Una partitura informática
El ordenador IAMUS 'presenta' en Málaga las cuatro piezas musicales que ha compuesto sin la intervención humana
ANTONIO JAVIER LÓPEZ ajlopez@diariosur.es
Martes, 3 de julio 2012, 09:38
En uno de los intermedios del recital, un docente en la Universidad de Málaga (UMA) recordaba que, hasta hace apenas un par de siglos, el profesor de Matemáticas y el de Música solían ser la misma persona. Al fin y al cabo, ambas disciplinas se dedican a la búsqueda del equilibrio a través de fórmulas, que en el segundo caso adquieren la forma de partituras.
Notas que no han conocido el contacto humano en el caso de las cuatro piezas presentadas ayer en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de la UMA. Su autor era el ordenador, en rigor, el «cluster de computación» Iamus, creado por un equipo de investigadores de la universidad malacitana.
Así que había expectación por conocer la respuesta a la pregunta que lanzaban los organizadores de la cita: '¿Pueden las máquinas ser creativas?'. El interrogante partía de las tesis del científico británico Alan Turing, de cuyo nacimiento se cumplen ahora cien años. Efemérides pasadas y retos futuros que confluyeron en un concierto retransmitido en directo a través de Internet en el que el único compositor del programa era Iamus.
El pianista Gustavo Díaz-Jerez abrió sala con 'Colossus', una composición que recordó a una suerte de cruce de caminos entre un nocturno de Chopin y el minimalismo encontrado en 'Chasm' de Ryuichi Sakamoto o los 'Glassworks' de Philip Glass.
Fuertes contrastes
Duras transiciones de agudos a graves y fuertes contrastes que compartía con la siguiente pieza, 'Ugadi', un solo de violín interpretado por Cecilia Bercovich. Destacaron aquí los intensos punteos y un tramo final más melódico que dejaron pocas dudas sobre la capacidad 'expresiva' demostrada por el súper computador en su primera presentación como autor musical.
El clarinete de Cristo Barrios desplegó luego la lectura de 'Alphard', donde los contrastes volvieron a marcar la pauta de una interpretación que daba paso a la última pieza, un dúo de violín y piano acometido por Bercovich y Díaz-Jerez. Era 'Kinôth'. Y en este punto de la tarde-noche, Iamus despejó las dudas que pudieran quedar.
Sonaron los fragmentos más expresivos del concierto, violín y piano se combinaron con naturalidad y sutileza. Pasaron unos segundos entre la última nota y el primer aplauso que reconocía algo inaudito, quizá, para muchos: se puede dar emoción sin tener corazón.
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