Borrar
CARTA DEL DIRECTOR

La opinión prevaleciente

MANUEL CASTILLO

Domingo, 25 de noviembre 2012, 03:17

En esta época en la que un extraordinario volumen de información fluye a toda velocidad y de manera instantánea es, paradójicamente, cuando más desprotegidos estamos frente a lo que el filósofo Stuart Mill definió como «la tiranía de la opinión y sentimientos prevalecientes». En su opinión, este mal pone en riesgo la pluralidad de ideas y, por tanto, constituye una amenaza para la libertad individual, que corre el riesgo de quedar sometida a la voluntad de la parte «más activa» del pueblo soberano, aunque no sea la más numerosa. Este pensador del siglo XIX no podía imaginar que sus teorías podrían aplicarse a un invento tan revolucionario como Internet y sus redes sociales. Quiere decir todo esto que no porque una idea esté machaconamente presente y extendida en la Red significa que sea cierta. Que se lo pregunten, como explicaba esta semana el físico Esteban Moro, a una marca de champán francés que desde 2003 sufre los efectos de un bulo que aseguraba que regalaba botellas gratis si se enviaba un mensaje a través de su web. Todavía hoy, casi diez años después, sigue recibiendo mensajes.

De la misma forma, la instantaneidad y superficialidad habituales de las redes sociales está provocando una frivolización y vulgarización de los argumentos críticos y opinativos. Hay mensajes para los que bastan dos caracteres: no. Pero hay ideas imposibles de argumentar en 140. Hoy impera, por tanto, la habilidad para lanzar un mensaje corto, contundente y directo y difundirlo por la Red para que con su repetición adquiera más eficacia. Si es verdad o no es otra cuestión. También el receptor de estos mensaje se ha acostumbrado en muchas ocasiones a asumir esta información como cierta dejándose llevar por esa «opinión prevaleciente».

Este es el nuevo juego de la comunicación, el mismo que mató antes de tiempo y en varias ocasiones a Santiago Carrillo, Miguel Delibes o Marcelino Camacho. Y el mismo que tanto ha calado en la clase política en un alarde de responsabilidad y sentido común. El pensamiento prevaleciente convierte en una irregularidad que la mujer del alcalde de Málaga viajara con cargo al Ayuntamiento de Málaga a una recepción oficial en el Vaticano a la que fue invitada expresamente como consorte. Pero el hecho de que sea prevaleciente no significa que sea cierto. Y en este caso no lo es.

Los medios de comunicación debemos resistirnos a navegar a favor de la corriente de estos sentimientos prevalecientes y no debemos caer en la tentación del juego facilón de escribir y opinar sobre lo que más gusta o exalta. Aunque ello signifique someternos a la crítica furiosa de la porción más activa del pueblo. Así es nuestro oficio.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur La opinión prevaleciente