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Una vecina se asoma a una calle de Huelin, cuyo paisaje está salpicado de casas mata, fachadas encaladas y macetas que le dan sabor de pueblo al barrio. :: CARLOS MORET
Huelin, luz en el barrio obrero
MÁLAGA

Huelin, luz en el barrio obrero

Sus calles cargadas de viviendas conservan el origen industrial y laberíntico pero ya abierto al mar

PABLO ARANDA

Martes, 26 de febrero 2013, 18:59

A ntes de reconocer el perfil de la catedral de una sola torre y las ruinas del castillo coronando el monte de Gibralfaro (Gibralfaro parecía entonces un muro astillado, como esas tapias defendidas siniestramente con cristales de colores que se clavan en el cemento), los elegantes viajeros que arribaban en barco a Málaga en la segunda mitad del siglo XIX -el sombrero en una mano, la otra sujeta a la pasarela de babor- contaban las fábricas que certificaban que, después de Barcelona, Málaga era el segundo foco industrial de España.

Enumerar las fábricas no era complicado, bastaba con contar las altísimas chimeneas que rompían el paisaje plano de la playa de San Andrés, junto al puerto, en la parte de poniente, donde fue fusilado Torrijos, uno de los últimos héroes románticos. Alrededor de la ferrería La Constancia, fundada por Manuel Agustín Heredia -los altos hornos más completos de España- y la fábrica textil Industrias Malagueñas, fundada esta por los Larios (la geografía de los apellidos se repite), llegaron a agruparse hasta doce grandes fábricas que atraían diariamente a miles de trabajadores que hacían posible el milagro industrial malagueño.

Proyecto del barrio

Eduardo Huelin Reising levantó las primeras viviendas del barrio junto a la ferrería La Constancia. Málaga, una ciudad que en 1831 (el año del fusilamiento de Torrijos) tenía 60.000 habitantes, y que a finales de siglo llegaría a los 134.000, necesitaba nuevas ampliaciones y Huelin se ocupó de este ensanche exclusivo para obreros. En 1868, el año de la revolución que llevó al exilio a la reina Isabel II, la cual había visitado Málaga en 1862, Huelin presentó su proyecto de casas baratas a gran escala. Era un proyecto ciertamente revolucionario, pues dotaba a los obreros de viviendas dignas, unifamiliares: casas de una planta, con salón, cocina y dormitorio, algunas con patio. Nada que ver con los corralones que había promovido en 1851 Manuel Agustín Heredia en El Bulto. Los corralones no constituían viviendas dignas y, además, eran considerados por la burguesía como lugares inductores de un comportamiento desviado donde, entre otras malas costumbres, se propagaban las ideal del emergente movimiento obrero.

Las primeras viviendas de Huelin, pues, fueron las construidas para los trabajadores, que por primera vez habitaban en casas, muchas de las cuales todavía se conservan en calles abarrotadas de macetas. El suelo de las calles era de tierra y adoquines y el aire llegaba ensuciado con el humo de las fábricas de alrededor. Las casas, ordenadas en manzanas, con su parroquia (la de san Patricio), su pozo y su tienda, carecían de agua corriente y retrete, y las calles no tenían alcantarillado, como denunció el arquitecto municipal a principios del siglo XX, cuando entrábamos en el futuro, aunque el futuro no fue como se había previsto, con la industria desmantelada.

La última década del XIX -tras la estocada final de la filoxera- trajo el fin del sueño de la Málaga industrial. Las fábricas del barrio diseñado por Eduardo Huelin empezaron a cerrar. Eduardo Huelin Reising murió en su casa de la Alameda en 1891, el año en que Picasso abandona Málaga, el año en que cierra definitivamente la ferrería La Constancia.

El mercado

Si caminamos desde Héroe de Sostoa hacia el mar, antes de llegar a la avenida de Juan XXIII, tomaremos calle Villarroel (Diego de Torres Villarroel fue uno de los escritores más importantes del siglo XVIII, que antes de sacerdote fue bailarín, alquimista, torero, soldado y estudiante de medicina), una calle que conserva casi intacta la imagen que tuvo el barrio en sus inicios. Un pasaje de casas antiguas, muchas aún de una sola planta, como fueron al principio, con fachadas encaladas y macetas que le dan sabor de pueblo al barrio. Una vuelta al pasado. Al otro lado de la calle Villarroel, el centro del barrio: el mercado, otro templo frente al templo de San Patricio. Necesitado de una reforma, todos los vecinos acaban recalando en sus puestos.

-En las penúltimas elecciones, los candidatos prometían un nuevo edificio para el mercado; en las últimas ni lo prometieron -se queja uno de los tenderos.

-No te enteras de que no hay ni un duro -explica a gritos el frutero del puesto de enfrente.

-¿Que no hay dinero? Pues te dejo el pescado para la cazuela de papas por dos euros -aprovecha una señora desde la pescadería más próxima.

Málaga sería más justa, mejor, si agotase sus esfuerzos con los recursos que beneficiarán a más personas. Con tantos casos de despilfarros en edificios y proyectos pretenciosos, no habría estado mal un nuevo mercado de Huelin, como el de Atarazanas, un edificio para el pueblo, más todavía aquí, en este barrio cargado de edificios de ladrillo pero falto de inmuebles significativos, aquí que el mercado constituye el centro, un edificio amplio y luminoso, con salas anexas para el uso de las numerosas asociaciones que hay en Huelin, con un aparcamiento.

-Ahora que tenemos otra Huelin estamos en el camino correcto -bromea una mujer en una de las mercerías del mercado.

Se refiere a María Huelin, descendiente directa de Eduardo Huelin, actual directora del distrito.

-El mercado, con su bullicio, es el centro neurálgico del barrio -corrobora María Huelin, que trata de explicar su trabajo entre risas, saludos y timbrazos de móvil-. Es que todos los vecinos tienen mi número y saben que si me llaman directamente todo va más rápido -se queja, pero mostrándose orgullosa del trato directo y de completar el círculo que comenzó a trazar aquel antepasado del XIX.

La luz y el aire

La luz y el aire fresco han acabado colándose entre los altos edificios de ladrillo y las casas bajas que conservan los restos de la fisonomía original de Huelin. Huelin es el mercado y las calles de alrededor, los pasajes de casas mata, y las plazas desiguales formadas caprichosamente por la distribución de altos edificios cargados de viviendas. Huelin fue originariamente un barrio obrero y lo sigue siendo. Mucho ladrillo.

-Y mucho paro, es lo que tiene vivir en un barrio obrero con esta crisis -protesta un hombre que se dirige al afilador-. Yo estoy en paro, como mi mujer y como mis dos hijos en edad de trabajar. Al menos el piso ya hemos terminado de pagarlo, que encima hay que darle gracias a la Virgen del Carmen.

Junto al mercado, en la calle Emilio de la Cerda, tres mujeres esperan su turno alrededor de la moto del afilador.

Huelin limita al norte con Héroe de Sostoa. Héroe, no héroes, fue uno: Tomás de Sostoa Achúcarro, un militar uruguayo, hijo de español, que recibió un tiro en el pecho luchando contra las tropas napoleónicas y fue hecho prisionero en dos ocasiones, escapándose las dos. Murió en 1849 (año en que empezó a construirse la actual iglesia de San Patricio) en su casa de calle Ollerías.

-La gente dice Héroes de Sostoa, porque somos generosos -bromea un miembro de una asociación- y al héroe les sumamos los hijos que tuvo: diez, y casi todos fueron marinos.

Crisis y ladrillo, pero también la luz. El mar y el parque. El mar siempre estuvo ahí, la arena regada con la sangre de los valientes (la carta que escribió Torrijos a su mujer antes de ser fusilado comienza así: «Amadísima Luisa mía: voy a morir, pero voy a morir como mueren los valientes»).

El mar en Huelin

Una ironía del destino hizo que se cometiera el error de colocar inicialmente al revés el Marengo, la genial escultura de Elena Laverón. Un marengo que pusieron de cara al mar, como si en vez de tirar del copo para arrastrarlo hasta la orilla tirase del barrio hacia la playa. Un barrio de espaldas al mar. Huelin necesitaba luz y mar. Tanto ladrillo. Corrigieron la orientación del Marengo de Laverón y abrieron el paseo marítimo, adecentaron los chiringuitos y ampliaron la playa, se construyó el parque.

Hoy, por fin, el laberinto de Huelin desemboca frente al mar. Por fin da gusto pasear por el barrio, acercarse hasta el paseo marítimo, mezclarse entre los deportistas, entre la playa y el carril bici que también permite por fin desarrollar la condición del que no es ni automóvil ni peatón. Tomarse unos espetos cuando la puesta de sol está cerca y en la playa, en cuanto llega el buen tiempo, la ola que provoca el barco que viene de Melilla empapa las toallas de los despistados.

-Cada tarde tenemos un tsunami de juguete -señala un hombre con la caña de ensartar sardinas hasta donde llega el agua empujada por el barco.

-Nos divertimos con el melillero, qué vamos a hacer -se justifica un jubilado-, no vamos a estar todo el santo día haciendo gimnasia.

Y es que en el barrio abundan los gimnasios abiertos, donde además de columpios hay aparatos para ponerse en forma, como el del paseo marítimo, en la glorieta de Antonio Molina, donde los paseantes pisan placas con nombres populares: Marifé de Triana, Remedios Cervantes, Chiquito de la Calzada, Diego Gómez, María Teresa Campos, Manuel Bandera, Antonio de la Torre.

-Esto es Hollywood -ríe una muchacha, que explica que este peculiar paseo de la fama da constancia de los Marengos de Oro, los premios que cada año concede la Asociación Torrijos del barrio.

-Por tener, tenemos hasta la estatua más fea del mundo -protesta una señora que ejercita sus dorsales, señalando los 26 metros de altura de la Palera.

-Parece un insecto palo -añade su amiga, que espera el turno ante el aparato de gimnasia.

El parque

Cuando del pasado industrial de Málaga solo quedaban algunas chimeneas testimoniales, aún se mantenían en Huelin los enormes depósitos de Campsa, que permanecieron allí hasta finales del siglo XX. Cuando se desmantelaron todavía hubo que esperar para recuperar los terrenos, contaminados. Parecía la crónica encadenada de otro fracaso, pero el Parque de Huelin es hoy el premio a la perseverancia. Otra ventana inmensa por donde entra una corriente de aire fresco que aclara la oscuridad del ladrillo del barrio, otro lugar de esparcimiento para una de las zonas más pobladas de Málaga, otro paso más para dignificar la vida del barrio obrero.

Más de treinta mil hectáreas de parque con estanques llenos de tortugas, el faro, un barco pesquero (en frente, en la playa, otro barco similar yace en la arena escorado para siempre, vivo solo gracias a los grafitis coloridos como el de su característico tiburón), los bancos, otra escultura de Elena Laverón y, ahora, el edificio de un polideportivo que supone otro recurso más para los vecinos del barrio, un polideportivo a través de cuyas cristaleras se exponen quienes disfrutan de un solarium en una de esas típicas estampas de contrastes de un barrio que por fin ha encontrado una salida al mar, frente a este parque cuya conservación sigue generando quebraderos de cabeza.

-Lo que no puede ser es que los que tienen perros no usen el espacio reservado para ellos -se queja una señora.

-¿Quiere que me meta con mi perro en un gallinero? -hace referencia al tamaño mínimo de ese espacio para perros la dueña de algo parecido a un chiuaua.

Quedan pendientes muchas mejoras pero, sin duda, Huelin es hoy mucho más habitable que hace unas décadas. Un barrio que ha roto la muralla de los altos edificios que lo contenían y ha sabido encontrar el mar, desde cuya orilla -a la que en julio procesionarán a la Virgen del Carmen desde una capilla casi clandestina- son ahora los habitantes del barrio los que observan a aquellos que llegan en barco, desatando la ola que cada tarde de playa se ha constituido en divertimento.

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