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ANTONIO GARRIDO
Sábado, 1 de diciembre 2012, 03:20
Siempre me ha gustado mucho aquella frase de García Pavón: «Oscuro y proceloso se presentaba el reinado de Witiza», que aquí viene muy bien pues de un monarca tratamos. La monarquía no pasa por sus mejores momentos, muy al contrario. No es caso de enumerar hechos que han ido deteriorando un prestigio que parecía inconmovible, sí es oportuno señalar dos aspectos que explican, en parte, la realidad con la que se tiene que enfrentar la Casa Real: En España hay juancarlistas, no monárquicos, con lo que eso significa de personalismo en la referencia. El foco se centra en una persona de manera casi total; por otra parte, aquel acuerdo no escrito de los medios de comunicación, según el cual el silencio era la norma, se acabó. Los medios informan e incluso compiten en sacar a la luz pública aspectos morbosos. Aquel idílico universo del limbo informativo desapareció y el rey y su familia no estaban preparados para este hecho trascendental.
Mucho mérito tiene que Fermín J. Urbiola se haya propuesto hacer una vindicación del rey Juan Carlos en estos tiempos revueltos. Este aspecto se refiere a la voluntad del autor pero lo que me interesa es el texto y en este sentido quiero destacar la buena prosa, el ritmo sostenido, el interés indiscutible y la originalidad del enfoque. Todo está en las palabras. El mundo es una torre de palabras, muchas veces de Babel, pero sin ellas no existiríamos o seríamos zombis, que están muy de moda por cierto.
El principio estructural del libro son frases del rey que unidas articulan un magnífico discurso sobre el arte de gobernar, el respeto a los principios constitucionales y la ética básica que deben regir la acción pública. Se trata de un texto fragmentario de enorme ejemplaridad y muy necesario que de manera inteligente ha articulado el autor en noventa fragmentos. A guisa de ejemplo me remito al setenta y cuatro: «En estos momentos la Corona está en el aire y yo voy a hacer todo lo posible para que caiga del lado bueno».
Estas palabras las dijo a su hijo, el príncipe Felipe, en la larga noche del 23 de febrero de 1981 en la que el Congreso había sido tomado en una acción violenta que ponía en peligro a la aún débil democracia. Seguramente el rey recordó en aquellos momentos la noche en la que su abuelo Alfonso XIII salió hacia Cartagena camino del exilio. Quizás se le vino a la memoria la figura de Isabel II cruzando la frontera francesa. Insisto en la adecuación entre texto y peripecia vital. Las palabras sostienen los hechos de cada capítulo. Se trata de un eficaz ejercicio de recuperación de la memoria, una manera de mostrar los servicios del monarca a la nación a lo largo de años.
No es por lo tanto una biografía al uso, es mucho más. Estoy seguro de que le ha exigido al autor un esfuerzo muy importante de documentación, de selección, según un hilo conductor, la vida del protagonista, que, en paralelo, se corresponde con las soluciones dadas en cada caso a los muchos problemas planteados en cada momento.
No ha sido fácil la vida de Juan Carlos aunque pueda parecer lo contrario. La lectura de este libro lo muestra y demuestra. Pensemos tan solo, por citar otro ejemplo, la 'encerrona' en la Casa de Juntas de Guernica, que resolvió con un valor que nunca ha podido ser desmentido en los dos últimos alfonsos y en él mismo. Se trata de un libro para la reflexión, para el conocimiento y, también, como recomendaba Horacio, para el sano aprovechamiento.
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