
ALBERTO GÓMEZ
Lunes, 29 de julio 2013, 13:03
«Aquí recibo cariño, amistad y calidad», asegura Lola, como enumerando los ingredientes de una receta infalible. Habla desde la experiencia. Hace más de veinte veranos que acude a diario a Los Bandoleros, uno de los chiringuitos que pueblan el paseo marítimo de Playamar, en Torremolinos. Su historia simboliza los lazos afectivos que los merenderos, negocios eminentemente familiares, generan con buena parte de su clientela. Ofrecen aperitivos, almuerzos y cenas. Son uno de los principales motores económicos del turismo andaluz, un generador continuo de puestos de trabajo, y se han convertido en el primer recurso para los turistas.
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Así como el verano en la Costa del Sol no se define sin los chiringuitos, se hace difícil para propios y extraños concebir la temporada estival sin recalar en alguno de estos negocios que, como reconoce Remedios Moreno, propietaria junto a su marido Adrián González de Los Bandoleros, son un punto de encuentro familiar en el que se dan cita varias generaciones. «Si no estuviésemos aquí, se nos echaría mucho de menos. Nos sentimos respaldados por los turistas y los vecinos. Los chiringuitos dan vida a Torremolinos», comenta Remedios durante su breve tregua vespertina.
Una clienta histórica
Lola vive en Sevilla, pero veranea en Torremolinos desde la década de 1960. Recuerda cuando comían con los pies enterrados en la arena y las cañas de azúcar llegaban hasta la playa. Hoy es la matriarca de una familia de veinte miembros, a quien reúne a diario en Los Bandoleros. «Me siento como en casa. La comida es excelente y siempre hay un espeto a punto. Además, mis nietos van y vienen, les dan la libertad de coger aceitunas y bolsas de patatas fritas. Lo único negativo es que la cuenta siempre es para la abuela», bromea.
Alrededor de Lola se han agolpado otra decena de clientes, atentos a las ocurrencias de esta mujer espontánea y expresiva. Todos coinciden en la familiaridad que desprende Los Bandoleros. «Somos cordobeses, pero venimos desde hace quince años y es el lugar donde siempre celebramos cumpleaños y santos; tratan a los comensales como amigos, y eso no tiene precio», asegura Rafi, otra asidua a Los Bandoleros.
Carta para celíacos
El paseo marítimo de Playamar está poblado de merenderos. Todos se disputan al turista tratando de ofrecer el mejor servicio, y existen recetas que siempre funcionan: los espetos, la cerveza bien fría y la brisa a orillas del Mediterráneo. Hay que tirar de ingenio, y cada uno de los propietarios de estos negocios busca sus propias recetas para ganarse la fidelidad del cliente. Remedios conoce lo difícil que es para los celíacos asomarse a una carta plagada de reclamos inaccesibles para su salud, por eso decidió hacer del suyo uno de los pocos chiringuitos cuya oferta está adaptada al completo para las personas que no toleran el gluten. Destina una freidora exclusiva que no contiene restos de esta proteína, y prepara el tradicional pescaíto frito con un rebozado especial.
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El verano llega a su ecuador. También la tarde en Los Bandoleros, donde todo el equipo se prepara para afrontar otra velada nocturna. En el comedor todavía quedan algunas familias practicando el arte de la sobremesa. La mayoría son turistas llegados desde distintos puntos de Andalucía y que demuestran su fidelidad acudiendo cada día al chiringuito que desde hace más de 14 años regentan Remedios y Adrián.
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