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POR FRANCISCO CAÑETE
Lunes, 19 de agosto 2013, 13:31
Si los años 60 marcaron un antes y después en la vida de los españoles, los 70 arrancaron frenando ciertas actividades, pero la alegría y el optimismo continuaba en distintas etapas del calendario. Una, la feria. De aquellos 'bombazos' que fueron los años en el Parque se había pasado, por necesidades del guión, a unos festejos itinerantes. En 1970 tocó en la prolongación de la Alameda. Y, a pesar de que no había ni punto de comparación, la gente tenía ganas de fiesta. El ritmo no decayó.
Una de las 'atracciones', por denominarla de alguna forma y modo, por el gancho que tenía, eran «los cuba libre a duro». En nada y para nada acusó el cambio de año ni de decoración. Ginebra, garantizada de marca, y cola auténtica, a cinco pesetas. Y si nos actualizamos, a 0.03 euros. ¡Cómo suena!...
El ocurrente empresario montaba una barras largas en el real de la feria y allí, ¡qué les voy a decir!, había que esperar turno para ser atendido.
Pepe Andrade, malagueño y trinitario, con una larga andadura regentando tabernas, cafés y bares, había dado en la diana. Por cierto que en cierta ocasión me contó la anécdota que, en principio, me costó creer, pero en su momento pude comprobar que era cierta. Una tarde agosteña, en plena feria, cuando Andrade y sus empleados cerraban la primera jornada del día, se le acercó un cliente. Pidió un 'cuba libre'. No les quedaba una gota de ginebra. Habían cerrado hasta que no llegaran las garrafas que estaban ya en camino. Servirle no era posible. El visitante, sobrio, insistió, repitió y hasta rogó. Se puso tan pesado que, Pepe Andrade para salir de la situación, pensó: «le voy a poner agua con hielo y cola. No le voy a cobrar nada. Y, en cuanto note el sabor, se marchará». No acertó 'el cubatero'. Aquel buen señor consumió la primera cola aguada. Pidió otra, otra y otra. Y cuando llevaba cuatro, la 'castaña' que tenía era evidente. Ocasión propicia para no servirle más. Aquel hombre, borracho de agua, abandonó la barra haciendo eses.
Meses después, en un céntrico y conocido hotel, repitió la prueba con un amigo común, sobrino de un político de moda entonces, de Córdoba, por más señas. Resultado, el mismo. Al bebedor se le alegraron las pajarillas consumiendo Fanta, hielo y su toque de agua, vertida desde una botella de ginebra, con su rodajita de naranja y demás. Increíble y cierto.
Andrade dirigió años después un bar en la calle San Quintín, en pleno corazón de la Trinidad, que, entre otros, fue muy visitado por el personal de esta casa, SUR, que terminaba sus tareas de madrugada. En aquel local, y de forma excepcional con sus amigos, nos ofrecía 'vega Sicilia' a 100 pesetas-0.60 euros- la botella. Él tenía ciertas conexiones con la Bodega, que hacía posible aquella ganga. Pancho Cagigas, Paco Lancha, Fernandito, Frías, Estades, Prieto, Pedrito y otros, con el que esto escribe, podrían decir.
Seguimos de feria. En 1970, en la prolongación de la Alameda, montó su carpa un año más el entonces insustituible Teatro Chino Manolita Chen. El teatro ambulante de las variedades, burlesque, con vedettes, cómicos, cantaores, imitadores, tonadilleras, etc, y Manolita Chen. Entre los años 50 y 80 este teatro marcó una línea en el mundo del espectáculo en España con clientela de todas las escalas, desde espectadores barriobajeros hasta ilustres personajes en la vida social y cultural de nuestro país.
Durante la semana de feria, anunciaba tres funciones diarias, que a veces se convertían en cuatro y hasta cinco. Desde las ocho de la tarde hasta que amanecía.
Manuela Fernández Pérez, exuberante y bella andaluza, era Manolita Chen, esposa del artista y dueño del teatro, Chen Tsen Ping, que había dejado de salir al escenario. En los anuncios del teatro chino aparecía la fotografía, tamaño carnet, de Chen Tsen Ping, muy serio y poco fotogénico, cuando bastante más propia hubiera sido la figura de Manolita. ¿Por qué sería?...
Mediados los 70 debutó en el recinto ferial de Málaga un auténtico boom en el mundo del circo, el 'Ruso sobre hielo', con sesenta patinadoras y un buen número de campeones de patinaje artístico. Ángel Cristo era el director de aquel circo que impactó en su presentación. Contaba con dos pistas, una muy amplia de hielo y un elenco internacional de primerísima categoría. Hasta el frontal de la carpa era espectacular. Recuerdo que figuraban unas largas piernas de patinadoras de muchos metros de altura.
Ángel Cristo
Con Ángel Cristo trabé cierta amistad. En aquellas fechas era un empresario ejemplar. Con mucho trabajo y toda la constancia y seriedad del mundo, había conseguido presentar en España un circo que podía figurar entre los mejores en Norteamérica. La categoría de sus artistas, la presentación, el lujo.
Ángel Cristo, hijo del dueño del Berlín Circus, entonces entre los mejores de España, me hablaba de muchos temas de ese mundillo. De sus leones, con los que había sufrido varios percances. La culpa- me repetía, «siempre fue mía». Hay que tener al dedillo una serie de ciclos vitales de los animales, de la etapa de celo, cambios de estaciones, etc.
Por su padre sentía un enorme cariño y cierto dolor, porque la carpa que dirigía entonces estaba bajando de nivel por ciertas «distracciones» de su progenitor. Compartimos tertulia con su primera esposa, que no pudo superar una enfermedad. Angel Cristo, serio, responsable, caballero y gran empresario no era ni sombra del que. Bueno, mejor recordar a unos de los artistas en aquella presentación. Se trataba de un faquir, creo recordar que era de Sudáfrica. Media casi dos metros y era fortachón. Un gigante, más o menos. Cristo nos contó de él: «Este hombre siempre me crea problemas por lo profesional y honesto que es. Rara es la función en la que no sale herido, o bien por los cristales que se clava con tanta fuerza, o por los pinchos con que se atraviesa partes de su cuerpo. Con el va el más difícil todavía. Y lo peor es cuando se le infesta alguna herida. Pero no deja de trabajar».
Era un caso. Una caja de cerveza le duraba un santiamén, pero no para clavarse los vidrios.
Termino con otro espectáculo en los programas de ferias de los años 70. La Taberna Gitana, aquel local situado frente al Teatro Cervantes, instalaba caseta en el real. Y presentó artistas de moda en aquellos años. Recuerdo a Las Grecas, las hermanas Edelia y Carmela que ascendieron a la fama como un cohete. Y tanto, que la Taberna Gitana estuvo muy relacionada con su estrellato, puesto que al principio pasaban varias temporadas actuando en su escenario. No puedo olvidar que Juan, uno de los empresarios con Miguelón, aprovechando un contrato en la Taberna, presentó a Las Grecas en Algeciras. La expectación fue enorme como la decepción del público, el fracaso. Las artistas no tenían suficiente repertorio para llenar más de una hora en escena. Eran los comienzos. Después, aquel 'Te estoy amando locamente'. Se cantaba por todos los rincones de España.
En aquellos 70 trajeron a Málaga a uno de los rumberos más famosos. Gitano catalán 'El Chacho' que, entre otras cosas, introdujo el piano en las rumbas. Cuando llegó a la feria de Málaga estaba en la cresta de la ola. Acababa de rodar un película 'Con ella llego el amor', como protagonista y atracción.
El Chacho, elegantemente vestido, estirado y presumido él, estaba disfrutando de un paseo en coche de caballos por el real de la feria. No sé si porque el carro era muy viejo o porque iban demasiadas personas subidas, lo cierto fue que el coche se partió en dos, el caballo se espantó, el zafarrancho estaba organizado en el suelo. Fue espectacular, aunque no hubo heridos. Había que ver al Chacho con su traje blanco sucio, despeinado, con cara de susto. El galán lo pasó mal en aquel paseo por la feria. Por cierto, que en 1970, la iluminación constaba de 70 mil lámparas.
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