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LUIS GÓMEZ
Domingo, 7 de octubre 2012, 13:47
Como tantas famosas que han probado suerte en el mundo de la moda, las gemelas Olsen han tenido que sortear un sinfín de obstáculos para ser tomadas en serio. Casi nadie esperaba que pasaran en un tiempo récord de niñas prodigio a magnates del diseño. Las exactrices Mary-Kate y Ashley se han ganado a la crítica y levantado un imperio valorado en un billón de dólares.
Si con 'The Row' abarcan el segmento del superlujo y con 'Elizabeth and James' persiguen a los apasionados de los jeans, con 'StyleMint.com' exploran el lucrativo negocio 'online'. Son una máquina de hacer dinero con sus licencias de perfumes, cosméticos, bañadores y hasta muñecas. Alejadas de los focos, en su taller californiano no tienen la obligación de sentirse unas «caras bonitas» ni de ser el continuo centro de atención. «Es liberador estar al otro lado del objetivo», confesó Ashley, la hermana mayor por solo dos minutos, a 'Elle'.
Primero tuvieron que superar los prejuicios que generaba su propio apellido. La industria del diseño recibió a las Olsen con las escopetas cargadas: nadie creía que pasaran de la primera colección. Erraron en el tiro los que pensaron que se trataba de «un capricho más» de unas jóvenes que desde su infancia han sufrido una sobreexposición mediática. A los seis años se metieron en los hogares estadounidenses con la serie televisiva 'Padres forzosos'.
Su presencia en las revistas del corazón con escándalos de todo tipo tampoco las ayudó. Mary-Kate sigue dando que hablar. A los trastornos de alimentación y sus continuas entradas y salidas de clínicas de rehabilitación por la adicción a las drogas se suceden sus tormentosas relaciones amorosas. Fue pareja de Heath Ledge, el fallecido protagonista de 'Brokeback mountain', y ahora se la relaciona con el hermano de Sarkozy.
El espaldarazo del Consejo de Diseñadores de Estados Unidos, que les otorgó el premio a la mejor colección de mujer, confirma que han venido para quedarse. Lo hacen con una receta sencilla: «Simplemente, seguimos nuestro propio estilo desde pequeñas», argumentan. Pero algo tendrán cuando sus prendas se han colado en los armarios de Angelina Jolie, Cameron Diaz, Anne Hathaway o Michelle Obama. A todas les pierden sus cómodos blazers masculinos.
También han demostrado que para triunfar el estilo es tan importante como el olfato empresarial. Nada más cumplir 18 años, dieron puerta a sus padres y se pusieron a explotar en solitario su marca. Nunca dan puntadas sin hilo. Confiesan que «no hay mucha gente en quien puedas confiar» -por lo que se ve, tampoco se fían de sus progenitores- y se consideran muy «perfeccionistas». Andan siempre con la ambición alta: «En cuanto nos relajamos, la cosa deja de funcionar», sostienen.
Bolsos desde 39.000
Pero ¿qué tienen estas hermanas, que solo se separan cuando se acuestan en sus respectivos apartamentos de Manhattan, para vender sus ropas en casi 900 tiendas multimarca de todo el mundo? Para empezar, sus famosos nombres no aparecen en las etiquetas ni protagonizan las campañas publicitarias. En contra de lo esperado, juegan la baza de la discreción y huyen como de la peste de ese intento de ese encuadradas en 'una marca más de gente famosa'. Han conseguido lo que no lograron Sarah Jessica Parker, Jennifer López o Sienna Miller. El nombre de su buque insignia, 'The Row', es un homenaje a la famosa calle londinense Savile Row -feudo de la sastrería más exclusiva- y ahonda su interés por la confección bien hecha. Apuestan por «prendas estudiadas» y «básicos sublimes», con bolsos desde 39.000 euros.
Si durante un tiempo estas exniñas prodigio proyectaron una imagen falsamente desaliñada, vistiendo prendas tamaño XXL, el tiempo ha ido modulando su estilismo. En su vestuario abundan las etiquetas más lujosas: desde Prada a Dolce&Gabbana, Roberto Cavalli, Balenciaga... Hasta en eso coinciden: «Nos gustan cosas distintas, pero siempre llegamos al mismo punto. Somos bastante sencillas y nunca hemos pretendido tener un aspecto sexy. Para una vida saludable lo mejor es la discreción», proclaman. Sin embargo, se las ven y desean para escapar de los focos. La revista 'Time' les incluyó, el pasado abril, en la lista de los 100 mayores iconos de la historia de la moda. Anna Wintour, la altiva editora de 'Vogue USA', tan amiga de ensalzar como enterrar carreras, se sumó a esta ola de entusiasmo: «No sería una gran sorpresa que las pequeñas se convirtiesen en dos de las principales protagonistas de la moda americana de la primera mitad del siglo XXI»
Por de pronto, figuras consagradas como Marc Jacobs o Proenza Schouler notan cómo Mary-Kate y Ashley, de 25 años, les roban protagonismo. Pero las Olsen digieren con cuidado tantos halagos. Y, aunque tienen «muy buena opinión» de sí mismas, saben que los días de vino y gloria en la moda «se pueden acabar» tan fácilmente como llegaron.
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