a pensar más en su futuro, y todo lo que gane este verano lo quiere invertir en un máster cuando acabe su titulación. «Este año la mayoría de mis horas de clase son prácticas. Quiero renovar otros tres meses ya que si las prácticas son por la mañana, podría trabajar por la tarde y viceversa», afirma López.
Su idea de futuro es cursar un máster en España e irse a trabajar al extranjero. «Estudiar fuera es más caro por la residencia, y que aquí vivo con mi familia, pero mi idea es terminar trabajando en Inglaterra o Catar, por las facilidades que dan para vivir. Además, sus contratos son más decentes. Catar está algo más difícil, ya que a mis padres no les hace mucha gracia» explica.
Otro motivo por el que López decidió empezar a trabajar es por ampliar currículum. «Quería meter cabeza en algún sitio porque iba a acabar la carrera sin nada de experiencia laboral. Aquí tengo contacto con el público, algo que en mi futura profesión tendré que tener. Me viene bien para practicar» afirma.
El Erasmus es también el motor por el que María Flores se adentró en el mundo laboral este año. Las ayudas para esta beca cada vez son menores, y ante su salida este año hacia Edimburgo durante nueve meses, decidió pasar el mes de julio como monitora en los campamentos bilingües que organiza el colegio Los Olivos.
Ella estudia Filología Inglesa, y se encargaba de la parte educativa de la convivencia en el colegio. «Era un campamento centrado en el inglés. Se dividía en tres tipo de actividades: piscina, deporte y clases. Estas dos últimas era totalmente en inglés y buscaban gente que pudiera llevar ese tipo de tarea», comenta Flores.
Su trabajo, piensa, estuvo bien pagado. «Es cierto que sólo te pagan las horas que estás allí y no las que estás preparando actividades, ejercicios o canciones para los niños. Pero es algo que me gusta», explica la monitora. Flores destaca que lo que más ha valorado de este trabajo veraniego, el primero que realiza esta estudiante de cuarto curso, ha sido la experiencia obtenida, ya que no descarta dedicarse a la docencia. «En mi carrera sí que puedo tener salidas para la enseñanza, pero me gustaría más para el ámbito universitario, aunque no descarto enseñar a niños», afirma esta futura filóloga que durante julio enseñó inglés a niños de cursos comprendidos entre 1º de primaria y 2º de ESO.
Falta de trabajo
La búsqueda de empleo no es fructífera para todo el mundo. Miguel Pérez se ha decidido a entrar en el mundo universitario a sus 24 años, y ha puesto sus miras en Fisioterapia. Este malagueño está a unas pocas décimas de poder entrar en la Universidad de Almería, pero teme por no poder afrontar el pago de la matrícula. «Me está costando encontrar trabajo. He estado moviendo cielo y tierra. Me he tirado a la calle y nada», admite Pérez. Sus esperanzas están puestas en territorio francés, y es que la mejor alternativa que ha encontrado es irse a allí para entrar en la vendimia.
«Moví papeles para irme allí de mitad de agosto a mitad de septiembre. Me enteré de esta posibilidad a través de mi hermano, que tiene una amiga que va todos los años y viene siempre muy contenta», comenta el futuro estudiante de Fisioterapia, que entre lo que gane allí y lo que tiene ahorrado de su experiencia en Inglaterra, confía reunir el dinero necesario.
Pérez es consciente de la dureza del trabajo. «Llevo desde los 14 años trabajando en la obra, montando piscinas y tostándome al sol. Esto no me va a pillar de nuevas. Yo trabajo en lo que me echen», argumenta el malagueño, que en los días cercanos a su viaje a tierras belgas, bajó el ritmo de su búsqueda de empleo para disfrutar algo del verano malagueño.
Muchos estudiantes tienen que trabajar para poder seguir estudiando. El verano no es sólo diversión, ya que hay que, como en la fábula de la cigarra y la hormiga, recolectar en estas fechas para poder estar tranquilo durante el invierno. Aunque en este caso, el invierno es para estudiar y no relajarse.
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