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MARINA MARTÍNEZ
Sábado, 8 de diciembre 2012, 12:29
La ciencia ha saltado al ruedo. Por primera vez, se ha adentrado en el cerebro del torero. En lo que piensa, en lo que siente e incluso en lo que hace que unos sean mejores que otros. ¿Están hechos de una pasta diferente? En realidad, están hecho de la misma que el resto de los mortales, pero la utilizan de forma diferente. Así lo advertía ayer el neurocientífico y bioquímico malagueño Antonio Alcalá Malavé durante la conferencia 'La magia de la mente del toreo', que ofreció ayer en el Real Club Mediterráneo y en la que estuvo arropado por el diputado de Turismo y Promoción del Territorio, Jacobo Florido -encargado de presentarlo-, así como por el concejal de Cultura, Damián Caneda, y personalidades del mundo taurino y el arte como el diestro Fernando Cámara o el pintor Andrés Mérida.
No era casualidad. Los cuadros del artista malagueño ilustraron la documentada charla del investigador, en la que profundizó durante casi hora y media en el cerebro del torero. Un cerebro que, a su juicio, «se parece al de un guerrero»: «El miedo le produce una potentísima explosión de neurotransmisores que retuercen la química de las neuronas». Como explicó, el miedo moldea el cerebro del matador de tal forma que lo convierte en una «mente mágica».
Según el neurocientífico, los diestros experimentan por ello una serie de efectos colaterales. Y eso es lo que les hace convertirse en «seres humanos diferentes a los demás». Siempre documentado científicamente, Alcalá Malavé aseguró, por ejemplo, que el torero utiliza los dos hemisferios del cerebro: «Por eso siente la muleta como una prolongación de su brazo y por eso tiene más telepatía». De ahí otra constatación: «Cuando torea solo se deja llevar por su intuición, ya sabe lo que va a pasar antes de que suceda. Eso hace que sepa qué toro le va a llevar a la gloria y cuál a la desgracia».
Y fue más allá el investigador: también la frecuencia cerebral del diestro es distinta. En su caso, se enfrenta al toro en el mismo nivel que emiten el resto de seres humanos cuando duermen. Y algunos incluso al ritmo en el que la consciencia pasa al mundo paranormal. Ese estado de las premoniciones o los flashbacks solo reservado a los mejores.
Porque Alcalá Malavé diferenció entre el novillero y el torero, pero también el supertorero, que nunca recurre al ego sino al poder de las células -responsables de los pensamientos positivos- ya que «sabe que antes de salir a la plaza no puede haber un pensamiento negativo». Eso sí, en su opinión, todos son «esclavos de una explosión química». Esa que le permite ser capaz de cambiar la realidad en el plano cuántico, pero que también le afecta a nivel hormonal. Y eso explicaría, como descubrió Alcalá Malavé, su «irrefrenable instinto sexual» y su «mente protectora» provocados por la testosterona; su «predisposición a la infidelidad», de la que es responsable la vasopresina; o que no sufran depresión debido a su alto nivel de serotonina.
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